
Soy un viejo decrépito sentado en un banco,
haciendo tiempo,
mirando su reloj de pulsera
cada cinco minutos.
Soy un adolescente cabreado con el mundo,
lanzando sillas de plástico a una
piscina vacía,
sin pensar en nada ni en nadie.
Soy un adulto alienado, loco, demente,
recién levantado,
tomándome mi tiempo con la seda dental,
delante del espejo.
Y veo
en mi reflejo de adulto alienado,
al adolescente cabreado y
al
viejo decrépito.
Los tres me hacen muecas, como avisándome
de algo chungo que se acerca,
algo que no puedo ni
ver
ni oler.