Derecho a Mundial


QUE TVE no posea los derechos del Mundial de fútbol sería algo normal si no fuera porque éstos se han utilizado para promocionar el nacimiento de una nueva cadena. Al parecer, existen ciertas dudas sobre si La Sexta llegará a tiempo de colocar todas esas antenas que le permitan televisar los partidos del mundial de Alemania. Ellos dicen que sí, pero el PP no se fía. No queda claro si su desconfianza nace de las dudas técnicas que le impidan llegar a tiempo, o de que no le pongan sonido al himno y cámara exclusiva a la bandera roja y amarilla. Además, han mostrado su preocupación porque no veamos el Mundial de fútbol gratis. Está bien que estos defensores a ultranza del no intervencionismo del Estado pidan fútbol gratis para el pueblo; que los mismos que sueltan discursos neoliberales propongan la intervención de la autoridad pública y declaren el fútbol, como al oso polar, especie en vías de extinción o, qué sé yo, el casco antiguo de Toledo, Patrimonio de la Humanidad. Pero resulta que detrás del Mundial está también la marca conocida como Selección nacional de fútbol. Todo un chollo al alcance de determinados jugadores que además obtiene un seguimiento mediático impresionante. Al PP le interesa la mencionada costumbre de hacer patria, más que ganando los partidos con buen fútbol, que escuche bien clarito el himno y se hagan planos y fundidos románticos sobre la bandera. Fuera de una Copa de Europa, a la selección no se le conoce otro mérito que el de salir por la puerta de atrás a la altura de los cuartos de final. Pero es que hay que entenderlos. Con el poco éxito que tiene últimamente el festival de Eurovisión, se quedan sin referentes. Sólo les faltaba que el único vestigio nacional que les queda a quienes añoran los viejos tiempos pase al enemigo. ¿Y si esta vez ganan el Mundial? Se quedan con la bandera y sin derechos.

Fuera pelucas

Que después de una vida en televisión nos enteremos de que José María Íñigo llevaba peluquín indica el grado de tomadura de pelo a que este medio somete a los espectadores. Que la televisión es pura mentira lo demuestra también el estreno del programa Odiosas, en el que aparecen siete pimpollos haciendo del periodismo puro teatro y, si me apuran, exhibicionismo barato. Las odiosas chicas juegan a aparentar ser Mae West pero se quedan en una mala mezcla de Carmen Sevilla, eso sí, con una vocalización digna de Boris Izaguirre. El resultado final es una nueva versión de Caiga quien caiga y Noche Hache . Este tipo de periodismo, o lo que sea, llega tarde. Durante el cuatrienio absoluto de Aznar fue la herramienta más eficaz. Los trajes negros de los reporteros de Caiga quien caiga eran como un oasis en medio del desierto y el mal ambiente en que se había convertido la profesión de informar. Una vez más el humor salía en defensa de la libertad de expresión. Pero afortunadamente aquellos tiempos pasaron. Las huestes populares se diluyeron y los caudillos de la manipulación abandonaron la televisión pública para escribir libros y presentar monólogos. Ahora la propuesta de estas chicas tiene la misma carga argumental que la reposición de Blancanieves y los siete enanitos en vísperas de jornada de reflexión electoral. Más que la bola de billar de Íñigo ocultada con tenacidad y perseverancia a lo largo de los años, la que nos descubrió todo fue la entrevista de El loco de la Colina. Rescatada de sus tiempos en Canal Sur con su programa Los ratones coloraos apareció desnuda una stripteaser que leía a Saramago. Recuperar la entrevista por parte de Jesús Quintero es como decir que, de joven, fue revolucionario. Hubiera sido un detalle que la hubiera actualizado. Su osadía se merecía una segunda oportunidad.

Mar adentro

HAY series televisivas que funcionan igual que esos muñecos a pilas que siguen y siguen y siguen, mientras que otros muñecos que salieron al mismo tiempo que ellos se quedan por el camino. Hace poco le cortaron la corriente a 7 vidas, y hay que agradecérselo, pero no porque no continuara siendo un éxito de audiencia, más bien estaba todo el mundo tan aburrido del éxito que prefirieron darle un hachazo a la raíz, y santas pascuas. Es cierto que existe un público fiel a este tipo de series de una familia especial o una comunidad defrikis o simples esperpentos que, por mucho que parezca, no tienen nada que ver con la realidad. Este tipo de series se les dan muy bien a nuestras productoras. Se han especializado tanto que difícilmente van a meterse a crear otros productos. Zapatero a tus zapatos. Como esos muñequitos a pilas, las producciones van apareciendo y luego unas pocas son las que continúan en el tiempo. Esto les ocurre por ejemplo a Los Serrano. Todo el mundo sabe que poseen la audiencia suficiente, que por grandes que se les hagan los niños, y porque algunos lleven diez años en el bachillerato, o por mucho que los bebés sean ya adolescentes, el caso es que a la audiencia le da igual. Digo yo que tiene que salir un alma caritativa, un productor o qué se yo, alguien que sepa aplicar la eutanasia a esta historia. Cada semana veo el tándem imposible entre Resines y Belén Rueda junto con el histrionismo de Jesús Bonilla y el chulapismo desfasado de Antonio Molero y unos niños o ancianos abandonados a su suerte. Todo funciona y entiendo que nadie quiera meter jeringuilla letal a tantos años de éxito. Pero el éxito a veces se fabrica con ideas equivocadas. Es como eso de meter roedores en jaulas y reducir su vida a dar vueltas dentro de una mini noria. Por favor, que alguien los eche Mar adentro .