Bajando las escaleras mecánicas
del Leroy Merlin,
con mi martillo recién comprado
en la
mano derecha,
tenía un viejo delante,
y pensaba
todo el rato en reventar
su vieja calva con mi martillo nuevo,
abrir su cráneo como si fuera
un coco maduro.
Pero no lo he hecho.
Solamente lo he pensado.
También
he pensado mil veces en estirar de la pierna
a esa señora sentada en el metro,
ver cómo su cabeza golpea el
duro suelo del vagón y se
parte las cervicales.
Pero tampoco lo he hecho.
Solamente lo he
pensado.
Son sólo pensamientos violentos.
Sí, yo también he leído a los
Hermanos Grimm.
No hay moraleja que valga.
Entre
pensar y hacer,
entre cordura y locura,
existe un abismo que obviamente,
me niego a cruzar.
¡Bu!