El juez del zoom

Esto era uno de un pueblo de Guadalajara que va a un programa de televisión a echarle en cara a su hijo que le había engañado. Que en vez de estudiar para ingeniero pues se había gastado la pasta en licenciarse para actor. Bueno, ya ven, es un chiste penoso pero son este tipo de incidentes los que recoge De buena ley , en Telecinco. Un entretenimiento a la hora del aperitivo que tiene la osadía de colocar la ley a la altura del espectáculo, que es donde la suelen situar algunos jueces profesionales. Hay una imitadora de juez con toga que representa su trabajo con la misma dignidad de Garzón, Marlaska y compañía. Lo cierto es que este programita sin mayores pretensiones que las de presentar una discusión amena tiene la ventaja de que nadie acaba incomunicado, ni va a la cárcel, ni se le detiene por desacato. La tele tiene eso de bueno, que es puro entretenimiento incluso cuando se tratan los temas más serios. Si este programa lo hubieran programado a otra hora más ambiciosa seguramente los críticos lo hubieramos pasado a cuchillo. Pero no. Cuidaremos las propuestas de debate en estos tiempos de individualismo, donde los chicos no discuten por no quitar el ojo del teclado o de la play.

Puestos a ser condescendientes, hablaremos también de lo grande que fue Valerio Lazarov. Todo lo que ayer escuché sobre su figura y su trascendencia en la historia de la televisión responde de manera proporcional a las carencias que este medio presenta. Su proverbial creatividad se debe al manejo del zoom. Un utensilio que se incorporó en la década de los setenta a las cámaras, que acercaba y alejaba las figuras. Su biografía coincide en el lado cicatero de la evolución de la televisión moderna. ¿Cómo olvidarlo? Hizo durar un siglo Hostal Royal Manzanares . Hay traumas que uno no supera nunca.

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