
Estamos condenados a desatendernos.
Desoímos lo hablado por otros.
No escuchamos lo dicho
por nosotros.
Caminamos, con la diferencia sutil
de que un muro de piedra no puede caminar.
Estamos condenados a desatendernos.
Desoímos lo hablado por otros.
No escuchamos lo dicho
por nosotros.
Caminamos, con la diferencia sutil
de que un muro de piedra no puede caminar.
Soy de mi pueblo de toda la vida. Ver todas las entradas de Txema Maraví Artieda