Decías que te daba miedo el estanque.
Decías que las manchas de peces muertos
todavía eran visibles, que por eso
nunca te acercabas.
Decías que la lluvia no era práctica,
que te gustaba quedarte sola en casa.
Decías nada.
Decías que intentaba desvelar
el sentido de tus palabras.