Paquillo y el fútbol

Sin pena ni gloria. Ese podría ser el titular de la participación española en el pasado campeonato de Europa al aire libre desde Gotemburgo, en Suecia. Televisivamente se podría hablar de que la realización del evento tuvo poco de original. Unas cámara estratégicamente colocadas se daban paso cuando el espectáculo estaba delante de ellas. Pura armonía sin interferencias ni planos novedosos, tan del gusto de nuevos realizadores que confunden lenguaje audiovisual con su propio ego. Viendo este espectáculo deportivo, uno siente la sensación de que el atletismo en TV tiene sus días contados. Que pronto llegará el día en que los listos de la programación le nieguen el pan y la sal a un espectáculo que lo tiene todo para triunfar. Bueno, todo todo no, porque ya me dirán quién conoce a esos superclase si en todo el año las secciones de deportes ni los mencionan. Un atleta como Paquillo Fernández en cualquier otro país sería una gloria nacional, aquí lo único que se les ocurre es dedicarle el pasodoble del Chocolatero y hablar de él como si formara parte de los payasos del circo. Estos héroes solitarios sólo se conocen una vez que han ganado el campeonato, se habla de ellos un día y luego desaparecen hasta la siguiente cita. A cambio, eso sí, hablan -y no paran- de fútbol. Así que en cuanto los jugadores se ponen a entrenar ya los están grabando. En cuanto se organiza uno de esos partidos timba, ya están los cámaras ahí y las televisiones comprando sus derechos. Durante dos días, Telecinco nos aburrió con el trofeo Teresa Herrera. Por una parte, demostró que técnicamente lo hacen muy mal y, por otra, que su mayor innovación es la de poner repeticiones cuando están a punto de meter un gol. Estas retransmisiones de fútbol-pachanga son la pescadilla que se muerde la cola. Jamás conoceremos a los Paquillos hasta que nos traigan una medalla, y luego, si te he visto no me acuerdo.

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