Salgo a la calle
y congelo mis manos,
y veo el tapacubos de mi
segundo coche rodeado de flejes
y trozos de ladrillo,
y salgo del río por unas escaleras de cemento,
y entro de nuevo, y mojo mis pies
todas las noches,
y pienso que no remonta el cangrejo la corriente,
que se hunde a cada paso que da
en el barro del fondo,
y pienso que mis problemas serán
otros cuando haya
muerto.