Menuda faena

SE acerca el verano. Época de desbandada de famosos echando la persiana y largándose en busca de los paraísos que aguardan a sus contratos millonarios. Algunos lo de cerrar se lo empiezan a pensar porque nunca se sabe si a la vuelta el público habrá cambiado y ya nada será lo mismo. Buenafuente va a hacer una mix. Se va de vacilones todo el verano pero deja a Berto al frente de la barraca. La verdad es que Buenafuente se está convirtiendo en un especialista del estar sin estar; de que lo represente alguno de sus otros yoes: El Neng, Chikilicuatre y ahora Berto. A otro que el yo le juega una mala pasada es José Tomás, ese torero que se niega a que retransmitan sus, digamos, faenas por televisión. La contradicción para quien no quiere salir en televisión, es que sacaran la noticia de su triunfo en todos los informativos de todas las cadenas junto con imágenes de esa costumbre hortera de sacarlos a hombros por la puerta grande. Su toreo así cobra una dimensión de exclusividad que ha hecho que se pagaran 7.000 euros por una entrada. Cifra escandalosa en tiempos de crisis. No es que me parezca mal que José Tomás no se deje grabar, sobre todo teniendo en cuenta que hace tiempo que este negocio de los toros había caído en las redes de la taquilla y de las teles de pago, lo que no se termina de entender es cómo se le puede permitir este capricho saltándose a la torera el posible interés público que despiertan sus, digamos, corridas. Como en la Edad Media, los aficionados humildes al toreo valiente y templado de José Tomás tendrán que conformarse del boca a oreja; creerse los comentarios de quienes afirmen que fueron testigos y completarse la película con esos tres planos que han permitido sacar en los informativos. Aunque no sé qué me da que esa digamos faena estará colgada muy pronto en esa televisión de los milagros llamada Youtube.

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