Me dejé la luz del baño del pasillo encendida y cuando me levanté pensaba que era el cumpleaños de mi primo y que yo era su invitado de honor pero no. La invitada de honor era mi prima y a mí no me permitía jugar con sus juguetes. El videojuego no lo robamos nosotros pedazo de almendruco. No estaba el cartucho en su caja pedazo de cenutrio con patas. Los pasillos del segundo piso son estrechos y mi tesoro es vasto. En la carretera, el fantasma de una paloma aplastada que no ha muerto de vieja flota en el aire y se cuela por la ventana de un narcopiso del Raval.

Publicado por

Txema Maraví Artieda

Soy de mi pueblo de toda la vida.

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