Por la campana

La figura mediática de Florentino Pérez se desinfló el pasado lunes en la rueda de prensa posterior a la junta donde presentó su dimisión. Dimisión que corrió como la pólvora. En un minuto, todas las cadenas -todas menos una-, habían despachado de malos modos el programa de turno para conectar en directo con la sala de prensa del Real Madrid. Los periodistas no daban crédito a su fortuna: tenían la noticia del mes, del año o de la década justo a la hora de los informativos. Todos menos Pedro Piqueras, que debutaba ese día en el informativo de Telecinco en sustitución del defenestrado J.P. Valentín. Piqueras, después de cuatro años, volvía al frente de un informativo. Pues bien, la comparecencia de Florentino si iba retrasando y a él, que comienza el primero, pues se le acabó el tiempo y despidió el programa, con tan mala fortuna que Florentino apareció justo en pleno carrusel publicitario. El pobre Piqueras no estuvo fino. Ni supo alargar el informativo hasta hacerlo coincidir con la noticia, ni pudo seguramente, volver a activarlo. Mientras las cadenas daban las palabras del ex presidente de fútbol con la intensidad que si aquel hombre triste declarara la tercera guerra mundial. El morbo de la dimisión inundó todos los informativos. Se les vio el plumero de cabo a rabo. Tanto es así que fue Iñaki Gabilondo quien se justificó diciendo: «Seguramente el tratamiento de esta noticia es exagerado pero, créanme, están equivocados, ni el Madrid es un club cualquiera, ni Florentino es un presidente cualquiera». Pensándolo mejor, a Pedro Piqueras la publicidad le salvó como a un boxeador noqueado le salva la campana. Porque ni Florentino es un hombre de Estado, ni el Real Madrid merece más tratamiento que cualquier equipo. Aunque de verdad lo diga Gabilondo.