
¿Cómo no pude saber desde niño
que la vida era muy corta y que por lo tanto
debía vivir cada segundo como si fuera un regalo?
Porque no lo era.
La vida no era corta entonces.
Los veranos eran infinitos
y el resto del año una
vida entera.
Yo era un
castillo de naipes, eso es verdad.
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Mi muerte sólo existía en un plano lejano.
Pensaba en ella pero desde
otra
dimensión.
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Ahora me quejo, me quejo y me quejo.
Y cada vez que me quejo alguien farfulla entre las sombras:
Es lo que hay.
Cada segundo de mi vida es un regalo, lo digo en serio.
Vivir es una profesión bonita,
es una bonita profesión.