Cuando
escuches un crujido
y creas que se acerca el fin del mundo,
y una sonrisa tan grande como
el mundo que quieres ver
desaparecer
se dibuje clara en tu rostro,
escupe una reflexión de mierda,
una de esas que parecen tan
importantes,
lanza una escoba entre los escombros
y grita:
¡No tengo manos!
¡Tengo garras!
Acto seguido esa persona que siente
que tu mundo le pertenece
desaparecerá.