Son gestos épicos.
Te pide pipas sin mirarte a los ojos.
Habla del tiempo como si sólo le afectara a él.
Se sienta en un banco de un pipicán
llamando a gritos a su perro
invisible.
Así es Pancho.
Un perro que no se deja ver.
Un niño pequeño persiguiendo a una paloma.
Pancho:
¿Besan las nubes los trozos de fachada que ocupas?
Porque santo eres.