Paseando entre
las casas de una urbanización de Tokio,
paseando entre los muros de cemento blanco sucio,
escucho cerrar una ventana,
escucho limpiar un plato en la cocina,
escucho vibrar las farolas iluminando
el suelo azul del crepúsculo
nipón.
Y ya que nadie me conoce, y ya que nadie
sabe qué hago solo por allí a la hora
de cenar, me aprovecho y
sigo paseando.