Ana y ‘Goenkale’

LA actualidad impone que en esta columna hablemos del estreno de Ellas y el sexo débil, pero va a ser que no. Que después de haberlo dicho todo sobre la bajeza moral y el mínimo nivel intelectual que representan todos los programas y series en los que aparece Ana Obregón, me planto. Que sea el silencio del público y el sentido común de los espectadores los que lleven a este engendro al lugar que le corresponda, siguiendo las pautas necesarias para el reciclaje, la depuración y la incineración en los basureros. Si uno mira minuciosamente la cartelera, encontrará rarezas que han adquirido la categoría de milagro. Metrópolis es una de ellas. Programa cultural y, en muchas de sus ediciones, alternativo, que tiene la friolera de ochocientas entregas, y eso que buena parte de su vida ha sido semanal y, como esos bombones que anuncia la Preysler, se dejan de hacer en verano. Metrópolis es una apuesta que habla de todo tipo de lenguajes artísticos. Es un programa rompedor por la naturaleza de los artistas que presenta y por el atrevimiento de los contenidos. Cerca de 20 años siendo referencia. Una pequeña brújula televisiva con la que guiarse entre el escurridizo y cambiante mundo de las vanguardias. Pero, volviendo a las series de ficción, mañana comienza en ETB 1 la nueva temporada de Goenkale, y ya suma 13 cosechas. Los problemas de Arralde forman parte de la cultura colectiva y los integrantes de la familia Lasa han trascendido al nivel sicológico de nuestros vecinos. Goenkale no se refugia en el recurrente efecto de la ficción sin pretensiones. En una sociedad que conocemos de sobra, habla de la vida y no renuncia a dar el repaso que se merecen nuestras habituales manías, mezquindades y males de ombligo. Tiene un toque sincero, nada frecuente en la televisión de nuestros días, que se agradece.

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