Ir a los anuncios

La frase «vamos a publicidad y en unos momentos regresamos» parece que en el futuro desaparecerá de TVE y puede que, siguiendo su estela, de otras televisiones públicas. Lo cierto es que cuando se despiden a publicidad se produce una incertidumbre que a veces causa pavor y nos obliga a huir pitando de ese canal. El comentarista deportivo de Cuatro Manolo Lama bromea con su compañero Manu Carreño y le llama mentiroso cuando éste dice que van a volver en un par de minutos, cuando la realidad es que son 5 ó 6. A uno que ha visto anuncios en la televisión pública de toda la vida, esto de que se la quiten le desconcierta. Hemos crecido con frases como «somos los Conguitos» o el «qué bien, hoy comemos con Isabel» a sabiendas de que aquel trámite era necesario para que la tele nos saliera gratis. Pero también es cierto que con lo fácil que tienen esta gente cuadrar la cuentas con cargo a los Presupuestos Generales del Estado, la decisión de que la tele la pague el ciudadano y no el consumidor de Nocilla viene a ser, para ellos, básicamente lo mismo. Sin embargo, hay que romper una lanza en favor de la publicidad televisiva. Esos pequeños spot son el resumen de la sociedad que nos rodea. Hagan la prueba y saquen sus grabaciones antiguas, qué se yo: los clásicos de Garci o alguno de los Tour de Induráin. Verán cómo los anuncios que quedaron allí grabados aportan gran cantidad de recuerdos. El gran problema de la publicidad en televisión es más cuestión de cantidad. Las privadas se pueden frotar las manos con la decisión de que las públicas no lleven, pero lo que de ninguna manera deben hacer es traducir esta decisión en más minutos de publicidad para el espectador. Vamos que, por muy privadas que sean, una película de dos horas no pueden alargarla una más rompiendo todos los ritmos con los que había sido creada.

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