¿De qué nos sirve una Unión Bancaria si no armonizamos la fiscalidad europea?

Tras casi 17 horas consecutivas de negociación, Eurocámara y Consejo Europeo acordaron la creación de un Mecanismo Único de Resolución (MUR), el segundo pilar de la unión bancaria y el proceso más ambicioso de integración europea tras la introducción del euro. Ha costado años desde el inicio de la crisis con la caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008 que los europeos alcancemos un acuerdo para rescatar nuestras entidades financieras y con ello nuestra moneda el euro. Así de lento caminamos porque los intereses de algunos países,Alemania a la cabeza y los beneficios de los principales banqueros nos han impuesto los sacrificios para la teórica recuperación que dicen vivimos. Pero todos estos años de ardua negociación nos están poniendo a las puertas de una auténtica política monetaria común y de convertir al BCE en el supervisor al estilo de la Reserva Federal de EE.UU. que precisamos. No pondré pegas a un paso ansiado y necesario, pero si me gustaría advertir de que finalmente estamos construyendo una Unión Bancaria, como ya sucedió con el euro, a la medida de Alemania y, en segundo lugar, que mientras no se avance en políticas que posibiliten la armonización fiscal en la zona euro, seguiremos cojos, sino paralíticos, en la defensa de un espacio económico común.

El MUR permitirá liquidar bancos problemáticos de la zona euro desde una autoridad central y financiar las operaciones con un fondo de 55.000 millones de euros aportados gradualmente por las propias entidades. El acuerdo final respeta muchas de las líneas rojas trazadas por Alemania, como el veto a una red de seguridad pública que financie al fondo si se queda sin dinero, pero a cambio, cede en un punto clave: la mutualización de riesgos, aunque progresiva, se concentrará en los primeros años.

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Conviene reseñar los detalles principales de este trascendental paso:

1) La banca aportará los 55.000 millones de euros en 8 años, frente a los 10 propuestos inicialmente por el Consejo Europeo. Según los cálculos del Ministerio de Economía, a España le corresponderá un 15% de esa cantidad, unos 8.200 millones de euros.

2) La mutualización de riesgos de ese fondo se concentrará en los primeros años: 40% en el primer año y 20% más en el segundo. A partir del tercer año, se sumará un 6,7% anual durante 6 años. El fondo estará 100% mutualizado en ocho años.

3) Tanto el BCE como el Consejo de Resolución del MUR (su cúpula directiva) podrán decidir que un banco está a punto de quebrar e iniciar el proceso que podría acabar en liquidación de la entidad.

4) La Comisión Europea diseñará los planes de liquidación de los bancos problemáticos y el Consejo solo participará a petición de la propia Comisión. Sin embargo, en caso de discrepancia entre la Comisión y el Consejo de Resolución, la última palabra la tendrá el Consejo. Además, la mayoría de decisiones importantes se adoptarán por el Consejo de Resolución al completo (que incluye las autoridades de resolución nacionales), por lo que los Gobiernos conservan mucha influencia en todo el proceso.

5) La decisión de liquidar una entidad podrá realizarse en un fin de semana.

6) Durante la fase de transición, el MUR, concretamente su Fondo Único de Resolución, podrá pedir prestado en el mercado, aunque sin respaldo público paneuropeo. Para la fase permanente, los Gobiernos estudiarán un mecanismo de apoyo común.

7) Afectará a unos 300 bancos de la zona euro (aproximadamente el 80% del volumen total de capital bancario): los que operan en varios países y los que el BCE supervisará directamente.

Además de una batalla por la supremacía germánica de la Europa unida, en este acto de la tragicomedia que supone la construcción europea, se han enfrentado dos poderes institucionales, el Consejo, es decir, los jefes de Gobierno de los Estados y el Parlamento. De momento es evidente que son las naciones las que siguen marcando el paso de las reformas, pero es evidente que los representantes directos de la soberanía popular europea en esta última legislatura, al amparo de las atribuciones reforzadas que les concede el Tratado de Lisboa, se han empoderado y han plantado cara al Consejo así como a la Comisión Europea. Y esto no es más que un avance de lo que viene. El 25 de mayo los europeos votamos una Eurocámara que elegirá, salvo que los jefes de Gobierno decidan saltarse a la torera la decisión democrática de los ciudadanos de los 28 Estados miembros, cosa que no preveo, al próximo presidente de la Comisión Europea y posteriormente a todos y cada uno de su comisarios. Nacerá, por tanto, ese Parlamento y esa Comisión tendrán mayor legitimidad para contrarrestar el peso omnímodo del Consejo en estos años de la crisis. Merkel lo sabe y por eso está tratando de pisar el acelerador ante lo que puede ser una verdadera rebelión contra sus decisiones.

Pero la reflexión de fondo que quería dejaros tiene más que ver con la necesidad y urgencia de avanzar en la armonización fiscal en Europa que en el progreso que se ha producido en Bruselas entorno a la Unión Bancaria. El euro ha sido el mejor aliado de Alemania para realizar un perverso juego entre sus exportaciones a los demás miembros de la UE y cederles crédito para que pudieran comprar sus productos. Ese vaso comunicante en la balanza de pagos, entre la de cuenta corriente y la de cuenta de capital, les ha permitido no solo afianzar su liderazgo comercial, sino ser la única economía que no se ha visto brutalmente sacudida por el desempleo y que, para colmo, ha reducido su endeudamiento hasta niveles mínimos cuando venían de las mayores tasas de su historia fruto de la reunificación y el alto coste de inversiones que supuso en la Alemania del Este. El euro, pues, ahora lo comprobamos sin lugar a dudas es un excelente invento alemán para los alemanes. Lo cual no quiere decir que no lo sea o pueda ser para el resto de los europeos. Y sin duda ese es el punto crítico, la evolución de las políticas económicas europeas una vez de vaya consolidando la Unión Bancaria ahora esbozada. La única fórmula que les queda a los gobiernos para tratar de paliar sus déficits de competitividad, una vez que la devaluación monetaria no es posible, es la herramienta fiscal. Con ella vienen jugando unos y otros para hacerse dumping en un espacio que debería armonizar los tributos fundamentales. Ahora resulta más trascendental que nunca buscar un reequilibrio entre ricos y pobres de la Unión más allá de situaciones macroeconómicas de cada uno de los Estados. Se requiere una política fiscal que salte fronteras y busque el fomento del empleo y que redistribuya la riqueza. Todo lo demás seguirá siendo un modelo hegemónico de unos sobre otros, de los países del Norte sobre los del Sur, de los ricos sobre los pobres, en el fondo una Europa basada cada día más en las desigualdades.

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Ucrania escenario de guerra fría: ¿a qué espera la Unión Europea para ser mayor?

Ucrania se desangra ente divisiones políticas, enfrentamientos sociales y bancarrota económica. Rusia aprovecha la circunstancia tratando de recomponer sus fronteras sobre su sueño imperial zarista o de los soviets. Mientras EE.UU.ensimismado en su recuperación económica y la revolución interior de su sistema energético y productivo, recurre a la dialéctica a su VI Flota para afianzar un nuevo episodio posmoderno de guerra fría. Y mientras la Unión Europea, que tiró la piedra y escondió la mano en la plaza de Maidán en Kiev, como si fuera mayor de edad en el contexto mundial, ahora se arruga recordando que es un simple adolescente jugando a ser adulto. El tablero de ajedrez se agita porque las piezas se exasperan, sufren y mueren a tiros en plena hambruna. Jugar con el dolor ajeno puede tener un riesgo incontrolable, la situación puede írsele de las manos a los directores de este drama si la población sometida el extremo de tensión decide buscarse por su cuenta la solución al conflicto. Al fin y al cabo, la mayoría de ellos, sean ucranianos, crimeos, rusos o tártaros, tiene muy poco que perder en una guerra sin cuartel por las calles de pueblos y ciudades. Cada día hablan más las armas y menos las voces con sentido común. Cada vez se oyen más disparos y el chirriar a muerte de las cadenas de los carros de combate. El tiempo para la paz se va perdiendo y la diplomacia europea incapaz de hablar como la Unión que dice ser.

La verdad es que me debatía el último mes en cuándo era el momento más adecuado para escribir este post, si cuando se iniciaron las protestas proeuropeas en la plaza de la Independencia, cuando se depuso al presidenteYanukovich, cuando se liberó a Timoshenko… pero tenía la sensación de que los sucesos vividos en la capital de la madre Rus, no eran más que la antesala de una crisis de dimensiones considerablemente mayores. Se daban todas las condiciones para la tormenta perfecta: Ucrania para los rusos es el corazón de la patria, el origen nacional; por su suelo pasa el 80% del gas que los europeos importamos de la Federación Rusa; Crimea es una república autónoma con diferentes identidades históricamente enfrentadas y su puerto de Sebastopol es la base estratégica de la flota rusa en el mar Negro, actualmente bajo arriendo del gobierno ucraniano. Y como telón de fondo de este auténtico polvorín, la economía ucraniana se encuentra sumida en una profunda crisis envuelta en un sistema de corrupción extendido. En este clima propicio al conflicto social, la Unión Europea con su propuesta de acuerdo de libre comercio representa para muchos ciudadanos la esperanza en un horizonte lleno de perspectivas que podría contribuir a la ansiada modernización industrial del país. Sin embargo, no podemos olvidar que caso de concretarse la asociación con la UE, Ucrania tendría que someterse a una urgente actualización de su tejido productivo para ajustarse a las 350 regulaciones europeas que, a tenor de algunos expertos, serían difíciles de asumir por el país en estos momentos. Además, la integración podría inundar el mercado interno ucraniano de productos europeos, especialmente alemanes, la principal impulsora de los acuerdos con Kiev. Estos argumentos los utilizaMoscú como pantalla propagandística. Dicen que asociarse con la Unión Europea significa ser excluido de los beneficios que actualmente Ucrania recibe de Rusia, relacionados no solo con el gas, sino con los privilegios arancelarios que perdería. Hoy Ucrania está al 50% de caer en bancarrota. Si Rusia, por ejemplo, impone la tarifa arancelaria acordada por la Organización Mundial de Comercio, Ucrania podría perder un 1,7% de su PIB y para nosotros supondría un daño muy serio porque muchas empresas ucranianas mantienen relación con Rusia.

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Por ello, siendo realistas la aplicación de un acuerdo con la UE requeriría al menos de un periodo de transición de al menos 4 años y un paquete de ayudas económicas que Yanukovich cifró en 160.000 millones de euros. En septiembre los cálculos rozaban entre 3.000 y 5.000 millones de euros, pero la crisis empeora por días por lo que se hace difícil de calcular la cuantía de ayudas que la UE debería poner encima de la mesa para incorporar Ucrania a su zona de influencia. Un plan que en las actuales circunstancias económicas que vive la Unión Europea parece imposible de alcanzar un consenso. A favor de la acción se sitúan a la cabeza la canciller alemana, Ángela Merkel y cuenta con el claro apoyo de el premier británico, David Cameron y de forma más tibia, del presidente francés, François Hollande. Para el resto, inmerso en los aún leves indicios de recuperación económica, la crisis de Ucrania representa un palo en la rueda del movimiento incercial necesario para lograr la salida de la crisis. España o Italia, más allá de llamamientos a la necesidad de diálogo y apoyo a las fuerzas proeuropeas, difícilmente apoyarían una intervención económica basada en un plan de ayudas cuantiosas. Y sin dinero, la realidad es que los llamamientos de la UE al acercamiento de Ucrania, no son más que trampas para una población acuciada por un futuro mejor. En el fondo, lo único que hemos logrado con nuestra diplomacia democrática es provocar un escenario de práctica ruptura del país. Y lo que es peor, despertar al oso ruso y sus ambiciones territoriales bajo el demagógico pretexto de defender a las minorías rusas que pueblan Ucrania.

En Washington, el presidente Obama asiste una vez más a las consecuencias de la debilidad política de Europa. Las intolerables declaraciones de Victoria Nuland, la secretaria de Estado adjunta para Europa despreciando a la UE en el conflicto de Ucrania, son sin embargo muy explícitas del cansancio y hartazgo que produce al otro lado del Atlántico nuestra capacidad para provocar conflictos y nuestra inoperancia a la hora de resolverlos. La administración Obama está inmersa, como lo hiciera su antecesor Roosevelt antes de que estallara la II Guerra Mundial, en un programa de recuperación económica profundo, que ha revisado sus políticas energéticas de forma radical, perdiendo dependencia paulatina del petróleo y sus exportaciones provenientes del Golfo Pérsico. La explotación mediante fracking de hidrocarburos no convencionales, como el gas de lutita o de esquisto ha supuesto una bajada de precios de los combustibles sostenida y con ello un aumento de la competitividad de EE.UU. que ha mejorado un 20%. A diferencia de la UE, la mayoría de las fuentes de energía que precisa EE.UU. están en su territorio. Con ello cambia radicalmente el papel de gendarme que durante décadas ha venido jugando la potencia norteamericana en el mundo. La diplomacia activa impera, como sucediera en la crisis de Siria y se elude a toda costa el conflicto que genera cuantiosos costes militares en una economía que lucha por reducir su desorbitado déficit público. A nada de esto es ajeno el Kremlin y mucho menos su líder, Vladimir Putin. Ya midió las fuerzas de su antagonista cuando Obama llamó a derrocar al presidente sirio, Bashar al-Asad y se apuntó una victoria clara al impedirlo. Ahora la crisis toca a sus territorios más sensibles, cuando además el terrorismo amenaza a sus regiones en poder convertirse en una seria amenaza a su orden establecido. La intervención en Ucrania es un alimento imprescindible para reforzar sus discurso de orgullo ruso y empoderamiento nacionalista. Un fácil manera de tapar las vergüenzas de una economía aun subdesarrollada, incapaz de generar progreso para su población.

De reojo observa el conflicto, el cuarto gigante mundial, China. Los nuevos mandatarios chinos bastante tienen con tratar de sostener el crecimiento económico, sin que se dispare su deuda, controlando las anhelos desmedidos de su población, los movimientos terroristas que empiezan a actuar en su suelo y las denuncias continuas de corrupción de su sistema político que la prensa internacional desvela un día si y otro también. Necesitan un mundo en paz y silencioso para poder seguir su programa de reformas y de capitalismo colectivizado. Cualquier perturbación frena su ritmo, que aunque lento, debe ser continuo. De ahí que pese a que formalmente apoyan la posición rusa, sus llamamientos al entendimiento son claros y en esta ocasión no serían aliados naturales de Rusia en caso de intervención militar. A todos los agentes implicados, pues, les incomoda el conflicto, salvo a Rusia que ve posibilidades de sacar tajada de una partición de Ucrania y a la UE que sin arriesgar nada también ve beneficios en ese caso. Son China y EE.UU. los menos favorables a aceptar que el continente vuelva a convertirse en territorio de conflicto y repartos interesados de tierras y personas.

La Unión Europea hace bien en defender en el entorno de sus fronteras el establecimiento de democracias sólidas y fundamentadas en economías competitivas. Está en el adn de su fundación abogar por ello, pero también lo está y por ello recibió el premio Nobel de la paz, garantizar a las personas su seguridad y una forma digna de vida más allá de sus bunker de miembros Estado. Si quiere jugar ese papel en el mundo, tiene que actuar con decisión y con intenciones claras. Lo demás es utilizar a las ciudadanos como conejillos de indias de sus experimentos políticos. Los peores fantasmas de nuestra historia vuelven a pasearse por las pantallas de los televisores. Soldados armados hasta los dientes, convoyes de carros de combate, flotas movilizadas… y de fondo declaraciones de líderes políticos amparadas en razones espúreas. Toca ser inteligentes que es sinónimo en este caso, de no entrar al trapo de las provocaciones de un líder dictatorial necesitado de gestas épicas como es Putin. Toca dialogar con el aliado lógico en esta batalla diplomática que es EE.UU. y toca poner a China a nuestro favor, haciéndole ver que una Ucrania en libertad y progreso, es su mejor compañero de viaje. Toca en suma, trabajar unidos como potencia europea, sin anteponer intereses particulares cortoplacistas y defendiendo ante todo la suerte de los 46 millones de ucranianos que hoy ven es riesgo sus vidas. Estamos ante otra hora histórica para el futuro creíble de la Unión Europea.

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Las dos revoluciones pendientes europeas: energía y talento

Europa ha sido protagonista de las dos primeras revoluciones industriales de la historia. En el continente y las islas británicas se desarrollaron en los dos siglos pasados los procesos tecnológicos y productivos que han cambiado la vida en la Tierra. La era digital, sin embargo, la que nos ha conducido a la globalización mundial, nos vino dada en el final del siglo XX desde América bajo predominio económico de los Estados Unidos. La nueva forma de gestión del conocimiento y la implantación de una sociedad de la información ya no podemos decir que haya sido fruto del progreso europeo. Ahora que los grandes gurús consideran que Internet ya nos ha llevado al límite de donde nos podía llevar, se plantean los nuevos retos del tercer milenio y con ellos los escenarios que concebirán los avances de la Humanidad. Y si acudimos al razonamiento lógico, correspondería al continente que da vida al 60% de la población del planeta, es decir a Asia, liderar los nuevos tiempos de desarrollo. Lo cual no debe ser obstáculo para que Europa sea capaz de aportar su valor añadido al proceso. Es más, está obligada a hacerlo si no quiere ver empobrecido su paisaje productivo, ser dependiente tecnológicamente y a la postre poner en riesgo definitivo el sistema de libertades que nos hemos dado.

Cabe preguntarse y debatir, por tanto, sobre cuáles son las revoluciones pendientes que debemos acometer. Cuáles son las nuevas tecnologías que nos harán avanzar hacia una nueva era de la civilización y cuáles los pasos a dar para que su implantación nos ayude a mejorar la calidad de vida de nuestra sociedad. En Europa esa reflexión resulta fácil empezando por su principal carencia y dependencia. El continente que parió la industrialización y que es hoy la mayor potencia comercial del mundo, tiene un desbalance energético gravísimo, lo que le convierte en un gigante con pies de barro. Una crisis de seguridad en el Golfo Pérsico o en el Magreb, o el endurecimiento de las condiciones de abastecimiento del gas ruso, puede colapsar las principales economías de la zona euro y poner en peligro la estabilidad de empresas y de las propias necesidades básicas de nuestros ciudadanos. Un tema crítico al que Europa no ha sido capaz de dar una respuesta común armonizando políticas energéticas nacionales y gestionando conjuntamente un problema que a la larga es de todos los europeos. Nos hemos acomodado confortablemente en el desarrollo de las energías renovables, pese a que relación de su precio y el retorno a la red de las mismas sea claramente insuficiente.

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Europa precisa de todas las fuentes de energía de las que podamos disponer, es absurdo encarecer nuestra factura energética o nuestras dependencias de importaciones de combustibles sin caer en la cuenta de que esos costes nos hacen menos competitivos, nos endeudan y ponen en peligro el mantenimiento de nuestro Estado del Bienestar. Trabajar por la producción de energías limpias y seguras no significa en modo alguno prescindir de fuentes que precisamos. ¿Podemos seguir anclados en argumentos de la década de los 70 para prohibir la energía nuclear en nuestros países? ¿o podemos permitirnos el lujo de excluir sin prueba o debate alguno científico las extracciones de gas pizarra? Rotundamente no. Europa necesita aprovechar todos y cada uno de los recursos energéticos a su alcance sin desestimar una sola posibilidad. Y debe desnacionalizar sus fuentes para ponerlos en común. Si tenemos una moneda común, debemos tener una capacidad energética común, algo que nos lleva a los propios orígenes de nuestro proyecto europeo que no fue otro que una comunidad del carbón y del acero, es decir, la garantía de abastecimiento interno de materias energéticas básicas.

Pero junto a la tarea de no despilfarrar y gestionar comunitariamente nuestras fuentes de energía, está el reto superior de la investigación en alternativas a los combustibles fósiles. Europa ha hecho un alto esfuerzo inversor en proyectos comunes de esta naturaleza. EURATOM o el CERN son ejemplos claros de una apuesta decidida por dar pasos definitivos en la revolución energética. Resulta difícil saber el estadio en que nos encontramos en el camino al éxito cuando ni nuestros científicos saben valorar sus descubrimientos, pero no tenemos más remedio que incrementar las aportaciones a estos campos investigadores en la certeza que tarde o temprano darán sus frutos. En el estudio del comportamiento de los elementos del átomo y las partículas es seguro que encontraremos las soluciones que requerimos para hacer el Planeta sostenible y frenando el impacto medioambiental negativo que hoy producen los combustibles que empleamos. La ecuación a resolver por nuestros físicos está en el ahorro de resistencias para frenar las necesidades de combustión. Un mundo global donde todos sus ciudadanos tienen derecho a una vida digna y confortable precisa alternativas al modelo energético actual.

Pero esa revolución energética va íntimamente ligada a la revolución del talento, es decir, a la liberación de todas las capacidades del hombre en su ecuación de tiempo y espacio. El brutal incremento de las posibilidades de comunicación e información que Internet nos ha brindado está transformando profundamente la gestión del conocimiento. Pero, sin embargo, está pendiente derivar dicha potencialidad a la generación de talento. Tenemos muchos más medios pero no estamos aprovechando las herramientas para extender nuestro recurso más sagrado, la creatividad de las personas. La incorporación acelerada de la población de los países emergentes a herramientas del saber y la movilidad que de las ideas podemos hacer hoy, debería suponer la mejor oportunidad de la historia para producir exponencialmente arte y ciencia, o lo que es lo mismo, para desarrollar al máximo las potencialidades de individuos y sociedades. Si estamos a obligados a realizar una gestión más eficiente y respetuosa con las generaciones venideras de los recursos naturales, o estamos más aún en ser mucho más productivos en la adecuada extracción del talento de las personas.

El caso es que las revoluciones para producirse siempre han contado con tres elementos básicos que prenden la mecha del cambio abrupto. Lo primero la incorporación a los procesos de una tecnología altamente novedosa y transformadora. Algo que puede que una vez más estemos cercanos a alcanzar en los próximas dos décadas según nos cuentan los científicos de vanguardia. En segundo lugar, al filósofo que observador de la realidad se encarga de describir el paradigma de futuro bajo una idea innovadora. Eso, hoy por hoy, no abunda o por lo menos no está en el top de visitas de un blog o en la lista de best sellers de un mundo que no lee y solo entiende las cosas en clave audiovisual. Y tercero, un liderazgo político inspirado en la base ideológica engendrada por el susodicho pensador, que se pone al frente de los movimientos generados por los cambios sociales que provocan las nuevas tecnologías y ejecuta las reformas necesarias del de convivencia. De este último ingrediente es del que andamos más carentes ahora mismo. En Europa tenemos algún científico insigne, escasean los filósofos y carecemos de líderes. Probablemente esto es así porque el problema de origen que debemos resolver es el del inmediatismo que rige nuestros actos. Nos comportamos mecánicamente sin darnos tiempo para pensar las cosas, el imperativo ya no es ser, sino estar para hacer por hacer. Pero no me veo a Merkelo a Rajoy enfrascados en tan estériles reflexiones como las que a mi me ocupan, tienen altas cuestiones de Estado en las que atarearse como la enésima discusión sobre los mecanismos de garantía de depósitos de los bancos europeos. Ya se sabe primum vivire y que siempre vivan mejor los mismos.

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El alto precio de la Europa corrupta: 120.000 millones de euros al año

Me pregunto qué sistema es este que obliga a salvajes recortes de protección social para aquellos que pagan y cotizan a sus haciendas y seguridades sociales durante toda su vida y no es capaz de erradicar la lacra de la corrupción entre sus dirigentes. Se reducen becas, se recortan prestaciones sanitarias,  se desahucian familias y se congelan pensiones mientras la prolija actividad de los corruptos nos supone anualmente la increíble cantidad de 120.000 millones de euros al año, una cifra similar al presupuesto anual de la UE. Mejor no sumarle la cuantía estimada de fraude fiscal que se registra en los Estados o miembros e incluso el papel de paraísos fiscales que algunos de ellos juegan. Porque si nos diera un día por hacer la cuenta de lo que entre unas cosas y otras se defrauda al Estado del Bienestar caeríamos en la realidad de quiénes son los verdaderos depredadores de nuestro gran ecosistema de convivencia solidaria y pacífica.

La corrupción sigue siendo un reto para Europa y lo que es más grave, aunque no a todos por igual, afecta a todos los Estados miembros. La pasada semana la comisaria de Asuntos de Interior, la sueca Cecilia Malmström presentó el primerInforme sobre la lucha contra la corrupción en la UE. Con una conclusión rotunda: los Estados miembros han adoptado muchas iniciativas en estos últimos años, pero los resultados son desiguales y debe hacerse más para prevenir y castigar la corrupción.

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El Informe muestra que la naturaleza y el nivel de corrupción, así como la eficacia de las medidas adoptadas para combatirla, varían de un Estado miembro a otro. También pone de manifiesto que la corrupción merece mayor atención en todos los Estados miembros. Y así lo indican los resultados de una encuestaEurobarómetro sobre la actitud de los europeos en relación con la corrupción. La encuesta muestra que tres cuartas partes de los europeos (76 %) creen que la corrupción está muy extendida, y más de la mitad (56 %) cree que el nivel de corrupción en su país ha aumentado durante los tres últimos años. Uno de cada doce europeos (8 %) afirma que ha vivido o presenciado un caso de corrupción en el último año. La gran pregunta es, ¿cuántos de ellos lo han denunciado? Porque no olvidemos que no hay corruptos sin corruptores

“La corrupción mina la confianza de los ciudadanos en las instituciones democráticas y en el Estado de Derecho, daña la economía europea y priva a los Estados de unos ingresos fiscales muy necesario”, decía Malmström poniendo simplemente de manifiesto lo obvio. Se supone que la UE pretende servir de ejemplo de actitudes democráticas y de fiscalización de la vida pública en el mundo, esa es una de nuestras principales señas de identidad y, sin embargo, no somos capaces de controlar efectivamente el correcto uso de los recursos de todos. Algo falla en esencia, como si el exceso de peso y poder de la tecnócrata burocracia de los Estados y de Bruselas fuera cómplice de los múltiples intereses lucrativos ilegales que se mueven en el continente. Y en esta situación, ¿qué político es capaz de poner la cara con dignidad para pedir el voto en las cercanas ya elecciones europeas?

Respecto a España la Comisión Europea señala que aunque ya existe en gran medida un marco jurídico de lucha contra la corrupción, y la legislación se ha aplicado con buenos resultados en materia de investigación de las prácticas corruptas, el informe sigue mostrando”una serie de insuficiencias”, eufemismo tecnócrata, pues, pese a no establecer una clasificación de corruptos, el informe implícitamente sitúa a España entre los Estados con más corrupción. Un reto especial lo constituye la corrupción política y los deficientes controles y equilibrios, especialmente en lo relativo al gasto público y a los mecanismos de control a escala autonómica y local. En su informe la Comisión Europea sugiere desarrollar estrategias de lucha contra la corrupción adaptadas a las necesidades de las administraciones autonómica y local, proseguir con las reformas en curso y la aplicación de las nuevas normas en lo tocante a la financiación de los partidos políticos, e instaurar códigos generales de conducta para los cargos electos, con instrumentos adecuados de responsabilización. La Comisión también propone seguir insistiendo en la lucha contra las irregularidades que se producen en los procedimientos de contratación pública a escala autonómica y local.

Tal vez sólo estemos reescribiendo una página de nuestra historia. Aquella que bajo la grandeza de las conquistas de las legiones romanas y de su derecho oculta una realidad de corrupción de la vida pública, basada en tráfico de influencias, amiguismo, sobornos y extorsiones generalizadas. Roma instituyó la corrupción como parte intrínseca de su forma de Gobierno, consagrando así la injusticia hacia su pueblo gobernado. Se supone que 2000 años después nuestro contrato social debería haber evolucionado hacia formas de gobierno y de administración pública más éticas y justas. Si no somos capaces de demostrarnos, los unos a los otros, gobernadores y ciudadanos, que la limpieza de actos es la base de nuestro sistema, perderemos la confianza en nosotros mismos, cuestionaremos nuestras instituciones y como ya sucediera al imperio romano, seremos presa fácil de bárbaros extrafronteras, de los que por desgracia también hoy tenemos claros ejemplos que vienen del Este.

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De cómo crear empleo o de una política industrial europea innovadora

Corre Europa el riesgo cierto de generar crecimiento económico sin crear empleo, o lo que es lo mismo, puede que la riqueza produzcamos en la UE sirva para abrir la brecha de las desigualdades sociales. Si no somos capaces de atacar los problemas estructurales que afectan a la producción de puestos de trabajo, nos encontraremos en el tiempo con una creciente fuga de cerebros y un empobrecimiento de las clases medias de nuestros países. De ahí que convenga centrar el análisis en los caladeros de creación de empleo que hemos de fomentar y cuidar adecuadamente. No es poca al respecto la bibliografía que la Comisión Europea viene utilizando para entender el comportamiento de los distintos mercados laborales mirados de arriba a abajo y de norte a sur y de sector en sector. De todo ello podemos extraer conclusiones claras, pero de nada servirán si los gobiernos nacionales, regionales o locales, empresas grandes, medianas y pequeñas y, sobre todo, cada uno de los ciudadanos europeos, no tomamos conciencia de los pasos que cada uno de nosotros debemos dar para cambiar el modelo de producción que tenemos en la actualidad y que nos lleva a producir más de 26 millones de parados en la UE.

Habrá que empezar por decir que lo primero que deberíamos es ponernos de acuerdo en la cifra cierta de desempleados y en la forma en que los contabilizamos. Y puede parecer un tema menor, pero gran parte de la capacidad de competitividad y de la sostenibilidad de nuestro sistema de protección social, dependen de que acabemos con el fraude laboral, que deviene en fraude fiscal y merma nuestras arcas públicas. Creo sinceramente que no es serio computar como parados a aquellos que contestan una encuesta contando en la sociedad de la información en la que vivimos con métodos tecnológicamente fiables para detectar la realidad de aquellas personas que realmente se encuentran en situación de buscar un empleo. Solo quien desea trabajar puede considerarse que vive la tragedia de estar parado y solo en esa circunstancia debemos invertir en resolver su problema de forma inmediata. Pero hecha esta previa que considero imprescindible, de lo que se trata es de definir sectores generadores de empleo y dinámicas que los fomentan.

Si acudimos a la clasificación clásica de los sectores productivos, es evidente que podemos llegar a un consenso claro, el primario tiene muy agotadas sus capacidades de incorporar masa laboral a sus producciones. Agricultura, ganadería y pesca en la Unión Europea son sectores a preservar por su alto valor identitario y de población rural, así como por la transferencia que de conocimiento podamos hacer a países emergentes grandes productores agrícolas pero con tecnología menos avanzada. Sin embargo, no podemos esperar del campo la auténtica revolución en forma de puestos de trabajo que requerimos los europeos. El terciario como su nombre indica está para dotar de servicios y difícilmente podrá hacerlo con una volumen de parados como el que actualmente registramos. Los servicios son directamente proporcionales al resto de los sectores y crecen o decrecen con estos. De ahí que el enfoque principal deba llevarse a cabo en el secundario, en la industria, que realmente ha sido y seguirá siendo el motor de transformación de la sociedad en al que vivimos. Realmente el problema de nuestras sociedades avanzadas que viven sin duda una tercera revolución industrial, la de Internet, es que esta nueva fase de producción globalizada a escala mundial, no ha incorporado la mano de obra que las dos anteriores. Es mucho menos intensiva en empleo, o lo que es lo mismo, la innovación aparenta expulsar trabajadores de sus procesos.

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Pero si miramos con más detenimiento los datos, la luz que nos aportan habla de que aquellos países que más invierten en innovación son los que más crecen y los que menos desempleo tienen. Una nueva estrategia europea para acelerar el desarrollo de nuevos productos y servicios y preparar el terreno para más crecimiento y empleo es, pues, imprescindible y no podemos decir que la UE no esté haciendo los deberes, más allá de que la difusión de los programas innovadores esté siendo débil. La “Unión por la innovación”, es una iniciativa emblemática de Europa 2020 y tiene por objeto estimular y acelerar la innovación en Europa, eliminando al mismo tiempo los obstáculos que impiden que las buenas ideas lleguen al mercado. Este planteamiento incluye la creación de “asociaciones para la innovación” entre los sectores público y privado que agilicen la llegada de la innovación al mercado. Con ello se pretende aumentar los fondos destinados a la I+D, mejorar la coordinación de las inversiones y mantener una normativa actualizada y acorde con las necesidades actuales de la economía. Entre los ámbitos prioritarios en los que la Comisión quiere forjar más alianzas público-privadas se encuentran el cambio climático, la eficiencia energética, los estilos de vida saludables, las ciudades inteligentes y la movilidad, el consumo eficiente de agua, las materias primas y la agricultura sostenible. El primer partenariado, que se puso en marcha en 2011, se dedicó a impulsar el desarrollo de nuevos productos y servicios que favorezcan el envejecimiento activo y saludable.

Dada la importancia que la investigación y el desarrollo tienen para la innovación, la medida pretende también reducir las diferencias que separan a Europa de Estados Unidos y Japón aumentando la inversión en I+D hasta un 3% del PIB. De acuerdo con un reciente estudio, la consecución de ese objetivo podría crear 3,7 millones de puestos de trabajo e incrementar el PIB anual en hasta 795 000 millones de euros. Para ello, se necesitará un millón de investigadores más. La “Unión por la innovación” también tratará de mejorar el acceso a la financiación y a los trabajadores cualificados, reducir la burocracia y lograr que disminuya el coste de patentar nuevas ideas. Las medidas propuestas incluyen, asimismo, indicadores para medir la cuota de empresas de rápido crecimiento en la economía y un sistema de puntuación de las universidades. También forma parte de este paquete una serie de propuestas para aumentar las inversiones transfronterizas de capital riesgo.

En suma, si Europa no es capaz de innovar más no será capaz de liderar los mercados industriales mundiales y con ello la exportación de bienes de alto valor añadido. Y si no vendemos al mundo nuestro conocimiento en forma de procesos industriales nuestras empresas no podrán competir con los países emergentes cuyo principal valor actual es un menor coste de mano de obra. No hace falta que os diga lo que sucederá si la industria europea pierde esta carrera y menos aún lo que será de sus trabajadores si eso ocurre. Paro y más paro. Por eso resulta clave el cambio de mentalidad de todos y ser conscientes que debemos invertir con mayúsculas en investigación e innovación. O logramos ser excelentes o la vieja Europa se convertirá en un escenario de enormes brechas sociales. Que el paisaje sea uno u otro depende aún de todos nosotros.

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La Europa que queremos o para qué queremos a Europa

Tal vez el principal problema del que ha adolecido el proyecto de construcción europea no es otro que la distancia en expectativas, objetivos e incluso ilusiones que los europeos tenemos puestas en él. Por decirlo en clave mercadotécnica, la oferta no está ajustada a la demanda. Los políticos que han dirigido los destinos de la nuestra Unión lo han hecho por convicción propia, acertada o no, sin contar con la opinión de los comunes mortales que les votamos. Esa ceguera elitista que en tiempos remotos iniciales del Tratado de Roma podía tener un pase, se muestra hoy, en un mundo en Red en el que todo el ciudadano informado se siente dueño de sus actos, en un defecto inhabilitante. Y lo digo como debate que debemos afrontar todos, no como tarea exclusivamente de la clase política, pues, si ellos han pecado de falta de cercanía a nosotros, nosotros podemos pecar en esta nueva era de falta de compromiso con la política. Es por ello, que en este año de elecciones europeas resulta más necesario que nunca preguntarnos en recíproco, por la Europa que queremos o lo que es lo mismo, para qué queremos Europa, es decir, una Unión Europea.

Yo empezaría por algo básico y tan simple por reconocer nuestro espacio, esto es, por los territorios y extensión en el continente que entendemos como común. Y lo digo en el sentido de completar el diseño comunitario sin dejar fuera del mismo a quien consideramos parte integrante. Nos queda la tarea de los Balcanes, con el referente inicial de la incorporación de Serbia, actualmente en periodo negociador y el resto de Estados como es el caso de MacedoniaBosnia y Herzegovina,MontenegroKosovo y más lejano, pero parte de este territorio escenario de grandes conflictos europeos, Albania. En los límite continentales de dicha región se abre uno de los debates más complejos que debe afrontar Europa, la integración o no de Turquía. La potencia turca nos plantea cuestiones no solo territoriales, sino mucho más profundo de identidad y modelo de sociedad. Pese a ser constitucionalmente un Estado laico, la realidad social creciente es la presencia en la vida política cada vez más influyente de la religión musulmana. Pero si ese es el impedimento para que consideremos europeos a los turcos, ¿es que estamos considerando Europa un territorio solo habilitado para cristianos? Europa puede tener raíces históricas de una u otra índole religiosa, pero hoy por hoy, constituye un espacio aconfesional, que parte del respeto más absoluto de la libertad religiosa y, por tanto, no puede establecer exclusiones de poblaciones por sus creencias. Al Este se plantea un nuevo dilema no menos peliagudo con los Estados limítrofes de la Federación Rusa. Ucrania es el ejemplo más claro, en plena crisis entre europeístas y prorusos. Pero no es menos problemática la relación con Bielorrusia, a la que la UE ha impuesto sanciones por el comportamiento antidemocrático de su gobierno de clara influencia rusa. Por su parte Georgia, que tiene serios litigios fronterizos con Rusia, ha acelerado en los últimos meses su acercamiento a la Unión. Definir, pues, las fronteras de la UE con Rusia, se ha convertido en uno de las grandes cuestiones a futuro teniendo en cuenta nuestra dependencia energética y que estas zonas pueden ser suministradores en competencia de las importaciones de gas que hoy depende de Moscú.

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Si fuéramos capaces de definir nuestro espacio común, deberíamos plantearnos por el modelo de convivencia que queremos para él. Nadie duda de que la democracia parlamentaria es la fórmula política por la que regirnos, pero los niveles de participación en la política, los sistemas de control de la actividad pública, las fórmulas de elección y representatividad, el distinto peso en las decisiones de los Estados, las Regiones o las instituciones comunitarias, para nada son homogéneos entre nosotros. Por decirlo muy claro, la calidad de la democracia no es igual en todos los miembros de la Unión y eso produce un déficit total para que el proyecto sea realmente de todos. En este sentido, la UE no puede mirar para otro lado cuando en sus Estados miembros se conculcan derechos fundamentales o se trampean las normas básicas de procedimiento de la separación de poderes en alguno de ellos. Si se ha sido capaz de crear un mercado único, una moneda única, un banco único, debemos tener una democracia única, es decir, unas normas de convivencia de derechos de ciudadanos y de actuación política únicas y de obligado cumplimiento para todos los gobiernos tengan el nivel que tengan. No estamos tanto ante el problema de la elegibilidad de los cargos de las instituciones europeas y de creer que hasta que no tengamos un presidente de todos los europeos no nos creeremos Europa, que sería reducir la cuestión mucho, se trata de que todos los europeos sepamos que las reglas del juego son idénticas de verdad para todos nosotros.

De la misma forma en que no se puede tener una fe ciega en nada que venga de la mano del hombre por su falibilidad, no tenemos porqué ser creyentes dogmáticos de la construcción europea. De ahí que convenga preguntarnos para qué queremos una Europa unida. El principal valor que podemos atribuir a nuestra unidad, es su aportación a la paz en el continente. Europa sufrió y contagió al mundo la locura de dos guerras que se llevaron por delante cientos de millones de vidas y poner freno a esa barbarie ha sido el mayor logro de la UE como se le reconoció justamente con la concesión el pasado año del Premio Nobel de la Paz. Estar unidos es una garantía de paz. Económicamente los datos de la trayectoria de estos ya casi 57 años desde la firma del Tratado de Roma avalan que los procesos de mercado interior, de libertad de movimientos y más cercanos de la puesta en marcha de una moneda común y un Banco Central con capacidades de supervisión, han dado réditos muy positivos a los Estados miembros. Unidos somos más fuertes. Ni que decir tiene que para los ciudadanos europeos contar con un espacio común por el que transitar libremente y poder trabajar en él sin trabas supone un cúmulo de oportunidades histórico. Juntos somos más libres y tenemos más oportunidades. Pero no podemos tener la mentalidad de constituir una isla en el mundo, si creemos en las bondades de nuestro modelo de convivencia podríamos también decir que juntos somos un modelo a seguir para el resto del planeta.

Probablemente donde más nos cuesta a fecha de hoy alcanzar un consenso generalizado es sobre la sociedad que queremos construir entre todos. Llama la atención que el esquema de protección social que siempre fue sello de identidad de los Estados del Bienestar puestos en marcha en Europa para reconstruir un desangrado continente, es en la actualidad puesto en cuestión no tanto ideológicamente sino mediante medidas de austeridad que prácticamente están contribuyendo a su desmantelamiento. Es una reforma silenciosa hacia ninguna parte. No hay al otro lado un modelo definido, sino simplemente el desmontaje de un entramado de red social para las clases medias. Concebir Europa sin sus derechos sociales universales para los ciudadanos de los Estados miembros es sinónimo de romper la Unión, pues, sin esa solidaridad y cohesión territorial la UE queda supeditada a la Europa de los mercaderes y poco más. Es, pues, el momento de definir los servicios sociales que dan sentido a los derechos fundamentales, sea sanidad, educación, vivienda, pensiones… y llegar un nuevo contrato social entre todos los europeos. Si todos sabemos lo que Europa nos garantiza tendremos mucho más claro la necesidad de defender esa idea de Europa unida.

Es seguro que este año electoral se harán oír más fuertes las voces de los euroescépticos, de aquellos que culpan de todos los males a Bruselas sin reparar en argumentos apocalípticos. El racismo, la xenofobia, la marginalidad antisistema por ser antisistema, el localismo más tribal, es probable que gane una pequeña batalla en mayo. Pero la gran batalla que tenemos por delante los europeos que queremos un futuro mejor en Europa y a través de ella en el mundo, consiste en provocar el debate del consenso, el de los mínimos homogéneos de espacios, derechos, libertades y de oportunidades. Porque lo más importante que nos aporta la UE es la posibilidad de la puesta en común de conocimiento, de compartir la riqueza de la diversidad sin miedo al de al lado. Debemos aprender a ser competitivos en un entorno de alianzas, acometer proyectos conjuntos entre finlandeses, griegos y franceses, o entre letones, portugueses y alemanes. En suma, ser más eficientes sobre la base de la colaboración. Si pensamos bajo todos los elementos que señalo en este post y somos capaces de buscar puntos de encuentro, ya no nos quedará ninguna duda a futuro de la Europa que queremos.

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América Latina siembra dudas sobre sus opciones de crecimiento

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), organismo dependiente de Naciones Unidas ha hecho público su “Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe”, un en lo que supone un adelanto serio análisis que CEPAL realiza anualmente de la realidad y perspectivas de los países latinoamericanos. Sin venir a suponer un jarro de agua fría a la esperanzadora realidad que hoy supone en el contexto mundial la región, si que siembra dudas, también más que razonables, sobre el desaforado optimismo que respecto al crecimiento y desarrollo de la misma podríamos tener. Esa reedición del mito de “El Dorado” que algunos creyeron posible se está viniendo abajo a medida que tenemos los datos del pasado año y la previsión del presente 2014. Para empezar el informe destaca que en 2013 el PIB de América Latina y el Caribe creció un 2,6%, cifra inferior al 3,1% registrado en 2012. Este resultado ilustra la continua desaceleración económica regional que se manifiesta desde 2011.

No obstante, hubo diferencias importantes en los ritmos de crecimiento de los países, lo cual no hace sino demostrar la enorme heterogeneidad de una región que crece a ritmos muy diferentes. El bajo crecimiento regional en 2013 responde en parte al escaso dinamismo de las dos mayores economías de América Latina y el Caribe: Brasil (2,4%) y México (1,3%). Crecieron más del 5% elParaguayPanamá, Bolivia y Perú, mientras que ArgentinaChile, Colombia,GuyanaNicaragua y Uruguay crecieron entre el 4% y el 5%. Por subregiones, América del Sur registró un crecimiento del 3,3%, una tasa algo menor que el 3,7% registrado por el Istmo Centroamericano más Haití y la República Dominicana, mientras que persistió el bajo crecimiento (1,3%) del Caribe de habla inglesa y holandesa. El crecimiento regional estuvo impulsado principalmente por la continuación del dinamismo de la demanda interna y sobre todo del consumo, que aportó 2,8 puntos porcentuales del crecimiento del PIB, mientras que la inversión lo hizo en 0,9 puntos porcentuales y se redujo levemente el saldo negativo de las exportaciones netas (-0,8 puntos porcentuales). En 2013 la región logró una nueva, si bien muy pequeña, reducción de la tasa de desempleo, que pasó de un 6,4% en 2012 a un 6,3%, pero no fue la generación de empleo la que causó este descenso, sino la desaceleración de la oferta laboral, expresada en una reducción de la tasa global de participación. En la práctica se combinó una menor generación de empleo, como parte de un proceso de menor dinamismo de los sectores como el comercio, la construcción y los servicios comunales, sociales y personales, que más dependen del consumo y que son intensivos en el uso de mano de obra; y una menor búsqueda de trabajo de parte de los miembros de muchos hogares, en vista de oportunidades de empleo restringidas y ante la persistencia de condiciones favorables para aquellos que ya tenían trabajo después de varios años de expansión del empleo. La falta de dinamismo observada en la generación de empleo en 2013 se reflejó en un aumento del desempleo de los más jóvenes de la región, lo cual puede atribuirse a que un enfriamiento de la generación de empleo suele afectar primero a los nuevos entrantes al mercado de trabajo, donde generalmente hay una mayor proporción de jóvenes.

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A la gravedad del dato del empleo juvenil se une que durante 2013 hubo un claro deterioro del sector exterior, reflejado en un aumento del déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos, que pasó de un 1,8% en 2012 a un 2,5% del PIB en 2013, principalmente como resultado de un aumento superior de las importaciones que de las exportaciones de bienes. Sin embargo, frente al menor dinamismo del crecimiento y al deterioro del sector exterior, las metas de la política fiscal en la región se flexibilizaron, lo cual fue posible en la mayoría de los países gracias a las condiciones muy favorables de acceso a los mercados financieros, con tasas de interés históricamente bajas. En el conjunto de América Latina el déficit alcanzó 2,4 puntos del PIB y el saldo primario, corregido por el pago de intereses, ascendió a -0,6 puntos porcentuales del PIB, el dato menos favorable desde 2009. El Caribe logró en cambio una reducción del déficit, con un resultado global de -3,0 puntos porcentuales del PIB. Por su parte, respecto a la inflación de la zona, en el segundo semestre de 2013 el promedio de las tasas de inflación de los países de América Latina y del Caribe mostró un ligero incremento con relación a los meses previos, con lo que la tasa media de inflación de los países de la región se mantuvo al alza a lo largo del año. Venezuela y la Argentina fueron las dos economías de la región que mostraron las tasas de inflación más altas, seguidas de Jamaica, Bolivia y el Uruguay, pero predominaron tasas inferiores al 5% en la mayoría de los países de la región. Ante un panorama de menor inflación, de cierta desaceleración del crecimiento económico y de inestabilidad financiera, numerosos países orientaron su política monetaria a sostener la demanda interna y a enfrentar la volatilidad financiera internacional mediante la reducción de sus tasas de interés de referencia —con la excepción del Brasil en el caso de los bancos centrales con enfoque de metas de inflación— o favoreciendo un crecimiento estable de los agregados monetarios.

Si 2013 se ha cerrado en América Latina con datos como los señalados y que podemos adjetivar de muy modestos, la previsión para 2014 se ampara en un cierto mayor optimismo en la marcha de la economía mundial para augurar cierta mejoría. La reciente evolución de las economías de Estados UnidosJapón y laUnión Europea, junto con datos de la economía de China levemente mejores que las previsiones, han dado origen a un moderado optimismo sobre las expectativas para 2014. Así, se prevé que la economía mundial crezca un ritmo del 2,9% y que el crecimiento se recuperará tanto en países desarrollados como en desarrollo. En ese contexto se prevé cierta aceleración del crecimiento del PIB de América Latina y el Caribe, que alcanzaría una tasa de alrededor del 3,3%, asociada a un entorno exterior más favorable, que contribuiría a un aumento de las exportaciones. Este mayor crecimiento regional dependerá, en parte, de que continúe la recuperación en México y mejoren las cifras del Brasil, puesto que ambos países crecieron a una tasa menor que el promedio regional en 2013. Al crecimiento de la región en 2014 seguirá contribuyendo la expansión del consumo privado, aunque con aportes menores que los observados en años pasados. Esto se debe a que el ingreso disponible crecerá menos que el PIB, dado que no se producirán mejoras significativas de los términos de intercambio ni fuertes aumentos de las remesas. Asimismo, continuará la desaceleración del crédito ya observada en la región en 2013 y la expansión de la masa salarial será menor, dado que el crecimiento de la región probablemente no retomará la intensidad laboral que lo caracterizó recientemente y, por tanto, los incrementos salariales reales continuarán moderándose.

En 2014 se prevé que la reducción de la liquidez internacional se traduzca en un endurecimiento de las condiciones de financiación, lo que obligará probablemente a limitar el ritmo de crecimiento del gasto público, con lo que se iniciará, dependiendo del dinamismo de las economías, un período un poco más difícil de ajuste de la posición fiscal. Esta situación, junto con un entorno de demandas ciudadanas crecientes y bases tributarias a la baja, inducirá a las autoridades a considerar reformas tributarias para aumentar la recaudación, especialmente en un marco de cambios de gobiernos de varios países. Durante los primeros meses de 2014 también se espera que se mantenga en general la tendencia a relajar la política monetaria en la región, con el fin de estimular el crecimiento económico en un contexto de tasas de inflación bajas en la mayoría de los países. En otras palabras, ante la desaceleración del crecimiento del crédito ya observada en 2013, se espera que en 2014 la mayoría de los países continúe adoptando medidas para expandir el volumen de crédito y reducir su coste, en algunos casos mediante disminuciones de tasas de interés.

Parece evidente que el escenario de la economía mundial en 2014 plantea oportunidades y amenazas para América Latina y el Caribe. Por desgracia la principal amenaza sigue teniendo que ver con la “enfermedad holandesa”, es decir, el precio de las materias primas de las que dispone la región pero a las que no es capaz de añadir suficiente valor. Si la economía mundial no crece, no demanda las exportaciones latinoamericanas al alto precio de los últimos años y ello puede ser mortal para algunos países de la región. La falta de capacidad de las empresas latinoamericanas, especialmente las pymes, de innovar y de entrar en el círculo virtuoso de la I+D+i, sigue lastrando el desarrollo social de unos países donde el principal riesgo seguirá siendo el de las desigualdades sociales entre pobres y ricos. La carencia casi total de políticas fiscales de redistribución de la riqueza sigue impidiendo en gran medida la consolidación de clases medias y, por tanto, el neocriollismo convierte en las élites dirigentes a las familias que controlan todos los sectores económicos de un país. La típica frase que escuchas cada vez que visitas un país latinoamericano: “este país la manejan X familias”puede seguir más presente que nunca y una vez más se habrán derrochado años de bonanza para abrir más la brecha social. América Latina se juega en el 2014 mucho de la credibilidad ganada en el contexto internacional en la última década, ya no tanto por los problemas de deuda de otrora, pero si en su capacidad por desarrollar sociedades libres y estables, con clases medias asentadas donde la educación o la sanidad no se conviertan en barreras de entrada y de salida para el progreso personal. Es su reto y también el nuestro si queremos contar con el Atlántico como espacio de vanguardia mundial.

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2014, Europa en la encrucijada

2014 llega con un marcado carácter europeo. No solo por ser año electoral en laUnión Europea que elije su eurocámara, sino porque como cada siete años, el llamado marco presupuestario de la UE se renueva y con él todo el conjunto de fondos y ayudas comunitarias. Asimismo, el año que comienza debería instaurar definitivamente la Unión Bancaria, lo que significa que al igual que Estados Unidos, los europeos tendremos una moneda común, un banco central y una reserva federal. Y por si todo esto fuera poco, a raíz de la renovación de los escaños de los europdiputados, deben renovarse todos los cargos principales de nuestras instituciones, el presidente del Consejo Europeo, el de la Comisión y todos sus miembros, el del Eurogrupo, así como el del Alto Representante Exterior de la Unión. En conjunto, un año de cambios profundos que contará con una cierta estabilidad política en los Estados miembros, pues, ninguno de los grandes tiene comicios nacionales, salvo si en ItaliaBerlusconi decide arrastrar a su país al caos electoral para resolver sus problemas judiciales. Si habrá, por contra una consulta popular de gran trascendencia en el mes de septiembre, anunciada y pactada con el Reino Unido, sobre la independencia de Escocia, a diferencia de la solicitada en Cataluña y no admitida por Madrid, señalada para el próximo mes de noviembre. Podemos decir sin miedo a equivocarnos que la Unión Europea se halla ante un conjunto de procesos políticos y de reformas económicas que cambiarán su fisonomía y, con casi total seguridad, de tener éxito consolidarán definitivamente el proyecto europeo, como de fracasar pueden suponer su fin.

El 25 de mayo de 2014 – el 22 de mayo en Holanda y Reino Unido – se celebrarán las elecciones europeas. Y serán los comicios de la UE más importantes de la historia, no solo por el número de europeos llamados al voto, nada menos que más de 375 millones, en 28 Estados, tras la incorporación en 2013 de Croacia, sino por la capacidad política que tendrá en la nueva legislatura la Eurocámara. En estos próximos 5 años el Parlamento Europeo acabará de desplegar su marco de poder establecido en el Tratado de Lisboa, el marco legal que rige en la actualidad a los miembros de la UE. El conjunto de su actividad legislativa y de control legislativo y ejecutivo de la Comisión y el Consejo, llegará a un 60% de las decisiones que se toman en Bruselas. Pero lo que resulta más trascendente y gestual es que el parlamento saliente de las urnas en mayo, nominará al presidente o presidenta de la Comisión y a todos sus miembros, algo que debe ratificar el Consejo, pero que difícilmente se entendería que los jefes de Gobierno fueran contrarios a la voluntad popular expresada en unos comicios. Por tanto, el nuevo Parlamento tendrá la potestad de nombrar y cesar al máximo órgano de la UE, quedando por tanto, definitivamente legitimado democráticamente como soberano de las decisiones comunitarias. Es cierto que estas elecciones se van a producir en un clima general en Europa de descrédito de la clase política y que se anuncia en las encuestas un grado de participación bajo – en torno al 46%, lo que sería la media de otros comicios europeos -, sin embargo, en dichos sondeos llama la atención que entre los jóvenes la estimación de voto se eleva al 65%, probablemente porque tienen clara conciencia de lo que se juegan en Bruselas a futuro. Un dato a tener en cuenta para los detractores del programa Erasmus que tanto ha hecho por unir Europa. Las predicciones actuales, tanto de una encuesta/panel realizada por el propio Parlamento Europeo como por el Think tank de Jacques Delors, Notre Europe, nos hablan de una victoria por la mínima de los socialistas frente a al Partido Popular Europeo, un incremento espectacular de los no adscritos, es decir, una amalgama de ultraderechistas, radicales, comunistas y antisistemas, la consolidación al alza de las opciones nacionalistas moderadas y una caída significativa de los Verdes. Si así fueran las cosas sería difícil recurrir al bipartidismo imperante en alternancia para la conformación de mayorías parlamentarias. Seguramente se acudiría a la fórmula alemana dela gran coalición para las grandes cuestiones europeas mediante el acuerdo del PSE y el PPE, mientras que en el día a día los eurodiputados se verán obligados a hacer mucha y buena política mediante acuerdos de todo tipo.

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Respecto a las personalidades que pueden pasar a ejercer el protagonismo en las instituciones de la Unión, empecemos por el cargo de presidente de la Comisión. El Partido Socialista Europeo ya ha nominado formalmente a su candidato, el actual presidente del Parlamento Europeo, el alemán Martin Schulz. Hombre de marcado acento político que de ganar no pasará desapercibido ante la opinión pública. El Partido Popular Europeo aún no ha nominado a su candidato o candidata y en las quinielas suenan nombres como los de Enda Kenny, primer ministro irlandés,  Jyrki Katainen, primera ministra finlandesa, Jean ClaudeJunker, ex primer ministro luxemburgués,  o de los actuales comisarios, MichelBarnier y Viviane Reding. Los liberales y nacionalistas de ALDE tampoco han nominado y suenan el actual portavoz de dicho grupo en la eurocámara, GuyVerhofstadt, el ex ministro de Exteriores alemán, Westerwelle o el comisario de Economía, el finés Olli Rehn. Pendientes de un proceso de primarias en todos los Estados miembros están los Verdes y sí ha nominado a su candidato los partidos más a la izquierda de la cámara, en la persona del líder de Syriza, el griego AlexisTsipras, todo un símbolo de la lucha contra las políticas de ajustes llevadas a cabo en su rescatado país por órdenes de Bruselas.

La UE afronta el 2014 con unas previsiones económica que podrían calificarse de moderadamente optimistas en su cuadro macroeconómico. El crecimiento se cifra en un 1,4%, pero todo estará en función de que el eje franco alemán sea capaz de mantener tales cifras. Especialmente la locomotora alemana, pero sin dejar de lado las debilidades de una economía francesa que tiene pendiente muchas reformas estructurales solicitadas por la Comisión y cuya demanda interna no consigue alegrarse. En todo caso, sea cual sea el crecimiento, la realidad seguirá estando marcada por los altos porcentajes de desempleo, muy especialmente, de paro juvenil que afecta al 23,5% y en algunos países como España a uno de cada dos jóvenes en edad laboral. De ahí que esta sea la principal tarea en la agenda de la nueva Comisión que tomará posesión a la vuelta del verano. A él se unen cuestiones como el despliegue del SEAE – Servicio Europeo de Acción Exterior, la puesta en marcha la unión bancaria, la Agenda digital,  mejorar el funcionamiento del mercado interior o hacer funcionar el Marco Financiero plurianual 2014-2020. En este último tema, la UE ha aprobado unos presupuestos que siguiendo la doctrina germánica de la canciller Merkel, obliga a un ahorro o recorte del 3% respecto al anterior periodo 2007-2013. Con un compromiso de 960.000 millones de euros, de los cuales irán destinados a gasto 908.000 millones. Ello ha obligado a la reformulación de todos los fondos europeos. Así la PAC con 408.000 millones €, en su gran mayoría irán dirigidas a agricultores activos y pagos a medidas medioambientales. El FEDER se destinan 500.000 millones, y especialmente en el caso de España es el más afectado por los recortes. España recibirá 25.116 millones. De los cuáles solo Extremadura con 1.858 millones, quedará entre las regiones objetivo 1 por tener una renta per cápita por debajo de la media europea. Andalucía, Canarias, Castilla-La Mancha y Murcia reciben un trato especial – 12.201 millones. El resto  recibirán 10.084 millones a repartir, es decir, prácticamente nada respecto a la etapa anterior. Quedan, pues, los fondos europeos a la innovación e investigación como joyas del nuevo proceso que se pone en marcha en 2014, el llamado programa HORIZON 2020 con unos 100.000 millones de euros.

No será baladí la puesta en marcha definitiva de la Unión Bancaria Europea. Una necesidad surgida a raíz de la crisis financiera internacional y que ha obligado afortunadamente a tener que correr, pese a las continuas reticencias alemanas, a los responsables del Banco Central Europeo en el diseño de una verdadera Reserva Federal que garantice la sostenibilidad del euro. Su objetivo no es otro que reducir la fragmentación de los mercados de la Eurozona. Se basa en tres pilares: el supervisor bancario único, el mecanismo único para la resolución de problemas de las entidades con problemas y el sistema común para garantía de depósitos. De estos tres retos, el del supervisor único está aprobado y tiene fecha de entrada en vigor a partir de noviembre 2014. Los otros dos están prácticamente aprobados tras el pasado Consejo Europeo y frente a los más pesimistas todo parece indicar que también a lo largo del próximo año estarán en funcionamiento. Tendremos como decía, por tanto, una moneda común fuerte y estable, con un Banco Central emisor y supervisor único del que dependerán todas las entidades financieras que operan en Europa. Pocas cosas pueden dar más credibilidad en un mundo monetarizado como el global que hoy tenemos a un proyecto de construcción política como lo es la Unión Europea.

Muchas claves para doce meses, muchos objetivos y muchas dificultades que sortear. Si los europeos para bien o para mal somos cada día más conscientes de lo que ha supuesto la cesión de soberanía que hemos hecho a la Unión – un 85% de las decisiones lo son supranacionales -, este año podemos batir el record de percepción de la trascendencia que en nuestras vidas tiene lo que se decide en Bruselas. Nuestra identidad es ya una amalgama más o menos armónica de lo que nos rodea más cercano, con lo que desde la riqueza de la diversidad hemos unido en Europa. Saber defender nuestros intereses, ser competitivos, en resumen, poder ejercer los mayores grados de libertad posibles, depende de cómo sepamos jugar nuestras cartas en este entorno de excelencia que quiere ser la Unión Europea. El reto es dual, por un lado elegir a nuestros mejores representantes para llevar a cabo las políticas que Europa precisa y desde las empresas o el trabajo individual, ser capaces de competir y de aliarse con los procesos innovadores que en nuestro espacio común van a ponerse en marcha en la próxima década. Este es el nuevo tren que se pone en marcha en 2014, podemos subirnos a él como hicimos en su día cuando Europa significó las mayores metas de progreso o darle la espalda y recluirnos en nuestros patios interiores mirando la ropa colgada del vecino en un eterno ejercicio de envidia malsana y empobrecimiento intelectual. Una vez más la elección es nuestra.

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Catalunya ¿quo vadis?

El anuncio esta semana por parte de los partidos políticos catalanes que apoyan la celebración de la consulta soberanista en Cataluña, revestida de carácter institucional, supone un hito sustancial en el camino emprendido por dichas fuerzas políticas hacia la independencia de su país. Negar la trascendencia del acto celebrado en la Generalitat, además de un gesto avestruz, resulta un desprecio a la voluntad popular de todos aquellos millones de catalanes que han depositado su confianza en formaciones como CiUERCIC o CUP – la suma de votos de todos ellos en las últimas elecciones catalanas de 2012 se acercó al 60% -. Pero además, por primera vez se expresa la determinación de realizar un referéndum con un planteamiento en forma de pregunta, en este caso dos, a la que los catalanes deberían responder. Nunca antes se había llegado tan lejos en las aspiraciones de soberanía plena de un territorio en la moderna democracia española, ni siquiera el plan Ibarretxe, cuyo recorrido quedó abortado en su trámite en el Congreso de los Diputados alcanzó este estadio. La propuesta liderada por el president Artur Mas se enfrenta ahora en los teóricos nueve meses que le separan del plazo dado para la consulta, le 9 de noviembre de 2014, a la realidad de un recorrido incierto cuyas claves y futuribles conviene analizar si nos importa algo el destino de Cataluña, de España y de la propia Unión Europea que afronta ese mismo año otro referéndum de autodeterminación en Escocia.

Lo primero que convendría a todas las partes para afrontar un proceso que de momento ha cumplido escrupulosamente la legalidad democrática sería desdramatizar el contexto y la situación. El ejemplo de la negociación llevada a cabo en el Reino Unido entre el primer ministro David Cameron y el primer ministro escocés Alex Salmond, debería suponer una hoja ruta válida para sentar las bases de un entendimiento entre fuerzas que plantean propuestas diferentes a una sociedad. Lo cual no quiere decir en absoluto que los casos sean equiparables, ni que el resultado necesariamente deba ser el mismo, lo replicable es nada más y nada menos que el nivel democrático mostrado en el Reino Unido. El respeto a la diferencia de opinión es la base sobre la que se sustenta la capacidad de diálogo y de negociación. Nadie negocia con alguien a quien no respeta y ese es uno de los problemas principales que está jugando en el proceso desatado en Cataluña versus España. La pertenencia a una comunidad es algo que depende del día a día y que se conjuga con los aspectos identitarios de una sociedad. Negar a Cataluña su cultura identitaria es negar la historia, pero más aún, es negar la realidad de un pueblo que se expresa en lengua propia y que piensa y siente en catalán. Pero durante más de tres décadas, con notables altibajos pero con soluciones posibilistas, ambas partes, nacionalistas catalanes y gobiernos españoles, lograron un estatus de integración y convivencia válido. Yo diría que el punto de partida político de la ruptura institucional proviene de la sentencia del Tribunal Constitucional, anulando artículos del Estatut de Cataluña, aprobado por el Parlament catalán y por las Cortes españolas y refrendado por los catalanes en consulta legal. Las aspiraciones de la mayoría del pueblo catalán se vieron cercenadas por una decisión que en nada respondía a la soberanía popular, sino a unos pocos intérpretes de la misma. Consumado dicho desaguisado, la crisis económica puso el resto. El descontento con el trato fiscal recibido por Cataluña por parte del Estado ha sido creciente a medida que las cifras del desempleo crecían y las cuentas públicas se veían recortadas por imperativo de Bruselas. Son estos dos motivos los principales para entender que el nacionalismo catalán moderado de Convergencia i Unió abandere en la actualidad un proceso secesionista.

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Antes de reflexionar sobre los márgenes que aun quedan de diálogo entre España y Cataluña para evitar el choque de trenes entre dos sociedades cada día más distantes, conviene tratar de prever el recorrido real que la propuesta de consulta puede tener. Lo realizado esta semana es una mera declaración de intenciones políticas que ahora deberá expresarse en una ley que aprobará el Parlament de Cataluña. Este será el primer paso legal para formalizar el referéndum. Dicha ley se amparará en la ley de consultas populares ya aprobada por el propio Parlament. Con casi total seguridad este será el momento en que el Gobierno español presentará ante el Tribunal Constitucional un recurso de inconstitucionalidad sobre la consulta amparándose en el artículo 2 de la Constitución que reza: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. Parece, pues, obvio que el Tribunal Constitucional o bien como mínimo dejará en suspenso la consulta hasta su resolución o la declarará ilegal. Muy probablemente antes o después de este entreacto, el Govern catalán se habrá visto reforzado en su estabilidad aunque sea como mero gesto, con la incorporación de ERC. Fortalecer la base nacionalista de la Generalitat es una forma de presentar ante la sociedad catalana un voluntad definida. Este paso, sin embargo, podría chocar con la dirección de Unió, el grupo democristiano muy alejado de las tesis políticas y del modelo de sociedad defendido por Esquerra. Será, pues, un paso que deberá medir muy mucho Artur Mas.

Lo que si parece evidente es que si Madrid veta legalmente la consulta, más allá de manifestaciones y protestas internacionales, los dirigentes de CiU ya han dejado muy claro, como sucedió con el plan Ibarretxe, que no se plantean realizar una consulta ilegal, por lo que estarían abocados a un adelanto electoral coincidiendo previsiblemente con la fecha fijada para el referéndum. Serían por tanto unas elecciones plebiscitarias, donde las fuerzas nacionalistas acudirían con un único punto en su programa electoral, el de la independencia e incluso podrían plantearse hacerlo con una lista única para dejar más patente el apoyo a su propuesta. De ganar su opción, el nuevo gobierno emprendería una acción política centrada exclusivamente en la puesta en práctica de la independencia y ahí si se podrían llevar a cabo medidas de mayor insumisión hacia el Estado español. Esta fase, pues, incrementa sustancialmente el conflicto entre las dos entidades ejecutivas. Así las cosas, el plazo para buscar un nuevo encaje de Cataluña en el Estado español es el mismo con consulta que sin ella, siempre y cuando las fuerzas nacionalistas mantengan la mayoría clara que actualmente en las encuestas tienen. Es en ese sentido de las mayorías donde se está jugando la realidad del partido. De ahí que la pregunta planteada en el referéndum sea doble, primero si se quiere que Cataluña sea un Estado y después, que lo sea independiente. De esta forma se deja abierta la puerta a la fórmula de Estado asociado o de Estado federal, la famosa tercera vía que plantean los socialistas catalanes del PSC. Por su parte Madrid, puede poner encima de la mesa mejoras en el planteamiento fiscal presupuestario para conceder parte de los 9.000 millones de euros en que estima la Generalitat el maltrato a Cataluña. Y con toda seguridad, seguirá echando el resto en el argumento principal para cambiar los porcentajes actuales sobre la base de una hipotética salida de la UE de una Cataluña independiente. Las declaraciones realizadas por el presidente del Consejo Europeo en Madrid el mismo día del anuncio de la consulta dejan poco lugar a dudas respecto a la interpretación de los Tratados Europeos. Es evidente que un Estado que se desmembra de un Estado miembro se sale de la UE y debe solicitar su incorporación. Y además el proceso de integración requiere la unanimidad de los miembros actuales. Este es el reto más complejo al que se enfrentan los moderados nacionalistas catalanes que desde sus orígenes han sido políticos de marcado carácter europeísta. Pensar que Cataluña no es Europa resulta verdaderamente surrealista.

No serán tampoco pocas las presiones que desde el empresariado catalán se producirán hacia los líderes de CiU a medida que los plazos se acerquen a las decisiones definitivas. El dinero no tiene corazón, ni sentimientos y solo busca oportunidades y seguridad. El temor a la inestabilidad institucional amedrenta y esa baza será seguro debidamente utilizada por Madrid y por las instituciones europeas, que se encuentran muy incómodas con lo que sucede en Escocia y en Cataluña. Todo ello deberá ser tenido muy en cuenta por Artur Mas y su compañero de partida actual, Oriol Jonqueras, el líder de ERC y que actualmente supera en las encuestas a CiU. En el fondo también están compitiendo por el liderazgo de un espacio político y eso puede llevarles a cometer errores estratégicos de fondo. Para que triunfe la vía moderada de CiU necesitan que el Gobierno español de hilo a la cometa y emprenda un proceso negociador que les permita ofrecer algo a los catalanes descontentos. Pero Jonquera también sabe que la situación económica, especialmente en una Cataluña empobrecida, está para pocas bromas y tiene que evitar llevar a su país a una vía muerta. La realidad, pues, es muy compleja tanto internamente en Cataluña como lo es en una España que parece apuntar síntomas de recuperación económica y a la que el proceso independentista catalán solo puede granjearle inconvenientes. Explorar las vías intermedias parece lo más deseado por la mayoría de fuerzas políticas pero el problema principal es la “venta” en una España acostumbrada al café para todos que se implantó a raíz del referéndum de autonomía de Andalucía en 1981. Cualquier proyecto de Estado asimétrico o de asociación con los territorios más identitarios de la península provoca tremendos temores en los partidos mayoritarios PP y PSOE que además se encuentran a la baja en ambos casos y con la presión ultraespañolista de UPyD y la más federalista de Izquierda Unida.

Es evidente que al igual que dos personas no discuten si una no quiere, resulta imposible retener a alguien bajo el mismo techo contra su voluntad, salvo por la fuerza y ese no es el caso de las democracias europeas. España tiene un problema guste o no reconocerlo con Cataluña, como lo tiene con Euskadi. El encaje constitucional ya no satisface a una mayoría de la población en estos países que constituyen una realidad plurinacional en un Estado que no es capaz de dar respuesta a sus anhelos. A eso le pueden poner todos los epítetos más gruesos y hasta los insultos más descarados desde Madrid, pero la tierra seguirá siendo redonda. Convendría, pues, que al igual que requerimos de un nuevo modelo de economía social para salir definitivamente de esta crisis estructural, nos pusiéramos todos a buscar fórmulas inteligentes para encontrar un modelo de convivencia territorial, que probablemente debería incluir toda la península, invitando al proceso a Portugal, ¿por qué no?, que sea válido para respetar sentimientos e identidades diversas y haga de la colaboración la base de la prosperidad de nuestros pueblos. No es tan difícil si existe generosidad y altura de miras por todas las partes implicadas, de otra forma el proyecto español estará abocado al fracaso. Pero de igual forma, los líderes nacionalistas de los territorios afectados deben ser conscientes de las posibilidades que el entorno europeo que nos hemos dado nos concede y no llevar a sus pueblos a aventuras sin objetivos o metas claras. El camino del soberanismo se recorre día a día, es un proceso continuo y evolutivo y no finalista que se consigue con un himno o una bandera. Deberían reflexionar para qué quieren un Estado propio y, sobre todo, el tipo de sociedad de quieren para sus ciudadanos, y en eso seguro que nos podemos encontrar en el marco europeo.

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Horizon 2020, la apuesta europea por la innovación y el conocimiento: Marca Europa

Con las campanadas del nuevo año, el 1 de enero de 2014 nos traerá a los europeos una nueva forma de entender las ayudas europeas y un nuevo concepto de I+D+i. Durante los próximos siete añoslas empresas, administraciones, universidades o los centros de investigación se verán favorecidos por el programaHorizon 2020 de ayudas europeas a la ciencia, la investigación y la innovación. Una oportunidad única en la historia de la construcción europea, no solo por la cuantía destinada a tal fin – entre unos capítulos y otros cerca de 100.000 millones de euros -, sino también por la manera en que para su captación las instituciones europeas van a obligar a trabajar. El reto que Europa nos lanza a todos no es otro que el de convertir a Europa en el área más competitiva del mundo y a no serlo por la rebaja de sus costes o condiciones laborales, sino por su alta capacitación científica e innovadora.

Conviene recordar que la Unión Europea ha dado un giro bastante radical al uso y destino de los fondos europeos. El llamado marco financiero plurianual que no es otra cosa que una proyección a siete años – 2014 a 2020 – de los presupuestos de la Unión, ha reformulado cuantías y temáticas de las ayudas y subvenciones que la UE maneja. Los fondos de cohesión, aquellos destinados a reducir las diferencias interterritoriales, se recortan significativamente en los Estados que el anterior periodo se han visto claramente beneficiados de dichas ayudas y hoy sus ciudadanos tienen rentas superiores a la media europea. Es el caso de España, donde solo Extremadura mantiene su condición de pobre y seguirá contando con fondos estructurales en gran cuantía. Las demás comunidades autónomas verán desaparecer en gran medida la gallina de los huevos de oro que han constituido los fondos FEDER, esos que nos han convertido en la envidia de Europa por contar con las mejores infraestructuras por tierra, mar y aire de los 28.

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Lo mismo podemos decir de la reforma de la PAC (Política Agrícola Comunitaria), que también ha dado un paso de gigante hacia la desaparición de los productos subvencionados de forma garantizada sin más requisito que ser europeo. Las subvenciones a garantía de precios se reducen, para dejar sobre todo, ayudas a agricultores activos, conceptos de innovación y defensa del medio rural como elemento de sostenibilidad medioambiental. Deberían acabarse las patéticas imágenes de enormes contenedores repletos de lotes de mantequilla excedentaria y sin mercados de compra, lanzados al mar por la borda de un barco, mientras sus productores cobran cuantiosas ayudas por ellos. Por tanto, la PAC se racionaliza y deja de ser el arma arrojadiza al mundo en desarrollo que quiere hacer del libre comercio mundial la garantía de sus exportaciones.

¿ Pero qué es el Horizon 2020? Es el nuevo programa marco de la UE de investigación e innovación, que toma el relevo al Séptimo Programa Marco de Investigación. Integra por primera vez todas las fases de la investigación, desde la generación del conocimiento hasta las actividades más próximas al mercado: investigación básica, desarrollo de tecnologías, proyectos de demostración, líneas piloto de fabricación, innovación social, transferencia de tecnología, pruebas de concepto, normalización, apoyo a las compras públicas pre-comerciales, capital riesgo y sistema de garantías.

¿ Cuáles son sus objetivos? Establecer un sistema económico basado en el conocimiento y la innovación, así como responder a las iniciativas emblemáticas de Europa 2020: crecimiento inteligente, sostenible e inclusivo. Además, pretende hacer frente a las principales preocupaciones que comparten todos los europeos, por lo que se centra en seis áreas esenciales: salud, alimentación y agricultura incluyendo las ciencias del mar, energía, transporte, clima y materias primas, sociedades inclusivas y seguridad.

¿ Cuáles son los pilares y el presupuesto del programa? El presupuesto acordado para 2014-2020 es de 70.200 millones de euros. Para financiar el programa completo Horizon 2020, se esperan movilizar otros 22 millones de euros de inversión, entre fondos procedentes de la UE y de asociaciones público-privadas.

Consiste en tres pilares básicos:
• Cambios sociales: incluye inversiones en sanidad, energía, transporte, acción por el clima y proyectos relacionados con la seguridad y la libertad. Recibirá un 39 % del presupuesto total.

• Excelencia científica: incluye becas para investigadores de alto nivel, inversiones en tecnologías futuras y formación para investigadores. Recibirá un 32% del presupuesto.

• Liderazgo industrial: incluye inversiones en biotecnología y tecnologías espaciales, acceso a financiación y apoyo para pequeñas empresas innovadoras. Recibirá el 22% del presupuesto.

Algunas medidas específicas de Horizon 2020: Se incrementa la dotación del Consejo Europeo de Investigación (ERC), que subvenciona a investigadores europeos del más alto nivel.

  • Se mantienen las actividades de Marie Curie para apoyar la formación, la movilidad y la cualificación de investigadores y las infraestructuras de investigación.
  • Las PYME tienen a su disposición el denominado “instrumento PYME” que puede financiar desde la evaluación del concepto y su viabilidad al desarrollo, demostración y replicación en el mercado, alcanzando incluso apoyos para la comercialización con servicios de ayuda para rentabilizar la explotación de los resultados.
  • El 85% de la parte del presupuesto dedicada a la energía (equivalente a unos 5.400 millones de euros) irá dirigido a la investigación en fuentes de energía no fósiles.

¿Quién puede participar? La participación en el Programa Marco se basa en competir con los mejores y en la mayoría de las veces con actividades en consorcio (grupos de investigación, empresas y usuarios) con las excepciones del Consejo Europeo de Investigación (ERC) y algunas acciones de movilidad y PYME.

Como principales características de Horizon 2020 hay que destacar:

  • La duración de los proyectos es de unos 3 años y el presupuesto mayor de 2 millones de euros, salvo excepciones.
  • El objetivo es que los beneficiarios puedan comenzar sus trabajos en una media de plazo de 8 meses a partir del cierre de las convocatorias.

¿ Cómo es la financiación? Por lo general se financiarán el 100% de los costes directos para todo tipo de entidades y el 70% en el caso de empresas trabajando en las fases de innovación; como costes indirectos se considerarán el 25% de los costes directos. La mayoría de las actividades se ejecutan mediante convocatorias anuales competitivas gestionadas por la Comisión con unas prioridades preestablecidas en los programas de trabajo que son públicos. Además de lasconvocatorias ya tradicionales gestionadas por la Comisión, se publicarán grandes iniciativas públicas-privadas.

Esta es la apuesta basada en la excelencia y la competitividad en conexión y alianza entre partners europeos. Ahora la carrera está lanzada y nos jugamos convertir a la UE en el ejemplo mundial de innovación y gestión del conocimiento. El reto es descomunal y lograrlo tarea de todos.