Vergüenza ajena

Lo decía Andreu Buenafuente en una entrevista en La Sexta con motivo de su programa 500 en esa misma cadena: «La televisión me produce a veces vergüenza ajena», una frase que muchos espectadores suscribimos. Pero jamás pensé que esta misma expresión la utilizara otra gente. Precisamente la usó el sábado pasado Jordi González en Telecinco cuando en su programa La Noria , María Antonia Iglesias, la que fuera directora de TVE en los tiempos de González, le llamara «cabrón y machista repugnante» al antiguo portavoz de Aznar, Miguel Ángel Rodríguez que, claro, tampoco se quedó callado y le espetó un «Mª Antonia, y tú eres una imbécil». Al parecer hay tertulianos que tienen tanto trabajo en los medios que apenas les queda tiempo para cultivar la educación y el raciocinio. La respuesta del moderador, por llamarle de alguna manera, fue la de suspender el programa con un teatral y compungido «siento vergüenza y pido perdón». Y es que hay que caer bajo para que en un programa con tan pocos escrúpulos como La Noria se pongan colorados por un par de insultos. Más bien se podría decir que, conociendo la altura de sus debates, aquellas palabras que se profirieron eran pura candidez si los comparamos con la crudeza con la que estos habladores profesionales suelen despachar a todo el que aparezca por el plató. Entre la vergüenza comprensible y silenciosa de Andreu y la exagerada y oportunista de Jordi hay una diferencia abismal. La del primero viene desde la honestidad profesional y, la segunda, desde el despropósito semanal de querer hacer debate con los residuos peligrosos del cinismo periodístico. En televisión, la vergüenza para unos es un sentimiento y para otros, simplemente, una frase hecha para sacarle partido a la ocasión.

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