Desfile en la cumbre

LAS informaciones que estos días se han dado en televisión sobre el festival de Cannes más tenían que ver con un pase de modelos que con un certamen relacionados con el séptimo arte. Una de las últimas galas fue la llamada Amafar, que supuestamente está organizada contra el sida. Aunque no tengo muy claro que este desfile de modelitos pueda aportar nada a la campaña. Es más, tengo muy claro que estos fines sociales se organizan para el lucimiento particular de los divos que al contrario. Pero en apenas dos décadas todo ha cambiado. Incluso Cannes. Lo que antes era búsqueda de obras maestras ahora es simple mercado. Ahí se venden películas, distribuciones y se vende imagen. Los actores lo saben y saben que no les queda otra que armarse de Armani y Christian Dior para estar a la altura de esas circunstancias.

Quizás por eso las imágenes de Edurne Pasaban al borde de la extenuación o la congelación nos sobrecogieron más el otro día, a su llegada al campo base tras el complicado descenso que realizaron del Kangchenjunga. Tiempo tendremos de angustiarnos cuando lo veamos en Al filo de lo imposible . Ahora esperemos que este verano consiga su recuperación para que en otoño se arme de valor y afronte la ascensión al Sisha Pangma, el penúltimo obstáculo para conseguir ser la primera mujer en subir todas las montañas de más de 8.000 metros. Como en su momento lo hizo también Juanito Oyarzabal, Edurne está consiguiendo que los espectadores nos interesemos cada día un poco más por esas hermosas locuras. Hace falta que las heroicas aventuras que todavía se producen en la alta montaña no acaben como Cannes, una pasarela que hace un tiempo cambio el cine por el exhibicionismo de productores y actores. Se olvidaron de que era el cine y la aventura lo que nos emociona.

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