FAURECIA

La poesía me gusta
porque la veo un poco extraña.

La poesía es como sacar la basura por la noche
en un barrio residencial, y ver un petirrojo muerto en el suelo,
y pensar:

Ese pájaro no volará jamás.
Lo mismo pasa con Faurecia.

Faurecia es una burra patilarga, fea como una flema.
Nadie quiere jugar con Faurecia.

Sentada en un banco parece
una jirafa montada
en bicicleta.

Pero lo que no sabe Faurecia
es que ella es poesía, y lo más bello
que ha existido en esta horrible faz llamada
planeta tierra.

MIS OJOS TONTOS

Me da
rabia tu felicidad.

No la soporto.

Me rasco los huevos y te miro,
y te juzgo con mis ojos
tontos.

¿Qué te pasa?

Tienes mala cara.
Cincuenta euros son ocho
mil trescientas diez y nueve pesetas.

¿A que no lo sabías?

Lo tendencioso está de moda.
Dar asco siempre fue y será tendencia.

Me rasco los huevos y te miro,
y te juzgo con mis ojos
tontos.

ZARPA DE CALAIS EL EGO

Los
gremios
no se aclaran.

Suenan bocinas de plata.
Zarpa de Calais El Ego.

Se oyen risas de ópera de fondo.
La zona de personal está llena de gente.
La zona de los sillones llena de gente corriente.
El capitán desnudo de cintura para abajo se siente raro.

¿Por qué da todo tanto asco?

Tú y yo de la mano
nos adentramos en un bosque
que vemos desde una ventana rota
del puerto.

Recuerda que nuestro amor sigue borracho.

Nos adentramos y nunca volvemos a
salir vivos pero sí enamorados
del bosque.

BIG NEW YORK CRISPY

Yo tenía un centro de yoga.
Yo tenía un culico
perfecto.

Mis glúteos eran dos
circunferencias
perfectas.

Me gustaba la cachimba
y lo mezclaba todo
con queso.

Un buen día, un cuervo que movía
la rama de un árbol con su peso
(plumas incluidas)
me dijo:

No puedo hablar, no tengo voz,
pero la verdad, no tengo
mucho que decir.

Y así quedó la cosa.
Y mi centro de yoga cerró.
Y mis glúteos se transformaron en una
Big New York Crispy.

SOY ÁLVARO DE CAMPOS

Por la noche,
las casitas de pueblo
iluminan sus ventanas.

Por la mañana,
las casitas de verdad,
donde se vive de verdad,
encienden sus chimeneas y
preparan el desayuno.

Puedo ver el humo.
Eso pasa en los pueblos.
Puedo ver cómo se mezclan.

 (/ˈmøːbjʊs/)

En mi casa un gato fuma en el salón.
Se ha colado dentro y me ha dejado en la calle.

Le han contado otros gatos que se rompen
las tazas del wáter con el peso
de miles de culos.

Yo sólo quería darles de comer.
He soñado que salchichas.
Ahora soy un gaticida.

Soy Álvaro de Campos.
Soy Alberto Caeiro.
Soy Pessoa que
mata gatos.

Entro a una tienda de venenos.

Tú le llamas droguería.
Yo le llamo tienda
de venenos.

DOS CENUTRIOS

Al principio
eran dos perros
que ladraban incansables al viento.

Luego se sintieron demasiado cansados
para seguir ladrando.

Se marcharon, cada uno montado en su coche.
La luna brillaba orgullosa en el cielo.

Tres horas más tarde se chocaron
en un cruce, cerca de
un Lidl.

Un charco de sangre seca.

Eso es todo lo que quedó
de aquellos dos
cenutrios.

O ——- O

Como a todos,
nos gusta encontrar
las cosas donde las dejamos.

Un reguero de mierda, un perro con diarrea.
Un viejo amable que luego
te mete mano.

Y, Y, Y…

Y una vieja bruja
necesitará un abrazo.
Y un viejo musulmán cagará rosas
en el baño.

Y el olor será insoportable.

Y viejos y viejas que huelen a café descafeinado
rascarán sus lenguas marrones
con palos de madera.

Y todos colgarán sus abrigos.
Y todos me dirán que me quieren
con más violencia y con más odio que nunca.

Y, y, y…

Y yo seguiré con los pies muy mal.
Y a todos ellos les dará igual.

Y, y, y…

Y todos colgarán sus abrigos.
Y todos se injertarán los dientes.

Y, y, y…

Y todos se morirán sin haber
hecho nada mejor
en la vida.