Yo soy Olga

Los periodistas nos quejamos de que se nos quiera echar la culpa de las noticias que transmitimos, comentamos o, por qué no decirlo, recreamos. Vamos, que muchos quieren matar al mensajero porque el mensaje no les beneficia. En el caso de los debates electorales el mensajero se ha convertido en el convidado de piedra. La movida mediática ha sido tan fuerte que el debate está muy por encima de las personas. El papel moderador ha sido relegado a la mínima expresión . Digamos que con el control de tiempo y el turno de palabra en el que se han empeñado Campo Vidal y Olga Viza, más que cuarto poder parece el último. Dio la impresión de que, cuando los candidatos se fueron ayer, fue Olga la que se quedó recogiendo las sillas, apagando las luces y devolviendo los cronómetros a los árbitros de baloncesto. Con este papelito al que nos han reducido en los debates nos quedan dos telediarios o, como mucho, un par de elecciones antes de que nos cambien por alguna operadora automática o un ordenador de última generación. Más que la seguridad de Zapatero y los zarpacitos de Rajoy, ayer quien resultó ganador fue el acontecimiento social del debate y quien perdió esperemos que no de manera definitiva fueron la libertad de expresión de otros candidatos y la labor periodística.

Yo soy Bea tiene por fin fecha de caducidad. Son los personajes del mundo periodístico que mejor han sabido rentabilizar el tiempo en la TV. La gracia de esta serie estaba en hacer unos pocos programas antes de presentar el momento estelar en que la fea mutara milagrosamente en tía buena. Pero el éxito diario de la historia ha hecho que tres años después la tengamos pendiente la resolución del conflicto. Propongo que Bea modere un tercer Cara a cara y que allí mismo se quite por fin la careta. No hay guionista en el mundo que ese momentazo.

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