Magos y cirugías


Ahora que se han ido puedo decirlo con claridad. Los reyes magos como personajes de televisión son de lo peor. No hay quien se aclare. Unas veces te los sacan jóvenes y montados en camello y otras viejos y bajando de un avión, o altivos en una carroza espectacular. Les cambian de traje constantemente, unas veces llevan corona, otras no. Del rey negro hay tantas versiones que como a los niños les dé por preguntar: claro peligro. Estos personajes sobreviven no por la tele desde luego si no gracias a la voluntad del teatro popular que los pone a la misma hora en todos los puntos de la geografía. Lo cierto es que a pesar de los años, estos tres personajes no terminan de cuajar televisivamente como le ocurre a Santa Claus que no hay año que no le hagan una película. Quizás a sus majestades lo que les falte sea aparecer más en esos programas de cotilleos o someterse a una prueba de la máquina de la verdad. Se imaginan: «A ver Melchor, ¿es verdad que en una noche recorres 10 millones de hogares? En fin. A unos la fama les llega encerrándose en un plató de televisión con otros concursantes con la misión de dar a todas horas la nota. Otros se casan con una tonadillera o se afilian a un partido mafioso que opere en Marbella, los hay que son conocidos a fuerza de presentar todos los día un telediario o ir señalando anticiclones y borrascas en el mapa del tiempo. Pero esta semana hemos vivido una nueva experiencia. Nos la presentaba en TNT (son tan falsos que se presentan con las iniciales) Yolanda Flores, otra diva del periodismo de investigación que ha acabado saliendo del armario del cotilleo y compartiendo pupitre con Lecquio y los Matamoros. Esta gran periodista nos presentó a una tal Carol. Una mujer normal a la que le llegaba la ruleta de la fama permutando su operación de tetas. Un trueque de morbo y cirugía por silicona e información. Pura mierda.

Magos y cirugías


Ahora que se han ido puedo decirlo con claridad. Los reyes magos como personajes de televisión son de lo peor. No hay quien se aclare. Unas veces te los sacan jóvenes y montados en camello y otras viejos y bajando de un avión, o altivos en una carroza espectacular. Les cambian de traje constantemente, unas veces llevan corona, otras no. Del rey negro hay tantas versiones que como a los niños les dé por preguntar: claro peligro. Estos personajes sobreviven no por la tele desde luego si no gracias a la voluntad del teatro popular que los pone a la misma hora en todos los puntos de la geografía. Lo cierto es que a pesar de los años, estos tres personajes no terminan de cuajar televisivamente como le ocurre a Santa Claus que no hay año que no le hagan una película. Quizás a sus majestades lo que les falte sea aparecer más en esos programas de cotilleos o someterse a una prueba de la máquina de la verdad. Se imaginan: «A ver Melchor, ¿es verdad que en una noche recorres 10 millones de hogares? En fin. A unos la fama les llega encerrándose en un plató de televisión con otros concursantes con la misión de dar a todas horas la nota. Otros se casan con una tonadillera o se afilian a un partido mafioso que opere en Marbella, los hay que son conocidos a fuerza de presentar todos los día un telediario o ir señalando anticiclones y borrascas en el mapa del tiempo. Pero esta semana hemos vivido una nueva experiencia. Nos la presentaba en TNT (son tan falsos que se presentan con las iniciales) Yolanda Flores, otra diva del periodismo de investigación que ha acabado saliendo del armario del cotilleo y compartiendo pupitre con Lecquio y los Matamoros. Esta gran periodista nos presentó a una tal Carol. Una mujer normal a la que le llegaba la ruleta de la fama permutando su operación de tetas. Un trueque de morbo y cirugía por silicona e información. Pura mierda.

El móvil te apunta

La emisión del vídeo del ahorcamiento de Sadam Husein es un acto criminal tan inadmisible como la misma pena de muerte. Vivimos en un mundo en el que un teléfono móvil se puede convertir en una amenaza para la libertad si no se utiliza con un mínimo de moralidad. Cada vecino se convierte en un reportero que puede grabar nuestras miserias y colgar las imágenes en Internet, hacer de nuestra intimidad algo público y convertir nuestra vida en un infierno. Hay que tener mucho cuidado con este tema y los informativos de televisión deberían mostrar mayor prudencia a la hora de utilizar estas imágenes realizadas por aficionados que, movidos por la notoriedad que creen pueden conseguir en televisión, efectúan grabaciones sin tener en cuenta que es muy posible que quien aparece en ellas no lo desee. Si convertimos a toda la población en periodista de los acontecimientos, corremos el riesgo de transformar el derecho a la información en un camino directo hacia una nueva fórmula de totalitarismo en la que los ciudadanos habremos perdido el derecho a la intimidad. Porque en cualquier acontecimiento o accidente, por muy pequeño que sea, habrá uno o varios teléfonos apuntándonos para llevar nuestra desdicha al mundo. Y puestos a pedir, no estaría de más un poco de sentido común en nuestras sufridas vidas de espectadores de televisión. Deberíamos aplicarnos el dicho de año nuevo vida nueva y cambiar drásticamente nuestra elección televisiva, con el fin de dotarla de un poco más de vida y menos vísceras. Aunque mucho me temo que el año nuevo, televisivamente, nos traerá más de lo mismo, y propongo que la revolución televisiva arranque del mando a distancia. Que el valor del cotilleo y las grabaciones furtivas entre en quiebra total. No hace falta esperar a mañana; comencemos hoy mismo.

Cola de pescadilla

Comienza el año sin la hermosa competencia entre House y El Comisario la noche de los martes. Ambas series acabaron con el año y lo que nos espera será el enfrentamiento de la tercera entrega del doctor cojo con la nueva temporada de Los Serrano . Competencia en estado puro en una franja en la que saltan chispas. Pero no es oro todo lo que reluce. En estas fechas navideñas lo que vemos tiene un regusto a enlatado preocupante. Es como si los especiales de Navidad los hubieran grabado en verano. Lo que abunda son los concursos y las galas benéficas en las que los mismos famosetes de siempre participan asegurando que todo lo que gane en el juego lo destinarán a una ONG. La industria televisiva en este país es famélica. Seguramente su fragilidad se debe a que los únicos fuertes son cuatro productoras que han conseguido el poder que las cadenas les han ido dejando. El recurso facilón de las cadenas es que para poner en marcha un programa de entretenimiento no tienen otra opción que invitar a personajes famosos. De esta manera, son siempre los mismos cantantes de promoción o los que no se comen un rosco los que acuden encantados de plató en plató, de cadena en cadena. Las aguas de televisión rara vez se renuevan, quizás por eso en ocasiones nos lleguen hasta el cuarto de estar ciertos malos olores. Mientras Globo media se bate el cobre cada martes con la potente industria americana que está detrás de House , el resto se dedica a hacer concursos y galas de medio pelo poniendo la excusa de la solidaridad. Como aquellas campañas de sentar un pobre a la mesa, a éstos sólo se les ocurre hacer un programa a la medida de los famosos. No queda claro si esta iniciativa surge para beneficiar a los desfavorecidos o como burda excusa para contratar a los enchufados que todos conocemos.