El cielo arroja
bolas de fuego.
Su calor estimula
el acicalado mutuo.
Seres vulnerables
contemplan el amanecer africano.
Y yo pierdo el tiempo escribiendo un poema
que habla del tiempo.
El cielo arroja
bolas de fuego.
Su calor estimula
el acicalado mutuo.
Seres vulnerables
contemplan el amanecer africano.
Y yo pierdo el tiempo escribiendo un poema
que habla del tiempo.
Y aquí estoy,
esperando mi primera clase de piano,
cerca de un montón de huesos de pollo,
cerca de un contenedor.
No quiero luz natural,
sólo quiero empezar mis clases
y que me dejéis en paz.
Hace muchos años
mi amigo Fernando se rompió los dos brazos
intentando escalar una portería de fútbol.
Se le vino encima.
No la pudo esquivar.
Y aquí sigo,
esperando mi primera clase de piano,
con dos tubos de pasta de dientes en los bolsillos,
cerca de un charco de nieve.
No quiero hablar de su funeral,
sólo quiero empezar mis clases
y que me dejéis en paz.
Hace muchos años
mi amigo Fernando se rompió el cráneo
intentando escalar una portería
de fútbol.
Se le vino encima.
No la pudo esquivar.
A veces imagino que cuento chistes
en la puerta de un tanatorio.
A veces imagino que piso una
mierda de perro y resbalo
entre dos coches.
A veces imagino
con los ojos cerrados y
en medio de una espesa inquietud
que apago de nuevo la luz
dormido.
Cuando la carretera se funde con las nubes
y se congelan las ramas de los árboles.
Cuando dibujas comida en la pizarra
y una calabaza gigante parece un
balón de fútbol gigante.
Cuando los charcos se los lleva el viento.
Cuando no calculas el peso de un trozo de madera.
Cuando se proyecta la sombra de un garbanzo en la sopa.
Cuando lo que de verdad importa
eres tú.
Me dijo que no se quemaban los recuerdos,
que se quemaban los marcos
de las ventanas.
Me dijo que seguía lloviendo en los pasillos,
que no dejaban de crecer
las llamas.
Me dijo todo eso de su abuelo
y de su madre,
y de la lluvia
dentro de
casa.
Eres para mí bazar esotérico.
Eres barrio extraño y breve.
Eres noches de verano.
Eres para mí ruido de tormenta.
Eres lluvia de montaña.
Eres papel arrugado.
Eres para mí pero no soy para ti
ni bazar esotérico
ni tormenta
ni nada.
Y como no merece la pena seguir hablando solo
me despido y termino este aburrido poema
dando palmas con
las orejas.
Mi risa de loco sonará tan alta
en los funerales del mundo,
mi risa de trastornado
sonará tan alta en mi propio
cadáver,
mi risa más horrible, la más desagradable
sonará tan alta que será inevitable
un contagio masivo.
Y todo lo muerto,
y todo lo viejo desaparecerá
entre los dientes.
Álvaro,
el hombre del deporte
sale como todos los días
con su cabeza sobre los hombros.
Es el típico tío de fiar desde que una montaña
se le vino encima.
Es el típico tío que tiene conversación,
una de esas personas que sale muy feliz
con su bocadillo de jamón de una tienda de
bocadillos de jamón.
Álvaro,
el hombre del deporte
nunca te dirá qué tipo de deporte debes practicar,
sólo te dirá que practiques alguno
y que bebas dos litros
de agua diarios.
Es el típico tío que cuando nota un fuerte sabor
a moho en el tomate sigue comiendo.
Es el típico amigo de sus amigos,
siempre jodiendo.
…
Vivo en las alcantarillas.
Vivo feliz en mi prístino agujero
sin luz natural y rodeado de basura.
He adquirido un tono de piel muy pálido,
soy la envidia de las nubes y de los
papeles en blanco.
Te doy la bienvenida, te ofrezco si quieres
una parcelita en mi subsuelo.
Pero luego no digas nada si lo que quieres
de verdad no tiene nada que ver
con este mundo,
mi mundo.
Escribió sus primeros versos cerca de la misma ventana,
cerca del mismo arcón de madera lleno
de ratones de colores.
Dicen que cuando tenía dolores de pelo fino
se adentraba en el bosque de la mente
y que así calmaba sus horas.
Junto al arroyo seguían brillando las palabras,
como lo hace la corriente que
brilla entre las piedras.
Pero los dolores siempre volvían y para eso estaban
los ratones de colores y la perfecta nube blanca
sobre fondo turquesa que bañaba su cuarto de
tonos de atardecer.