
La hormiguita feliz camina por el mueble del baño
mientras yo pierdo mi vida sentado
en la taza del
váter.
Todo sesfuma.
Lo puedo ver claro.
Está mi mano cambiarlo.
Agito mi mano y se precipita eso que me puede hacer feliz.
El abuelo no era tonto.
El abuelo leía mucho.
Le dijeron al abuelo que se iba a morir.
Se lo dijo la abuela que tampoco era tonta.
Luego murió el abuelo y la abuela leyó.
Leyó y leyó hasta que secó su cerebro y murió.
Amor, enséñales la foto del tumor. – Dijo la abuela.
Deja, deja. – Dijo el abuelo.
Y se fueron cogidos de la mano derecha ella y de la mano izquierda él.
Y desaparecieron entre las nubes del cielo con un libro
en la mano izquierda ella y en
la mano derecha
él.
Hoy me he acordado de ti
en varias ocasiones.
Supongo questá bien esto.
Suponiendo que me caes mejor quel resto.
Me gustaría recomendarte al mejor poeta del mundo.
Pero todo puede esperar.
Solamente tres
sílabas.
Pe
Cas
Cor
Creo tener un eco en tu voz.
Esto es importante y que tú tengas un eco en mi voz.
Y que todo rebote hasta el amor.
Que sea un colchón.
Que nos subamos a los árboles
como el barón rampante.
Enamorados.
Y vestidos de ardillas o de zorros
conozcamos a Napoleón.
Sueño que sueño
que me levanto de la cama
y entonces sueño despierto que sueño
que me levanto de la cama
y sueño despierto.
Sueño despierto que vine a estudiar moda a Barcelona.
Sueño despierto que los domingos son días
de
nachos con guacamole.
Sueño despierto que me tumbo en la cama
y sueño que sueño que me levanto
de nuevo y me tropiezo.
Hoy tocaba lavar la ropa.
Cuando estaba tendiendo he observado
que sin abrochar, mis camisas
ocupaban mucho espacio
en
el tendal.
Entonces he decidido abrochar una por una todas mis camisas.
Ha sido raro.
Ha sido como si abrochara mis camisas
en el cuerpo de otra
persona.
Ese cuerpo, esa otra persona… ¿Quién era?
¿Amaba yo a ese otro cuerpo?
Si no lo amaba, entonces… ¿Por qué abrochaba su camisa?
¿Era esa otra persona yo mismo delante de mí?
Nunca lo sabré.
Sólo sé que ha sido raro de la ostia.
Pienso.
Vivir en una ciudad
que reúna más de un millón de habitantes
no es lo mismo que vivir en un pueblo que reúna
menos de doscientos mil
habitantes.
La mente cambia, fluctúa, se retuerce
en la ciudad y no tanto
en el pueblo.
En el pueblo empiezas y acabas, pero
permanecer en el pueblo
te diluye
como se diluye una gota de ponzoña en un charco de ponzoña.
Digo.
Prefiero ser un charco de ponzoña en la ciudad
que ser una gota de ponzoña
en un charco de ponzoña
en el pueblo.
Y acto seguido me convierto en un charco de ponzoña de pueblo.