
Esperando el autobús
se me pasa el
autobús.
Sigo esperando y se me sigue pasando.
Espero de nuevo y de nuevo
lo pierdo.
Creo que me voy andando.
Junio es un mes horrible.
Llevo meses decidiendo decisiones.
Fantaseo con el hecho de pasar una navidad
en soledad.
Cuando mi hermano Iñigo y yo hicimos planes
del tipo hacer puntería, lanzamos piedras a una botella
en un descampado.
También lanzamos un neumático de tractor por una cuesta.
Los escombros nos rodeaban.
Cuando era pequeño y no podía dormir
por la tos y el calor lo pasaba
muy mal.
Entonces mi madre me solía calmar.
A veces me daba agua,
a veces un caramelo.
A veces me daba una pastilla de algo mentolado,
a veces un placebo.
A veces me contaba historias.
Como la del pez que saltó de su pecera y murió.
O
la de cuando mi padre se quedo encerrado en una iglesia.
+
Yo siempre me quedaba dormido escuchando su voz.
Soñaba con lima limón, ese sabor
del verano.
O
con esa vez que pisé un charco de vómito
en chanclas.
Ramón
y Román eran dos robots
que transportaron durante años una caja de madera
con un perro muerto dentro
hasta quel perro
se pudrió
y
des
apareció.
A día de hoy Ramón y Román
siguen transportando
esa caja pero
vacía.
A veces se sientan en su caja de madera (vacía) a contemplar las estrellas.
Hacen como que contemplan.
En ese momento íntimo Ramón y Román no sienten
nada especial el uno por el otro pero actúan
como si sintieran algo especial
el uno por el
otro.