No hay nada peor que golpear
el pie desnudo contra una
caja de cartón,
bueno sí,
golpear el pie desnudo
contra una caja de
acero.
Así empieza todo, así empiezan mis poemas,
luego resulta
que un calcetín en la papelera,
que froto una lámpara y pido diez deseos,
que odio los dragones y los drones,
que soplo por un tubo y escribo
sobre un pelo de nariz.