y la envidia de todos los muertos
Todas las noches paseaba solitario
fumando cigarrillos de liar
y se dejaba observar por el resto de fantasmas
mientras el viento del invierno agitaba su larga melena
y blanqueaba su delicado y melancólico rostro
Pero llegó un día que se hartó de todo aquello
Eran muchos años paseando por el cementerio en plan:
“Soy el fantasma perfecto”
Millones de años haciendo lo mismo a la luz de la luna
¡Menudo aburrimiento! – Dijo gritando al cielo
Se liberó entonces de sus mortajas de seda y piel
y se convirtió en un viscoso y terrorífico