Le dijo un padre a su hijo:
Vamos al sol, ven.
Y su hijo fue,
y se llevó consigo una botella de agua,
y la lanzó al río.
El padre le regañó:
¿No ves que una botella de agua hundida en el río
parece un pato que parece una botella de
agua hundida en el río?
El hijo no entendía nada y cansado de recibir
lecciones apoyó su mano derecha en
la cristalera del tanatorio.
De nuevo el padre le regañó:
¡No dejes todos tus dedazos en la cristalera!
¡Ya te morirás!