Un vagabundo gritando como un loco
en Carrer d’Avinyó.
Es treinta y uno de diciembre y todavía pienso:
No está tan loco.
Supongo que lo está un poco.
Sobre todo teniendo en cuenta que tiene
que soportar vivir pegado
en el duro suelo de
la
pegajosa
Carrer d’Avinyó
trescientos sesenta y cinco días al año.