SOY LAS FLORES DEL MAL DE BAUDELAIRE

Yo sería la tentadora,
la Eva del Jardín del Edén,
y sí, comería de la manzana prohibida
y tentaría al hombre para comer de la manzana
prohibida.

Yo sería una de las mujeres de Barba Azul,
y sí, abriría la puerta prohibida,
aunque eso supusiera
mi muerte.

Yo sería la bruja de Hansel y Gretel,
y sí, intentaría comerme a esos
dos niños repelentes.

Lo haría todo, sí.
¿Pasa algo?

Soy las flores del mal de Baudelaire.
Soy el reflejo de una mala mujer
descrita por el hombre para
maldecirla en la historia
escrita por el
hombre.

MIRA CÓMO BAILO

Mi vida me roba el teléfono móvil
y se lo queda de fianza.
No lo suelta hasta que yo
bailo.

Mira cómo bailo.

Hace cuatro
meses que no bailaba.
No puede dejar de ser ridícula mi danza.
Pienso que siempre he sido un ser ridículo,
una caricatura de ser humano.

El mal está hecho en mí.

Mi
vida lo sabe
y por eso me roba
el teléfono
móvil.

ERA UN HORRIBLE GUSANO

Mis aviones
de papel nunca volaban.
Un esqueleto me daba consejos, y había
que ver cómo aconsejaba.

Agarra ese palo.
Suelta ese
palo.

Una noche de verano
atrapé una luciérnaga y la metí
en un bote de
plástico.

Por el día estaba muerta y fea.
Por el día
era un horrible gusano.

Y es que, hombre con camisa de cuadros,
y manos, y brazos de goma colgando.

Era un horrible gusano.

Y POR ESO ESCRIBO TODOS LOS DÍAS

Colisionó un metro lleno
de gente
con otro metro lleno
de gente.

Y yo no estaba montado en ninguno.
Y no porque no lo hubiera
intentado.

Me echaron de ambos.

Ahora camino por la calle.
Ahora camino solitario.

Imagino que
cientos de cadáveres alfombran el suelo
del metro.

Lo imagino y me río,
y luego lloro.

Esa es la razón de que no me acepten.
Ni los vivos ni los muertos
me aceptan.

Oigo una voz afeminada de fondo,
una voz como aflautada.

Me dice
que la vida no
puede esperar, que mi vida
no puede.

Y por eso escribo todos los días.

UN RASGO COMÚN

Cuando le conocí,
mi amigo no fumaba, comía
mandarinas.

Quemaba cosas,
y como cuando tiendes
la ropa y al terminar observas
orgulloso tu hazaña,
él observaba orgulloso su hazaña en llamas.

Tenía la necesidad de hacer todo sin esperar,
y cuando no conseguía todo lo que quería,
se frustraba.

Supongo que se trataba de un rasgo común
en
todos nosotros.

Ahora,
al igual que mi amigo,
todos esperamos que ciertas cosas vayan surgiendo.

Surjan o no surjan, sabemos esperar.

Hemos
adquirido
esa discapacidad.