LA MOSQUITA MUERTA

Hay una mosca durmiendo
en la pared de mi
cocina.

A trescientos ochenta y cuatro mil cuatrocientos kilómetros,
en un cielo nocturno de primavera que todo lo alberga,
brilla despejada, la luna.

Su reflejo ilumina una carretilla oxidada,
en el suelo de la calle,
volcada.

De un oscuro portal sale un hombre con mochila negra.

Sale de su casa a horas intempestivas
para un encuentro sexual
casual.

¡Ñam, ñam!

Hay una mosca durmiendo el la pared de mi cocina.

Espera.
No duerme.
Me observa de reojo.

Se hace la mosquita muerta.

MUECAS

Soy un viejo decrépito sentado en un banco,
haciendo tiempo,
mirando su reloj de pulsera
cada cinco minutos.

Soy un adolescente cabreado con el mundo,
lanzando sillas de plástico a una
piscina vacía,
sin pensar en nada ni en nadie.

Soy un adulto alienado, loco, demente,
recién levantado,
tomándome mi tiempo con la seda dental,
delante del espejo.

Y veo
en mi reflejo de adulto alienado,
al adolescente cabreado y
al
viejo decrépito.

Los tres me hacen muecas, como avisándome
de algo chungo que se acerca,
algo que no puedo ni
ver
ni oler.

YO NO DIJE NADA

Era
como si notara
la presencia de dos fantasmas.

Uno feo y otro su gemelo igual de feo.

Me dijeron el vacío existencial de una patraña.
Me dijeron la sombra de una señal.

Yo no dije nada.

Me limité a esperar el vacío existencial,
la sombra de una señal.

Pero no pasaba nada y los dos fantasmas estiraban
su sábana sucia por la zona donde
supuestamente estaba
su polla.

VESPERBOY

Vesperboy
nunca madruga.
Nunca sale de noche ni tampoco
a mediodía.

Vesperboy
sale por la tarde.
Sale cuando el sol de su barrio se oculta
entre los edificios.

Vesperboy
es un santo de sombra larga.
Te bendice con su presencia entre las siete
y las nueve post meriendiem.*

*Juego de palabras en latín inventado por mi amigo Jon Arriazu que significaría “después de la merienda.”