La Milá y la voz engolada de Matías Prats

Después de ocho temporadas y 177 capítulos a House le cierran el chiringuito. El exceso de calmantes o la morfina en vena han ido descafeinando la serie. Cada capítulo era como un vago recuerdo de otro que ya lo habíamos soñado antes. Era el momento de dejarlo. Todo lo contrario de Con el culo al aire, una serie que arranca con fuerza y que apunta un guion con buen pulso para hacernos esas cosquillas que tanta falta hacen siempre a los espectadores en tiempos de bonanzas por un lado, y en tiempos de crisis por el otro. Antena 3 apuesta por el lado del humor y esto va en serio. Ahora hace falta que renueven algo sus informativos. Sobre todo los de la noche. Alguien debería decirle a Matías Prats que deje de poner esa voz encriptada, como sacada de debajo de la cripta de Franco o de uno de esos documentales del No-Do (ahora seguro que encima le dan el enésimo TP para dejarme otra vez en feo). Una semana ha durado el vizcaíno Aris en Gran Hermano. Una semana y ahí le estaban esperando en la salida. Mercedes Milá se frotó las manos y puso toda su experiencia de cámara oculta para sacarle las lágrimas al concursante en el plató. Lo consiguió. Entró a la yugular como en los documentales de La 2. Cuando ve que puede vapulear a su víctima no tiene freno. Aris no se ganó la simpatía de nadie, pero la Milá en cuanto tiene oportunidad de formar parte del espectáculo sobreactúa hasta el paroxismo. Es posible que le paguen por ello, aunque mucho me temo que esa exageración es puro egocentrismo que poco aporta al programa. «¿Para qué has venido a este programa?» preguntaba con suficiencia la presentadora al concursante. Una pregunta que podría hacer extensiva a sus espectadores: «¿Qué hacéis viendo GH?» Pues eso, verles el culo y, de paso, sacar las ganas de llorar.

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