Cuando aceptaron el piso en la inmobiliaria
no les dijeron que iban a vivir solos
en esa mole de cemento.
No les dijeron
que no habría reuniones de vecinos,
ni tampoco ladridos de perros,
ni llantos de niños pequeños,
ni nada.
No les dijeron que
sólo ellos dos.
Una pareja de recién casados aislados
en un edificio de catorce plantas
vacío.