Algo
se prepara,
algo se cocina en la calle
Mercaderes.
Un cura se toca, un cura se soba
el alzacuellos y se compra de paso un salchichón,
y piensa en el cuerpo del hombre, y siente
su pecho más negro quel sobaco de
un grillo con brillo.
Una mujer tan alta que avanza y me alcanza,
y enroscado en sus largas piernas depiladas
me ahogo, y me despido del mundo con
un grito de socorro.
Algunos niños pijos aparcan sus bicis
de madera y se toman algo en una
terraza de moda.
Y yo digo ponlo en boca de otro,
no lo digas tú, y yo digo muerto
me sobra pudor en la calle
Mercaderes, cerca de
Gutiérrez.