Como el sol
del atardecer baña mi poema,
como ese mismo sol baña y carga
de romanticismo el paisaje,
se agita el trigo en los bordes.
Se agita el que no ha sido recogido,
el marginado pero feliz por su
condición de marginado.
Mientras tanto tú me vigilas desde
tu ventana, pegados tus dedos en el cristal antiguo y fino,
rozando tus cabellos los visillos blancos,
finos,
antiguos,
como todos tus vestidos.
Y el sol me da de cara y se refleja en mis gafas de sol baratas,
y salgo del cruce y un coche me arrolla,
y mis gafas de sol intactas.