Dejar los huesos de cordero para los perros
en los márgenes de las fincas de recreo
es algo que ya no se hace,
se ha perdido esa costumbre de dejar
los huesos de cordero para los
perros en los márgenes de
las fincas de recreo.
Una campana de iglesia que suena
como una tubería de acero
que baja rodando y te
quiere aplastar no
es tan peligrosa.
Todo eso lo piensas
caminando quince kilómetros
con tu bicicleta pinchada entre las manos.
Todo eso lo piensas, bueno,
todo eso y que la semana pasada
cayeron cuatrocientos cinco mil rayos
en la península ibérica.
Ayer leí
«En la infancia
lo que entierran los perros
no pasa desapercibido.
Su delicado matiz ridículo mantiene
a lo sagrado».
Me encantan los últimos, Txema! los percibo llenos de escenas visuales que me fascinan. Es la primavera que te sienta muy bien para escribir? 🙂
muaa
quién escribe eso? me mola
Alejandro Simón Partal. Te envío algo 🙂