Antes
era imprescindible pasarlo mal,
no hacía falta ser guapo pero sí raro,
y tener los ojos rojos de cordero degollado,
y tener el pelo grasiento y la cara muy blanca.
Ahora
es imprescindible ser feliz,
no hace falta ser guapo pero sí un hortera,
y tener los ojos blancos como pelotas de ping-pong,
y tener el pelo recién lavado con champú y secado con secador.