El mismo cuento

‘Gran Hermano’ pasará a la historia como el concurso más criticado de manera negativa de la historia de la televisión. Eso no es que hable muy bien de esta profesión, pero, digo yo, tampoco la invalida. Porque todo este tinglado que viene montándose desde hace 10 temporadas tiene que ver más que ningún otro con el público. Los que ven Gran Hermano y lo reconocen han encontrado en Mercedes Milá a su musa. Ella da las explicaciones por todo el mundo y, a quien no le guste, que le zurzan. Y es que en esto de los vicios inconfesables hay mucho cinismo, o recuerden si no la de gente que dice no haberse meado nunca en la ducha. O como esa gente que dice haber leído varias veces El Quijote , aunque la realidad sea que nunca pasó de la página 14. De éstos en televisión estamos unos cuantos. Que lo mismo aseguramos no perdernos los documentales de la 2 y lo que no dejamos un solo día es Amar en tiempos revueltos u otros productos todavía más inconfesables. Pero es que no me extraña que los de GH y la Milá, con los datos de audiencia que manejan, vayan sobraos . Levantándole el dedo del medio a quien se atreva a criticarlos; o dándole un corte de mangas a quien discuta la autoridad moral de un programa que vende la vida de unos concursantes. Para esta nueva edición la gente ha sacado punta al cuchillo de la crítica, pero nadie se atreve ya a lanzarlo contra el formato. Unos prefieren meterse en exclusiva con la presentadora y otros, con los defectos de los concursantes. Nada que ponga en evidencia la continuidad del proyecto y que, por el contrario, le sirve para darle publicidad. Y es que habrá que repetirlo: las críticas que hablan de la edad, estado civil, profesión o estatura de los concursantes forman parte del marketing que alimenta estos programas. Ya les vale, siempre con el mismo cuento.

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