Fuegos y Titín III

Ver a Titín III todos los días jugando partidos frenéticos de 22-21 en televisión es ya un clásico aunque comienza a ponerme nervioso. Más que todo temo por su salud. ¿Cómo es posible que un día acabe agotado y al otro aparezca tan fresco en el paseíllo torero que les hacen hacer a los pelotaris? Otro clásico de verano es la retransmisión que ETB 1 suele hacer de los fuegos artificiales y mira que es complicado el tema. Los fuegos, ya se sabe, son una actividad insustituible en los programas festivos de toda localidad que se precie. Claro que todo hay que decirlo, los fuegos en la tele pierden mucho por más fundidos, encadenados, paseos celestiales y primeros planos a las caprichosas farolas donostiarras que se intenten. El sonido resultante, el que captan los micrófonos, tiene un toque a pedorreta que echa por tierra todos los esfuerzos técnicos que se le pongan. Claro, y luego vienen los comentarios técnicos sobre los efectos de la pirotecnia y eso ya es demasiado. En fin, que los espectadores del programa Donostíako artifizialak vivimos en una pura contradicción: vemos con gusto esas imágenes de la iluminada noche donostiarra, nos quedamos extasiados con la bahía de la Kontxa y los reflejos de las luces en el mar pero, al mismo tiempo, apagaríamos el televisor por no escuchar ese ruidito a carraca infantil en el que se convierten las explosiones.

Aunque para carraca la que ha comenzado a sonar con la novena edición de Gran hermano . Se fletó un autobús, hace ya algunos meses, que va en busca de esa mezcla defrikies sin complejos con los que cada temporada componen su lustroso negocio en Guadalix de la Sierra. Lo del autobús es una manera de ampliar el negocio y hacer horas de televisión que vendrán bien algún día cuando les toque convertir toda la programación en torno al encierro de estos tipos. Más pedorretas.

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