Lapidar un sueño

Las señales de humo que se ven desde los satélites que apuntan a Grecia son la única novedad de un verano donde las predicciones del tiempo no sirven para nada. Pasamos de las tormentas de granizo en lugares donde nadie se atreve a predecir y las trombas de agua inesperadas que arrasan poblaciones a la sequía más feroz. A Europa vista desde arriba se la nota reseca. Como un polvorín en peligro de incendiarse de arriba abajo. Tanta predicción en todas las cadenas, total para apuntar las temperaturas máximas y mínimas. Y para mínima la presencia de las mujeres en la programación futbolística que presenta TVE. Sólo Pepa Bueno y María Escario entre una veintena de colaboradores y opinadores. Éstos van a hacer cierto aquel eslogan de un brandi que decía el fútbol es cosa de hombres. Un fenómeno que no sólo es exclusivo de esta cadena. Comienza a ser muy difícil encontrarse con mujeres comentaristas de fútbol. El tema no es que ya que el fútbol femenino no interese, sino que tampoco cuajen los comentarios que ellas pudieran hacer. Y para comentarios injustos los recibidos por Natalia Rodríguez, a la que le birlaron la medalla de oro. Si hasta ahora las medallas no eran una cuestión subjetiva, desde Berlín pueden comenzar a serlo. Los abucheos a Natalia tras su victoria fueron lo más parecido a un lapidamiento público. A partir de ahora los atletas, como ocurre precisamente con los futbolistas, tienen licencia para actuar, tirarse a la piscina y mandar que repitan la salida. Una de las imágenes televisivas de este verano es precisamente la de las lágrimas de esta deportista. Ahí quedan imágenes como la conocida mano de Dios , con la que Maradona pasó a la historia por meterle un gol a Inglaterra en el Mundial de México. Estos juegos pasarán a la historia por las marcas de Bolt y por el injusto abucheo de un público idiota a una atleta que quiso ganar.

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