Francisco
tiene la carita sucia,
el viento del norte ha envejecido
su rostro y las drogas de diseño han
cerrado su mente.
Francisco prefiere vivir obcecado pero dispuesto,
prefiere perderse consigo mismo y
prefiere hacerlo dentro del
bosque amarillo.
El bosque amarillo está cerca de la carretera, cerca de
una vieja casa donde un perro asoma el
hocico por la ventana y observa
los coches.
Pobre o bendito Francisco, él solito se
ha lavado la carita en un charco
y de nuevo se ha hundido
en el barro.