Hasta las cejas

MIENTRAS se acercan las etapas de los Alpes donde la tele ha emitido emociones memorables, los que seguimos el Tour por televisión comenzamos a sospechar de todo el mundo. Visto lo visto hasta ahora, uno tiene la sensación de que quien levanta las manos por haber llegado a la meta mañana será uno de los protagonistas de los informativos por sus chutes de EPO de última generación. Y es que hay que ver hasta qué punto estos corredores son capaces de jugarse el todo por el nada a una carta. Riccò y Piepoli en los Pirineos fueron los grandes protagonistas. Ciclistas que hicieron todo lo posible por subir esas cumbres puestos hasta las cejas sin importarles, al parecer, que ésa fuera su última etapa. Está claro que en la vida hay decisiones desafortunadas y otras equivocadas. El de estos ciclistas es un comportamiento a vida o muerte. Como el de esos insectos que tantas veces hemos visto en los documentales de la siesta. Crisálidas y mantis que actúan con la trepidante finalidad de que su plenitud dura apenas un día.

Pero hablando de decisiones desafortunadas, la retirada de El conciertazo es una importante. La 2 sigue reponiendo conciertos antiguos en los que los niños conviven con los músicos profesionales en un enternecedor espectáculo televisivo. Es cierto que el resultado de este programa nunca terminó de ser bueno. Que el toque cómico que le imprimía García Argenta pecaba de soso y la puesta en escena parecía pobre teatro de colegio, pero era una de las pocas ocasiones en la que los niños tenían una opción cultural a su medida. Van jubilando a aquellos presentadores que intentaron que la tele fuera un medio transmisor de la cultura. Hoy a estos ciclistas de la pantalla los cambian por otros que para subir al Tourmalet de la audiencia sean capaces de meterse toda la EPO insustancial que haga falta.

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