Eurocopa para todos

Esta fase de la Eurocopa me ha pillado en el Mediterráneo, ya saben, ese crisol maravilloso de culturas y pueblos. Aquí se puede comprobar que el lenguaje de los goles se canta por igual en cualquier idioma: con los mismos saltitos ridículos y esa desproporcionada reacción a la acción de que la pelota toque la red. El gol comienza a ser el gesto más universal de nuestra civilización como para los romanos lo fuera el pulgar hacia abajo con el que se podía pasar a cuchillo al gladiador que había perdido el combate.

Da igual que la pelota la meta un ruso como el otro día Andrei Arshavin hizo saltar de alegría a los huéspedes rusos del hotel, como el domingo hizo gritar del mismo modo la transformación del decisivo penalti tirado por Cesc Fábregas. Claro que en todo este nuevo universo que se está creando en torno al fútbol hay demasiados fantasmas que convendría alejar antes de que sea demasiado tarde y se convierta en un espectáculo atroz.

Para empezar, porque es un deporte donde las mafias están encontrando muchas facilidades como tapaderas legales de negocios, la verdad, bastante turbios. Otra de las cosas para cambiar con bastante urgencia es el espectáculo anterior a los partidos, son esas escenas en las que la gente aparentemente normal se transforma y abraza sin tapujos simbologías radicales con cierta tendencia hacia la violencia. Buena prueba de que el fútbol es un universo en sí mismo son las consolas de videojuegos. Espacios virtuales donde se recrea la realidad hasta sus últimas consecuencias.

Lo último en sumarse a la fidelidad del natural es la comercialización de los espacios publicitarios. Si hasta ahora lo importante eran los avances de los jugadores por el campo, hoy con la publicidad uno tiene la impresión de que por fin está en el mundo real.

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