
Los locos
y agresivos fuimos nosotros.
Fue un acto de sana contrición.
No teníamos entre los dientes lagartijas
ni oropeles.
Me dijiste sentado en tu pelotita de trabajo
y con las manos pegadas en el teclado
de tu ordenador portátil…
Me has lanzado un bote de
pintura en toda la
cara.
Y luego me has pegado con una tubería,
y lanzado una tapa de alcantarilla
en la espinilla.
Y yo, rodeado de villanos,
te he lanzado un cubo de basura en llamas,
y tú me has contestado con
un puñetazo en toda
la
espalda.
La ciudad es oscura, el humo de las cocinas
de los restaurantes más infectos
se cuela entre las rejillas
de los respiraderos
más infectos.
Las luces de neón parpadean.
Algunas se apagan para no volverse
a encender nunca
más.
Y tú y yo, y todos contra el barrio.
Ha fermentado la leche, se ha hinchado la caja.
Los tupper están secos y brillantes.
Cuando todo es como debe ser,
yo me caigo de noche
por
el hueco de las
escaleras.
Soy un señor desaparecido.
Soy un calvo al que no le queda bien la calva.
Soy guapo, estoy bien de
la cabeza.
Pero soy un insignificante número más.
Pero tengo dos madres.
Hoy me he levantado
con los ojos más juntos de lo
normal.
Queriendo ser más quel resto
y no teniendo ningún tipo de talento.
Y entonces he recordado con cariño
el camino al videoclub.
Tengo adoración nocturna por ese camino.
Pero me he visto
viejo y triste recordando.
La tormenta se desliza por los tejados.
El gris lo envuelve todo.
Alguien grita:
¡Ponte a refugio!