Los
viejos del futuro
ya no se miran a hurtadillas
en los espejos.
Lo hacen sin disimulo, con desparpajo.
Deambulan por la calle sin rumbo.
Pinchan sus venas hinchables
con punzones oxidados.
Y se desinflan.
Los
viejos del futuro
ya no se miran a hurtadillas
en los espejos.
Lo hacen sin disimulo, con desparpajo.
Deambulan por la calle sin rumbo.
Pinchan sus venas hinchables
con punzones oxidados.
Y se desinflan.