
De
camino
a la gran ciudad
me hice un par de gasolineras.
Con
el dinero
prestado compré
algo de droga y tres cartones de tabaco.
Nunca había visto un rascacielos en persona
y yo quería hablar con los
rascacielos.

Hace tiempo, un ciego cojo destornudos violentos
al que incautaron tres discos duros
llenos de porno duro para
ciegos de nacimiento
me dijo:
¿Quieres verme limpiándome el culo?
Yo no me veo y de nada me sirve un espejo convencional.
Y luego gritó jubiloso:
¡Que vivan los pasos de tortuga!
¡Que vivan los pequeños y lentos avances!
¡Viva el cumplimiento de tus objetivos razonables!
Entonces le tomé por un loco ciego de nacimiento cualquiera.
(Por sus discos duros sobre todo).
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Pasó
el tiempo y yo
sin saber que pasaba, me tumbé a pensar en la cama:
¡Maldita sea!
Me siguen calando sus gritos llenos de júbilo
y me sigo planteando una respuesta
a su invitación.