El debate de la Unión o de … ¿la desunión?

La pasada semana se celebraba en Estrasburgo, en la sesión plenaria del Parlamento Europeo, el debate sobre el Estado de la Unión. Correspondió al presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, trazar en su discurso el marco de situación en que nos hallamos y la estrategia para afrontar los principales a los que se enfrenta la Europa unida. Intervención de altura, a la altura de las circunstancias de este veteranísimo político con el que, más allá de diferencias de planteamiento ideológico, realizó una radiografía exacta de los malos que padece nuestra convaleciente Unión. Enfrentados al espejo de nuestra identidad de tierra de asilo, el discurso vino en pleno drama de miles de hombre, mujeres y niños que huyen de su segura muerte en la guerra de Siria. La Europa de los derechos y libertades políticas, la cuna de la sagrada defensa de los refugiados, mostraba en Hungría el peor rostro de la insolidaridad, cerrando fronteras a seres humanos desprotegidos.

Juncker clamó por ellos con rotundidad:”Si fueran ustedes, con sus hijos en brazos, los que vieran cómo el mundo se deshace, no habría muro que no fueran a subir, no habría mar que no fueran a atravesar o frontera que cruzar para huir de la guerra o del Estado Islámico. Debemos acoger a los refugiados en la UE“. Un esfuerzo de generosidad que apenas representará el 0,11% de la población europea. ¡Qué Europa pretendemos ser si no somos capaces de aceptar tan nimio sacrificio? Juncker hablaba con la legitimidad y el respaldo que le da ser el primer presidente de la Comisión elegido por el Parlamento que todos hemos votado. Investido de ese nuevo aura nos recordó que “los europeos no podemos olvidar lo importante que es el derecho al asilo, uno de los valores más importantes que existen. A pesar de nuestra fragilidad, de nuestra propia percepción de debilidad, hoy es Europa la que buscan como lugar para el refugio y el exilio. Europa es, con mucho, el lugar más estable y rico del mundo. Los que critican la construcción europea, la UE, deben admitir que es un lugar de paz y prosperidad. Tenemos los medios para acoger a los que huyen de la guerra y la opresión”.

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Hablaba el presidente con la sensibilidad que la crisis humanitaria requiere, no con el cálculo del político de Estado metido en su pequeño bunker creyendo que puede aislarse del mundo envuelto en sus alambradas. Anunció la cifra de 120.000 nuevos refugiados repartidos entre los Estado de la UE, más los 40.000 que esperan desde mayo en Grecia e Italia su reubicación urgente. A la vez anunció la puesta en marcha de un fondo fiduciario de emergencia para cooperación en África de 1.800 millones de euros. Cargaba así toda la prueba y responsabilidad sobre los Estados para poner fin al drama en las fronteras y no acabar con el sueño del tratado de Schengen, volviendo a establecer controles fronterizos intracomunitarios.

Pero Juncker también habló de nuestra otra gran crisis, la interna, la del euro que ha tenido su más dura expresión en Grecia. No la dio por finiquitada, como nadie con dos dedos de frente puede darla por acabada. Y estableció correctamente los anhelos que debe tener la UE cifrados en el nivel más próximo posible al pleno empleo como objetivo último de recuperación. Para ello volvió a confiar en su plan Juncker de inversión de 310.000 millones de euros, al más claro estilo keynesiano. Pero como si estuviera ya de vuelta de todo, dijo más, habló de la necesidad de un salario mínimo interporfesional igual en todos los Estados de la UE para acabar con el dumping social que produce la desigualdad laboral en el espacio común. En esa misma línea de profundizar en las estructuras de una política económica de la UE, se refirió a la necesidad de la armonización fiscal, reclamando una Hacienda y un Tesoro común en la zona euro. De igual forma que una sola voz ante organizaciones como el FMI o el Banco Mundial.

Nadie puede decir que lo que sucede en Europa es culpa de sus instituciones de la Unión, ni de la Comisión que habló claro de las prioridades por boca de su presidente, ni del Parlamento, que salvo las minorías muy minoritarias de ultraderecha, populares, socialdemócratas, liberales y radicales de izquierdas aplaudieron buena parte del discurso de Juncker. Ahora todos sabemos que son los gobiernos de los Estados los que entorpecen y dificultan la puesta en marcha de políticas europeas, los que cada día ponen trabas a la construcción europea. Pero no seamos hipócritas, esos gobiernos no han caído del cielo, son fruto de las legítimas decisiones de alemanes, holandeses, letones, españoles, portugueses… en las urnas. Esa esquizofrenia europea que nos lleva a votar gobiernos que traicionan la lealtad europeísta que nadie niega en sus discursos formales. Queremos ser una cosa y la contraria, sin hacer un esfuerzo o sacrificio común, sin compartir responsabilidades. Seguimos siendo el niño mal criado que no quiere reconocer la realidad de las dificultades.

Como dijo Juncker nos falta más Unión y nos falta más Europa. Estamos en el momento que debemos demostrar al mundo nuestra capacidad de estar unidos, de ser honestos y de ser solidarios. Lo decía en días difíciles para Europa, como lo son para él que acaba de perder a su madre y su padre está gravemente enfermo hospitalizado. Uno de los políticos más pragmáticos que ha conocido la Europa contemporánea, una auténtico profesional de la política comunitaria, tiró de sentimiento y de pasión en su discurso, de lo que más adolece la tecnocracia de Bruselas. Para recordarnos que si queremos seguir siendo europeos, no podemos olvidar la piedra angular de nuestro sentido de ser, la libertad sin fronteras.

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Elecciones en el Reino Desunido

Vive Gran Bretaña la más clara representación del drama shakespiriano. Su ser o no ser ha quedado patente en los resultados de las elecciones generales de la pasada semana, pues, más allá de la sorprendente victoria del conservador David Cameron, las encrucijadas que arrojan las urnas son enormes. Por un lado, los tories se hacen con una mayoría absoluta que les obliga a cumplir su promesa de convocar un referéndum sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea en 2017, lo que consumirá al país en este complejo debate la mitad de la legislatura. Pero lo que es más grave, es que su cohesión interna se ha visto aniquilada por el éxito arrollador de los Nacionalistas en Escocia y la práctica desaparición en este país de los laboristas que ya difícilmente pueden presentarse como una formación británica, sino puramente inglesa y galesa. Una de las campañas más anodinas que se recuerdan pueden transformar históricamente el Reino Unido tanto interna como externamente.

La realidad es que sin tender a exagerar, estas podrían haber sido las últimas elecciones generales del Reino Unido que se celebran en Escocia y también las últimas de los británicos como miembros de la UE. Cameron será premier con una mayoría con la que nadie contaba pero no puede ser ajeno a ese 13% de británicos que han votado al UKIP y anhelan quedarse en libre flotación en las islas, lejos de las normas de Bruselas y, menos aun, a que 56 de los 59 escaños de la Cámara de los Comunes elegidos en Escocia, pertenecen por voto y derecho propio al Partido Nacionalista escocés, el SNP. Su lideresa, Nicola Sturgeon recoge la siembra de Alex Salmond, ahora electo en Londres y la nefasta gestión que desde septiembre han hecho conservadores y laboristas del no escocés. Salieron del apuro in extremis y, aliviados del susto de la independencia, se olvidaron de que los escoceses en su mayoría habían votado un no pero sí, una suerte de reclamo de mucha más autonomía que ha fecha de hoy no se ha plasmado en ninguna realidad.

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Por mucho que a Cameron se le llene la boca hablando del partido conservador como el gran partido nacional, la realidad es que los tories son un partido inglés y si se me apura, un partido del sur de Inglaterra. Pero es que los laboristas son aún menos “nacionales”, pues, el populismo antieuropeista y antiinmigración del UKIP ha captado un importante porcentaje de voto en áreas tradicionalmente laboristas en el norte de Inglaterra y en Gales. Estas son las consecuencias de una forma de hacer política en una burbuja alejada de la realidad territorial, de tomar las decisiones en Londres, bajo las presiones de la City financiera y lejos de los intereses ciudadanos. Como también es una peculiar venganza del sistema electoral proporcional que concede el escaño al ganador en el distrito pese a que la diferenciada pueda ser de un solo voto. Así se explica que el UKIP con casi 4 millones de votos solo haya obtenido un escaño o que los nacionalistas escoceses se lleven la práctica totalidad de los escaños con solo un 10% más de votos que sus adversarios.

Supongo que Cameron, aún inmerso en su borrachera de éxito por la reelección, no querrá calibrar ya las consecuencias que estas extrañas elecciones dejan en el Reino Unido, pero cualquiera diría que le hubiera ido mucho mejor tener que conformar un gobierno de coalición con otras fuerzas políticas que habría expresado de forma mucho más real la división territorial e ideológica que se vive en la isla. Obcecados en centrar su política en los recortes del gasto público, los tories más duros exigen ahora de forma inmediata la puesta en marcha de un nuevo paquete de ajuste, seguros de que su política económica les ha hecho ganar las elecciones. En vez de llegar a la sencilla conclusión de que más que por sus méritos, la victoria conservadora se debe a los errores de una oposición laborista que de la mano de Ed Miliband se entregó a un programa electoral extremadamente izquierdista, que asustó a buena parte del electorado de centro y a las clases medias británicas.

Para la UE este resultado supone enfrentarse con casi total seguridad a una compleja negociación de los Tratados de la Unión con el gobierno de Cameron, si se quiere salvar el incalculable resultado de un referéndum para la salida del Reino Unido. Pese al hartazgo lógico de Bruselas ante las repetidas amenazas británicas de abandonar la Unión, la realidad es que el mero hecho produciría el pánico en otro Estado miembro como Irlanda, dependiente comercial y económicamente de Gran Bretaña y el indudable temor de Alemania a quedarse sola ante Francia y los grandes países del sur como España e Italia, a la hora de ordenar una política europea de austeridad conforme a los estatutos del Bundesbank. En la mentalidad germana, los británicos son un aliado imprescindible para garantizar políticas de rigor presupuestario en Europa. De ahí que previsiblemente la canciller Merkel empezará a realizar gestos y concesiones a las primeras demandas que sobre el escenario comunitario plantee el premier reelegido.

La vieja y compleja Europa otra vez ante el espejo de sus arrugas. Con Grecia instalada en el impago de sus deudas, el Reino Unido dividido internamente y apelando a su salida y con un mapa político general que cuestiona el bipartidismo que consagró el proceso comunitario, precisa urgentemente de un plan de recuperación de las ideas fundacionales. El discurso europeista está caduco, no ofrece nada nuevo a futuro, sigue basándose exclusivamente en el vértigo que produce la desunión si miramos a nuestro trágico pasado bélico. O nuestros políticos y gobernantes son capaces de salir del planteamiento de unión temporal de empresas en que han convertido el espacio común o tendremos un escenario similar al que vive el Reino Unido, que camina inexorablemente por errores propios hacia la desunión más profunda, la de territorios y clases.

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Prioridades y emergencias de Europa en 2015

El año que concluye pasará sin duda a la historia de la construcción europea y lo hará por la celebración de las primeras elecciones europeas de las que además de concluir la composición del Parlamento europeo, han determinado la designación definitiva del nuevo presidente de la Comisión Europea, el luxemburgués social cristiano, Jean-Claude Juncker. Nunca hasta ahora los votos de la ciudadanía europea habían influido de manera tan clara y precisa en la composición del motor de las decisiones comunes. Además, en enero del pasado año el nuevo marco presupuestario para los próximos siete años entró en vigor y el ambicioso programa europeo de I+D+i, el Horizon 2020, dio sus primeros pasos. Con nuevo presupuesto, con nuevo Parlamento y, finalmente, desde el 1 de noviembre, con nueva Comisión, Europa afronta un nuevo período decisivo para la convivencia en el continente. El 2014, pues, ha sido un año de renovación profunda tanto de personas como de métodos de trabajo, un año de cambio cuyos primeros frutos debemos ver en el venidero 2015.

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Las instituciones europeas tienen por delante una agenda de prioridades a medio y largo plazo, pero también le urgen una serie de emergencia que no pueden esperar a la planificación porque llevan demasiado tiempo llamando a la puerta para su resolución. A modo de recordatorio para todos conviene echar un vistazo a temas y calendario:

  • Emergencias:
  1. Conflicto con Rusia: es evidente que de los contenciosos de la escena internacional que mayor preocupación pueden causar a la UE, el surgido a raíz de la desestabilización de Ucrania, es el más relevante y grave. Los errores cometidos por la Unión y, muy especialmente de algunos Estados miembros como Alemania, al subestimar la capacidad de reacción de Rusia ante los cambios políticos producidos en Ucrania, tuvieron como consecuencia la anexión rusa por la fuerza de Crimea mediante un acto de fuerza que a todas luces resulta censurable. Este cúmulo de despropósitos que ha tratado a una población como meras piezas de un trágico ajedrez, nos han situado en un escenario incierto, repleto de trampas que deberíamos empezar a desmontar a toda velocidad en el primer trimestre del año. Así las cosas, un Putin atacado en su orgullo patrio, se ve ahora acorralado por una situación económica nefasta en su país a raíz de las sanciones económicas y comerciales impuestas por la UE y por el descenso trepidante de los precios del petróleo, al que no es ajena unaEE.UU. que empieza a saberse energéticamente autosuficiente. El principal problema de la UE a fecha de hoy consiste en convencer a Obama de la necesidad de dar una salida digna en el conflicto a Putin y con ello al oso herido ruso, pues, seguir humillando a Rusia podría comportar serios riesgos fronterizos a Estados miembros europeos. El nombramiento de Donald Tusk como presidente del Consejo Europeo a instancias de las canciller Merkel, no ayuda mucho, dado el claro afán antiruso del político nacionalista polaco.
  2. Reactivación de la economía en la zona euro: dentro de nuestro propio espacio de decisión, tras más de cinco años de crisis, el temor a una tercera recesión obliga a tomar medidas de inmediato que fomenten el crecimiento y, sobre todo, la creación de empleo juvenil. En este sentido, la estrella de las medidas que pueden ponerse en marcha entre todos, es el llamado plan Juncker, Se trata de un plan de Inversiones para Europa: plasmación legislativa del Plan anunciado el mes pasado, que desbloquea inversiones públicas y privadas en la economía real por un importe mínimo de 315 000 millones en los tres próximos años.
  3. Soluciones a la inmigración: la presión de miles de personas que día a día se acercan a las fronteras de la UE en busca de una esperanza de vida mejor requiere de una respuesta coordinada e inmediata para paliar su perverso efecto dual: el drama de los inmigrantes y la creciente ola de xenofobia promovida por grupo políticos populistas en muchos Estados de la Unión. Por ello la Comisión se ha comprometido a poner en marcha unaAgenda Europea de Migración: para crear un nuevo planteamiento en materia de migración legal a fin de hacer de la UE un destino atractivo para las personas con talento y competencias y de mejorar la gestión de la migración  mediante una mayor cooperación con los países terceros, la solidaridad entre los Estados miembros y la lucha contra el tráfico de seres humanos.
  • Prioridades: no de menor trascendencia, pero si con un calendario más holgado.
  1. Mercado único digital:un ambicioso paquete de medidas sobre el mercado único digital: para crear las condiciones para una economía y una sociedad digitales dinámicas, complementando el entorno normativo en materia de telecomunicaciones, modernizando las normas sobre los derechos de autor, simplificando las normas sobre las compras en línea y digitales para los consumidores, mejorando la seguridad informática e integrando la digitalización en las políticas.
  2. Unión Europa de la Energía: para garantizar la seguridad del abastecimiento de energía, integrar en mayor medida los mercados nacionales de la energía, disminuir la demanda europea de energía y descarbonizar la combinación de fuentes de energía.
  3. Un enfoque más equitativo en materia fiscal: un plan de acción para combatir la evasión y el fraude fiscales, que incluye medidas para evolucionar hacia un sistema por el cual el país en el que se generen los beneficios sea también el país de tributación, así como el intercambio automático de información sobre resoluciones fiscales y la estabilización de las bases del impuesto de sociedades.
  4. Reducción de la burocracia y eliminación de las cargas normativas: la propia Comisión reconoce que los ciudadanos desean que la UE interfiera menos en su vida cotidiana, sobre todo en aquellos sectores donde los Estados miembros están en mejores condiciones para actuar y ofrecer soluciones. El programa de trabajo para 2015 refleja el compromiso reforzado por parte de la Comisión de mejorar la normativa, partiendo del programa de adecuación y eficacia de la reglamentación, que tiene por objeto reducir la burocracia y eliminar las cargas normativas, contribuyendo así a crear un entorno favorable a la inversión.

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Europa no está para muchas dudas, ni para pérdidas de tiempo en un mundo que se globaliza en tiempo real. El calendario de cada Estado miembro juega paralelamente todos los años y este será un ejercicio complejo el 2015. Elecciones generales en España (con seguridad autonómicas y municipales, pues las generales podrían ser técnicamente en 2016), Portugal, Reino Unido, Grecia y Suecia y regionales en dos pesos muy pesados en la Eurozona como Alemania eItalia. Este es el calendario electoral de un 2015 de muy alto voltaje que según los analistas tiene potencia de fuego suficiente para dinamitar los mercados financieros. El temor a unos resultados desfavorables a los partidos tradicionales se extiende entre los analistas, que por si acaso ya están recomendando infraponderar a los países cuyo riesgo es más alto. En cualquier caso, la agenda europea 2015 requiere audacia y pruebas inequívocas a la ciudadanía de la utilidad del proyecto europeo para sus vidas cotidianas. La Unión surgió del vértigo a las guerras, pero debe construir un nuevo relato pragmático al servicio del progreso de las personas, que le saque del marasmo de la superestructura política y la burocracia tecnócrata imperante en Bruselas.

Presidencia italiana, Renzi nos propone el reto de recuperar el alma de Europa

Una estrella rutilante recorre Europa, Matteo Renzi, el primer ministro italiano, quien coincidiendo con el arranque de la presidente de turno de Italia de la Unión, ha lanzado un reto de fondo a los europeos: “recuperar el alma de Europa”. Lo hizo en Estrasburgo, ante los nuevos eurodiputados electos, ante una eurocámara con muchos más poderes que las constituidas en anteriores legislaturas, ante 751 representantes de más de 500 millones de personas, de todos los colores y condiciones, eurófobos, euroescépticos y europeístas, que de todo hay en la viña de la UE. Por primera vez un primer ministro se dirigía con este lenguaje y con este discurso alejado de la rutina del trámite que obliga a desgranar tristes objetivos y agenda previsible del semestre. El mandatario italiano, junto a Merkel, el mejor parado de las elecciones del 25 de mayo, se ha erigido en el paladín de la socialdemocracia europea ante el derrumbe monumental de los socialistas francesas de la mano del presidente galo, François Hollande. Y gracias a su iniciativa se ha alcanzado el pacto entre populares y socialistas en la eurocámara que ha hecho posible la reelección de Schulz como presidente de la misma y deJunker como presidente de la Comisión como candidato de la lista más votada, la de los populares europeos. Ha demostrado tener capacidad e iniciativa política, pero lo más importante, este ambicioso ex alcalde de Florencia que en la sombra urdió el asalto final al cavaliere Berlusconi y después forzó la caída por sorpresa de su correlegionario Enrico Letta al frente del Gobierno, nos ha hablado del nuevo relato que necesita imperiosamente el proyecto europeo.

Renzi se presentó ante la eurocámara como representante de la generación deTelémaco, el hijo de Ulises que regresó a Ítaca y la referencia a la mitología griega no podía ser más idónea. Telémaco era todavía un niño cuando su padre marchó a la Guerra de Troya y en sus casi veinte años de ausencia creció hasta hacerse adulto. Después de que los dioses en asamblea hubieran decidido que Ulises debía volver a casa desde la isla de Ogigia, Atenea, adoptando la apariencia de Méntor, rey de los tafios, fue a Ítaca y advirtió a Telémaco que expulsase de su casa a los molestos pretendientes de su madre Penélope y se dirigiese a Pilos y Esparta con el fin de recabar información sobre su padre. Telémaco siguió el consejo, pero los pretendientes se negaron a abandonar su hogar, y Atenea, aún con la forma de Méntor, lo acompañó a Pilos. Allí fueron recibidos hospitalariamente por Néstor. Su hijo Pisístrato durmió junto a él, mientras Méntor lo hizo en el barco con la tripulación. Al día siguiente, una hija de Néstor, Policasta, bañó a Telémaco. Luego Pisístrato lo guió a Esparta. También Menelao lo recibió amablemente, y le comunicó la profecía de Proteo sobre Ulises: que estaba siendo retenido contra su voluntad por la ninfa Calipso, que lo amaba. Desde Esparta, Telémaco regresó a casa, y una vez allí encontró a su padre con su fiel porquerizo Eumeo. Sin embargo, Atenea había transformado a Ulises en mendigo, así que Telémaco no reconoció a su padre sino más tarde, al revelarle éste su identidad. Padre e hijo acordaron entonces castigar a los pretendientes; y cuando acabaron con ellos o los dispersaron, Telémaco acompañó a su padre a ver a su anciano abuelo Laertes.

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Todos estos trabajos épicos hubo de llevar a cabo Telémaco para recuperar los logros de su padre el héroe Ulises. No cabe duda que las generaciones que hicieron posible la recuperación de Europa tras el desastre de la II Guerra Mundial y que nos legaron el proyecto de paz en común, han sucumbido ante el azote de una crisis que ha empobrecido no solo nuestros Estados del Bienestar, sino los anhelos propios de unidad. De ahí que escuchar en boca de un joven líder italiano – Renzi tiene tan solo 39 años – un nuevo discurso de regeneración es toda una novedad en estos días de zozobra. Sin papeles y con la vehemencia del político que aun no ha sido baqueteado por la realidad, Renzi afirmó, con un lenguaje fresco y espontáneo, que “si Europa asistiera hoy a su propio selfie [el autorretrato fotográfico popularizado por el teléfono móvil], mostraría cara de cansancio, de resignación, un rostro aburrido. Y es curioso porque el futuro necesita mucho de nosotros”. Pero no se quedó en grandes palabras su intervención ante los eurodiputados, Renzi clamó por reconvertir el pacto de estabilidad en un pacto por el crecimiento. Tras el intento fallido del presidente francés, el dirigente italiano ha sido el primer líder socialdemócrata europeo que ha logrado abrir el debate de esa mayor flexibilidad en las reglas para insuflar aire a Europa. Seis años después de que se iniciara la crisis, el paisaje es inquietante: 26 millones de parados y un crecimiento anémico en el continente. Con grandes diferencias entre países, la UE presenta un parte de daños muy superior al de EE.UU., que en 2013 creció ya cerca del 2% anual.

“¿Qué sentido tiene que permanezcamos juntos”», esa fue la gran pregunta lanzada al aire del Edificio Louise Weiss que por su franqueza dejó boquiabiertos a los parlamentarios. Si no podemos encontrar motivos para seguir recorriendo esta Odisea unidos, el sueño de una Europa ejemplo de civilización de respeto de derechos, en paz y democracia, volverá a estar en riesgo. Y esa es la verdadera alma de la Europa que queremos y que debemos ser capaces de transmitir sobre todo a los más jóvenes. Ellos deben ser protagonistas ahora del nuevo relato de la UE, ellos deben convencerse de las bondades del espacio común, ellos tienen la obligación de reconocerse como un todo, plural y diverso, pero homogéneo en objetivos. Toca escuchar a los jóvenes europeos, toca darles la voz y la palabra para no hundirnos en un proyecto reiterativo y falto de respuestas a los grandes retos que el mundo global nos lanza cada día. Solo de su mano podemos dibujar un futuro que hoy ya es la única receta válida para liberarnos de este presente caduco y decrépito, trufado de corrupción y desigualdades crecientes. Necesitamos nuevo discurso, nuevos protagonistas, nueva agenda, nueva Europa en suma. Un tiempo nuevo para una sociedad más formada e informada, que quiere participar y escoger el camino a seguir. No sirven ya los modelos autocráticos, de democracia delegada en representantes que hablan con sus representados cada cuatro años en forma de voto en urna o hablando a través de unos medios de comunicación desacreditados y que han perdido el sentido de la responsabilidad del derecho a la información y solo defienden intereses empresariales.

Si de algo ha adolecido el proyecto europeo ha sido de sentido identitario, con todo lo que ello supone, falta de simbología, de mitos o iconos sobre los que construir el relato pasional, es decir, le ha faltado todo aquello que le sobra a las naciones que lo componen. Ahora estamos a tiempo de corregir este desequilibrio de origen. Sería lógico abrir un debate continuo entre los europeos para saber que piensan y qué quieren de Europa. Las TIC’s, la smartización y la aplicación del Internet a las cosas más cercanas y prácticas, nos ofrece un nuevo terreno de juego de comunicación entre los ciudadanos europeos. Ese diálogo, esa forma de hablar entre todos que hace décadas no existía, debe impregnar todas las decisiones de las instituciones europeas. La Unión tiene una oportunidad de oro para imponerse a los gobiernos nacionales que han perdido su relación con sus gobernados. La teórica crisis de la política, lo es de esos gobernantes nacionales por su incapacidad para escuchar a los ciudadanos. La Unión no tiene porqué seguir cometiendo ese error, pese a que hasta la fecha es percibida como una Administración lejana y ajena a los problemas reales de la sociedad. Se trata de convertir un problema en una oportunidad, se trata de que Europa sea la solución. Si escuchamos adecuadamente los conceptos, las ideas y las opiniones sobre las que se construye el consenso en el ámbito europeo tendremos claros los objetivos que deben ordenar la agenda de actuación de las instituciones europeas y, solo entonces, tendrá sentido el ejercicio de cesión de soberanía que todos hemos realizado.

Renzi ha sacudido las conciencias de los eurodiputados y le corresponde dar la batalla entre sus colegas jefes de Gobierno en el Consejo. Es evidente que se avecinan tiempos de cambios imparables pero lo que está en juego en esta era de revolución tecnológica como en todas las transiciones de la civilización es si nos enfrentamos a un proceso de reformas por profundas que sean o la mutación de la piel social se producirá por ruptura de sus esquemas y sus estructuras, algo que históricamente nunca ha estado exento de violencia. Eso dependerá exclusivamente de que quienes deben tomar las decisiones sepan escuchar. Empezando por los jóvenes, siguiendo por las identidades de comunidades y pueblos que recorren el continente, por poner oído a las quejas de los más desfavorecidos y no solo ser sensibles a las presiones de los más poderosos y por saber distinguir las voces de los ecos, de interpretar los deseos de las mayorías silenciosas sin aplastar a las minorías, pero sin ceder el rumbo a los que más protestan. Escuchar y dialogar, la esencia de la más vieja de las expresiones democráticas, la que se producía en el ágora griega, la que fuimos perdiendo con la magnitud de las cosas a gobernar, alejándonos de la cercanía de las opiniones de los que nos rodean. Esa cercanía que hoy nos brinda la Red y las tecnologías de comunicación en su infinidad de expresiones aplicativas. Recobremos el sentido del poder del pueblo, del demos kratos, dejando atrás fórmulas representativas indirectas, orgánicas y perdamos el miedo a las formas de expresión directas. Saber lo que queremos es la mejor forma de sentirnos unidos.

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Nace una nueva Europa: 25M el veredicto ciudadano

Europa ha hablado y lo ha hecho de forma similar en cuantía de votos a como lo hizo hace 5 años. La gran diferencia es que esta vez lo ha hecho con las consecuencias plenas de la aplicación del Tratado de Lisboa y, por tanto, para conformar un Parlamento Europeo con competencias reforzadas y que deberá elegir al nuevo presidente de la Comisión. El resultado extraído de las urnas es de mayor calado y relevancia para el futuro de la Unión que se enfrenta a la necesidad de poner rumbo al crecimiento y la creación de empleo en un mundo globalizado y con las fronteras al Este en pleno conflicto con Rusia y el reto de la inmigración llegando en oleadas continuas por el Mediterráneo. Los 751 mujeres y hombres elegidos tienen la enorme responsabilidad de marcar en gran medida el rumbo del resto de los europeos, eso si los jefes de Gobierno no hacen una lectura torticera del Tratado y hacen caso omiso de los resultados.

De los datos que la llamada a la urnas en toda la Unión nos deja, se pueden hacer multitud de análisis, al tratarse de una cita electoral compleja que afecta nada menos que a 28 Estados miembros. Para eso hará falta sosiego y distancia de la noche electoral, pero en caliente si debemos realizar lecturas inmediatas del escenario que se nos dibuja en Bruselas. La participación no se ha desplomado, es prácticamente igual que hace 5 años. Los ciudadanos de los grandes Estados saben que Bruselas importa mucho y los de los pequeños que su peso no es importante. De ahí que el voto en AlemaniaFranciaItalia o España haya crecido. Está claro que el proyecto europeo madura y consolida niveles de votación similares cada comicio y que lo son respecto a elecciones como los de las presidenciales de Estados Unidos o de su Congreso y Senado. El nuevo votante joven se incorpora con fuerza, mientras son los de más edad los que menos participan.

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El PPE aguanta pese a su fuerte caída, sobre todo, favorecido por el mal resultado de los socialistas, especialmente en Francia y en España. Suben los partidos de extrema derecha, con el caso paradigmático de Francia y el Frente Nacional. Sin embargo, no podrán formar grupo al ser necesario 25 escaños y 7 países como mínimo para lograrlo. En la práctica, los ultras no tendrán peso específico en la Eurocámara. El resultado deja muy abierta la nominación a candidato que deben debatir el próximo martes los jefes de gobierno. La Izquierda más Verdes yLiberales suman un total de 354 eurodiputados a los que podría unirse el voto de no inscritos para alcanzar los 376 necesarios para nominar a Schulz. Por el contrario, Junker cuenta con los 212 eurodiputados del Grupo Popular, con una diferencia sobre los socialistas de 18 escaños, el más votado en toda Europa y lo que podría conferirle la opción de ser presidente de la Comisión EuropeaMerkelseguro que así lo pedirá a sus homólogos.

En España, frente a lo que auguraban las encuestas, la participación ha subido respecto a los comicios de 2014. Ello se ha debido al incremento de voto enCataluña y País Vasco y de los jóvenes votantes en todo el Estado. Significa que el electorado que más se ha movilizado es el nacionalismo radical y los jóvenes “antisistema” que castigan fuertemente a los partidos tradicionales. Se ha producido un claro desplome de los partidos mayoritarios PP y PSOE con caídas de más del 15% en cada caso, en escaños 8 y 9 respectivamente y más de 12 millones de votos. Este fenómeno es extrapolable al conjunto de la UE, pues, los porcentajes de los grupos son muy similares en España y en el total de la UE. Por tanto, es claro que el mapa político español, al menos en unas elecciones europeas, empieza a comportarse de forma similar a como lo hace el resto de los grandes Estados miembros. Los partidos que se benefician de la caída del bipartidismo tradicional, no son los que les seguían a nivel nacional, es decir, IU yUPyD, sino por un lado, el nacionalismo radical y las ofertas más novedosas y “antisistema”. En Cataluña ERC, en el País Vasco y NavarraBildu y en el resto de España, Podemos, principalmente, la gran sorpresa de las elecciones.

La lectura de las elecciones europeas en clave de política nacional induce claramente a error, pues, la circunscripción única y no establecerse límite del 5% para obtener representación, convierte a los comicios europeos en un escenario muy propicio a las pequeñas formaciones políticas. En todo caso, si se puede señalar el fuerte desgaste de PP y PSOE, mayor en este último, dado que al PP se le une el desgaste de la acción de Gobierno. De hecho, junto a la CDU de Ángela Merkel, el PP y Mariano Rajoy y Renzi y el Partido Demócrata en Italia, son los únicos partidos y presidentes que ganan las elecciones europeas en sus países. Del mismo modo IU y UPyD no son capaces de ser vistos como alternativas creíbles a los dos grandes partidos, aunque su distribución de voto en todo el Estado les beneficiaría en unos comicios generales. Ante las próximas elecciones autonómicas y municipales, es evidente, que se abre un escenario de fuerte fragmentación de voto local y difícil gobernabilidad en muchos casos.

Cataluña ha tenido protagonismo propio en estas elecciones. El fortísimo incremento de la participación respecto a las anteriores elecciones europeas significa que se ha votado en clave plebiscitaria, siendo los votantes nacionalistas los que se han movilizado especialmente, dada la trascendencia de la Unión Europea y su posición institucional ante la consulta independentista que pretenden. El gran triunfador de las elecciones es ERC que incluso llevaba en el nombre de su coalición electoral “El derecho a decidir”. Ha logrado el “sorpasso” a CIU, lo que significa que desde el punto de vista del proceso soberanista, ya dirige la mayoría social independentista. Sin embargo, el hecho de que CiU haya perdido las elecciones supone un revés de su electorado que tiene dos vertientes. Por un lado los votantes que se han podido sumar al voto que consideran más útil de ERC para la independencia y, por otro, los más moderados que no están de acuerdo con la deriva independentista de Artur Mas. En estas circunstancias, es obvio que CiU no convocará elecciones en Cataluña una vez el Estado no permita la celebración de la consulta. Es más previsible que se una a ERC para realizar una declaración de independencia en el Parlament de Cataluña. Respecto al PSCsu descalabro alcanza al 50% de los votos y el PP al 30%. Por el contrario, sigue creciendo Ciutatans y se estanca ICV. Los datos cantan, el voto favorable a la consulta suma el doble (1.500.000 votos) que el de los constitucionalistas (750.000 votos).

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Ante las elecciones europeas convendría hablar del proyecto Europa 2.0.

Que el proyecto europeo requiere una actualización urgente lo avala el temible dato con que podemos encontrarnos la noche electoral del 25 de mayo en forma de abstención en los comicios a la Eurocámara. Si tal dato se confirma y todos los sondeos país por país así lo atestiguan, quedará claro que a los ciudadanos europeos no les atrae la idea de Europa que sus dirigentes les están vendiendo. Sobre todo en estas elecciones cuando por primera vez en la historia eligen a unos representantes que legislan el 80% de lo que nos afecta y van a nombrar al presidente de la Comisión Europea de la misma forma en que en España el Congreso de los Diputados elige al presidente del Gobierno. Por tanto, podremos medir el apego real de las sociedades europeas a la construcción común, si bien cabe decir en descargo de los previsibles malos datos de participación, que cuanto más lejano es el centro de decisión menor es siempre la participación en democracia, como sucede desde décadas en Estados Unidos, donde la elección de congresistas o del presidente tiene cuotas de voto my inferiores a las de los gobernadores, fiscal de tu Estado o sheriff del condado.

En todo caso, creo que el principal problema que tiene el proyecto europeo llevado a las urnas es su falta de credibilidad ante su población. La Unión no es creíble para los europeos porque no tiene un relato fiable y no lo es porque los gobiernos de los Estados miembros, a los que a todos se les llena la boca retóricamente de europeísmo ferviente cuando se reúnen en Bruselas, a la hora de la verdad solo velan por sus intereses particulares, convencidos de que dicha política les concede mayores réditos electorales en sus territorios. Si los europeos fuimos capaces de iniciar este camino hace ya casi 60 años se debió a un único argumento central: la paz. Dos guerras mundiales y millones de cadáveres nos precipitaron al acuerdo pacífico. Después lo económico invadió todo, un mercado inmenso en posibilidades, abierto y libre se concebía como un escenario de nuevas oportunidades. De ahí devino el euro como la necesidad de uso de una moneda común en dicho espacio y, por precipitación de su uso y de la crisis financiera internacional, hemos parido con forces una unión bancaria. Queda y vendrá inexorablemente o se derrumbará todo el edificio común, un proceso de armonización fiscal que equipare las economías y las personas en derechos y deberes.

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Y hasta aquí la Europa que más o menos pudieron concebir nuestros padres fundadores, los AdenauerSchumanDe Gasperi, Spaak, Spinelli o Monet. Pero bien entrado el siglo XXI y en plena sociedad globalizada, Europa necesita de una versión 2.0. de su entramado institucional y, ante todo, de su relato hacia los europeos y el resto del mundo. Un mundo que nos observa sorprendido, pues, pese a todas nuestras contradicciones y la falta de una clara idea común, ve que cada vez son más las personas integradas en la Unión y mayor el nivel de interrelación y de comercio. De la misma forma que al contemplarnos no se aclaran si somos una verdadera unidad en el destino o simplemente una unión temporal de Estados que se ponen de acuerdo en lo mínimo que les interesa. Ésta es la primera gran cuestión por dilucidar, el del modelo de organización institucional común entre los socios. ¿Qué somos y qué queremos ser como europeos? ¿Alemanes, franceses, italianos o españoles que nos beneficiamos de una joint venture más o menos ventajosa o ciudadanos europeos que vivimos en distintos territorios, con distintas historias y culturas, pero con una identidad común que anteponemos a cualquier otra? Este es el problema porque a los europeos nunca nos han querido poner en ese brete de elegir si somos más europeos que nacionales.

El principal problema para avanzar en ese concepto de identidad europea no es otro que los grandes Estados nación que han dado forma a la Unión y ahora la tienen rehén de sus contradicciones. AlemaniaFranciaReino UnidoItalia o España son culpables de su prevalencia como pretendidas potencias europeas. Algo que se podría resolver fácilmente si la Europa de los pueblos pudiera ser una realidad. Y me baso en un paradigma sociológico, es mucho más fácil poner de acuerdo a muchas comunidades pequeñas, que a cuatro o cinco grandes. Como es mejor la competencia en mercados de pymes que en fórmulas de oligopolio. Mucho mejor nos iría en Europa si tuviéramos 28 dinamarcas, que 4 francias. Pues en ese modelo de sociedades sería verdaderamente aplicable el modelo federal que reina en EE.UU., donde los desequilibrios entre los Estados son mucho menores que en Europa. La realidad más cercana se administra mejor, pero además tiene más capacidad para la negociación y el pacto porque no pretende la imposición o conquista, sino la búsqueda de acuerdos de asociación que fortalecen sus posiciones.

La otra gran cuestión a dilucidar es la de los recursos económicos que estamos dispuestos a poner en común para el desarrollo del proyecto europeo. El presupuesto actual de la Unión en 2013 alcanzó la cifra de los 150.900 millones de euros, suma elevada en términos absolutos, pero que apenas representa el 1% de la riqueza que generan al año los países de la UE. Es decir, sin ambigüedades nuestra Unión nos importa un 1% de lo que nos interesa nuestra realidad nacional, regional o local. Exiguo margen de gestión le quedan, pues, a las instituciones europeas para dirigir los destinos de los europeos hacia destinos tan ambiciosos como el empleo, la sostenibilidad medioambiental, la innovación o la política de seguridad y exterior. Si no estamos dispuestos a ser contribuidores netos y no meros receptores de ayudas para la construcción de un espacio común diverso y plural, pero enriquecedor para todos, el mundo no creerá nuestro afán de construcción. Con esa ridícula aportación que realizan los Estados para la tarea común, además soterradamente introducen la especie de que se despilfarra en los gastos generales de funcionamiento, es decir, en la burocracia de las instituciones, especialmente de la Comisión Europea. Un organismo integrado por 34.000 funcionarios que unidos a los del resto de las instituciones apenas llega a los 55.000 efectivos para una población de 500 millones de habitantes. Y debe decirse que su ratio de efectividad versus coste es muy superior al de cualquier administración de los Estados miembros que requieren aparatos muy superiores y que no decrecen pese a que sus competencias van siendo cedidas paulatinamente a Bruselas.

Pero en el fondo, lo que está poniendo en tela de juicio a esta Europa en versión vieja, es su modelo de democracia y de sociedad. Ambos elementos determinantes de la convivencia están cambiando a toda velocidad y, sin embargo, nuestros dirigentes no son capaces de dar respuesta a los retos que dicha evolución provoca. La participación política de los ciudadanos es claramente insatisfactoria y produce, junto a una corrupción endémica del sistema, un descrédito de la actuación de los políticos. Vivimos una era digital donde todo fluye a gran velocidad menos las propuestas y reacciones de los políticos. Son ellos los que nos tienen prisioneros en una versión 1.0. de Europa que ya no funciona. Son ellos los que tienen aprensión al cambio y a escuchar nuestras opiniones. Prefieren desconocer nuestras demandas y vivir de ofertas obsoletas aunque los problemas se acumulen a su alrededor. Ven cómo se deteriora su imagen y el de las instituciones que representan y, sin embargo, no hacen nada real por cambiarlas. Se han convertido una vez más en el ancien régime, el antiguo régimen que pretende sacralizar estructuras de funcionamiento que solo proporcionan ya desigualdad e injusticia. La crisis económica les ha puesto contra la espada y la pared, pero pretenden sortearla como si nada hubiera ocurrido, sin darse cuenta de que una vez más se quiera o no, más cruenta o más pacífica, las revoluciones acaban por certificar el cambio. Si fueran responsables y por su propio bien pondrían ya en marcha la versión 2.0. de una Europa basada en el Estado del bienestar que nos hace más comunes y que regenere la democracia participativa como vértice de la convivencia de nuestras sociedades. Si la abstención en las elecciones del 25 de mayo supera el 60% la suerte estará echada.

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De como el austericidio condenó a Europa a la deflación

na nueva preocupación asola Europa: la deflación. La pesadilla que viene representando la crisis económica para los ciudadanos en este largo lustro parece haberse instalado en un círculo vicioso. Pero no debería sorprendernos, ni puede decirse que no haya habido avisos precisos y claros de autoridades intelectuales de los riesgos a los que nos conducían las medidas tomadas para atajar los desequilibrios presupuestarios públicos en la zona euro. Tampoco nos han servido los ejemplos que la historia puso a disposición, por ejemplo, el de la gran depresión norteamericana de la década de los 20 del siglo pasado. El empeño tozudo de la ortodoxia del Bundesbank y la dirección política monolítica de la Canciller Merkel bajo el dogma de la austeridad a cualquier precio, nos pone a todos ahora al borde del encefalograma plano. Pero lo más grave es que no se articulen soluciones, pese al alto coste en sacrificios sociales que sus medidas unidireccionales nos han producido. Pareciera que hasta que no acusen los bolsillos de la población alemana las consecuencias de la recesión y actual estancamiento causado, el BCE seguirá mirando al tendido sin inmutarse. La rueda del crecimiento está bajo mínimos, no se mueve nada en el continente y, sin embargo, los incentivos públicos ni están, ni se les espera.

Conviene hacer un ligero recorrido de lo sucedido hasta llegar aquí. Un día nos despertamos con el estallido de la burbuja en los entornos del mundo financiero de Wall Street. Resultó que todo era falso, que habían montado una inmensa estafa piramidal en la que habían sido capaces de trincar a los más avezados banqueros. Eso precipitó una crisis internacional de entidades pilladas con pasivos tóxicos de todo tipo. En vez de poner a cada uno en su sitio y especialmente a los responsables del timo en la cárcel, la decisión de nuestros gobernantes consistió en salvaguardar los depósitos de los comunes mortales garantizando las reservas y beneficios de los susodichos banqueros implicados. Acudimos al rescate de sus trampas con lo mejor de nuestros recursos públicos, poniendo en serio riesgo la sostenibilidad del sistema de cobertura social sobre el que descansa la convivencia y, en gran medida, la capacidad de consumo de las sociedades europeas. Ello provocó de forma casi inmediata el desajuste desproporcionado de las cuentas públicas de nuestros Estados. Familias superfluamente endeudadas y presupuestos públicos deficitarios en exceso sirvieron de señuelo a las políticas de austeridad y ajuste dictadas desde Berlín bajo el amparo de la troika comunitaria y del FMI. Las economías periféricas fueron rescatadas o pseudorescatada, como en el caso de España. Casi embargadas para poder pagar los intereses de sus deuda y con nula capacidad de maniobra. Cierre de empresas, colapso del crédito a las pymes, caída del consumo, e incremento del desempleo, especialmente juvenil, nos situaron durante más de un año en recesión. Todos menos Alemania, que al igual que diseñó el euro a su imagen y semejanza y que blindó el BCE con su vacuna antiinflacionista, ahora cobraba la deuda a la que había inducido a bancos y Estados europeos en la época expansiva de principios del siglo XXI. Y aquí estamos ahora, tratando de salir del estancamiento, balbuceando décimas de crecimiento, cuando la economía alemana empieza a tener claros signos de parón, sobre todo, porque aquellos que deberíamos estar comprando sus productos no tenemos un euro para demandarlos.

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Así nos ha despertado el nuevo episodio de pesadilla, así nos ha desvelado la deflación del sueño de la recuperación. Es justo precisar que ni en Europa ni en España puede hablarse propiamente de deflación —un descenso continuado de los precios y expectativas de que seguirán cayendo—, sino de desinflación, es decir, de desaceleración coyuntural (por el momento) de los precios. Pero la desinflación también tiene contraindicaciones para una fase de crecimiento y para la estabilidad financiera de una zona monetaria. Esa es la razón por la cual el objetivo de inflación que marcan los bancos centrales tiene que ser controlado, tanto para evitar una espiral inflacionista como para impedir que la tasa se desplome y congele las expectativas de consumo. El Banco Central Europeo (BCE) tiene fijado el objetivo de inflación en el 2% y desde octubre de 2013 el indicador no excede del 1%. Una situación incómoda para todos los agentes económicos y financieros. La deflación tiene consecuencias incluso más peligrosas que la inflación. Preserva el poder adquisitivo de las rentas, pero a cambio aumenta el valor de las deudas y acrecienta el coste relativo de los intereses. Perjudica considerablemente a los agentes más endeudados (sean individuos, familias o Estados) y esa es la razón por la cual resultaría muy dañina (la propia desinflación ya lo es) para países como España, Italia o los que actualmente están en trámite de rescate. Además, frena el crecimiento; los consumidores retrasan sus decisiones de compra a la espera de precios de bienes y servicios más bajos. El resultado es una trampa para las rentas y el empleo de la que resulta difícil salir.

Resulta paradójico contemplar como los pirómanos nos alertan de los riesgos del fuego. Aquellos que incendiaron con medidas de austericidio Europa, ahora claman por los riesgos de deflación. El comisario de Economía, Rehn o la directora del FMI, Lagarde, se declaran preocupados por las bajas tasas de inflación en Europa y claman por medidas no convencionales para salir de la situación. ¿Y qué cabe hacer? Las opiniones se agrupan en torno a dos propuestas. La primera, monetarista, sugiere bajar los tipos de interés y aportar fondos a las entidades financieras para fomentar el crédito a familias y empresas. La segunda, de corte keynesiano, propone incrementar el gasto público para dinamizar la economía. Normalmente, la opción más adecuada dependerá de cada situación y consistirá en una combinación de ambas propuestas. Por ejemplo, durante la Gran Depresión la Reserva Federal disminuyó los tipos de interés hasta el 0,5% a principios de 1930. Sin embargo, en estas condiciones las familias preferían atesorar su dinero en casa ya que la rentabilidad que ofrecían las entidades financieras era muy reducida (trampa de liquidez). Al no disponer de recursos de clientes, los bancos no podían conceder préstamos para la actividad productiva. Por ello, fue la política de estímulo a través del gasto público acometida por el presidente Roosevelt en el marco del New Deal. la herramienta que permitió superar la crisis. En realidad nada de lo que el gobierno hacía tenía consecuencias importantes en la economía, ya que a causa de la crisis los mercados extranjeros se volvieron más proteccionistas. En consecuencia, el exceso de oferta de bienes y servicios estadounidense no podía ser colocado. La crisis se superó cuando finalizó la Guerra mundial, al permitir una gran expansión de su economía por medio de los préstamos a los países europeos en conflicto. Esto a su vez, aumentó la demanda de sus productos debido a que Europa había perdido gran parte de su matriz productiva, la cual fue reemplazada por losEstados Unidos.

La actual situación europea vuelve a dar la razón a Keynes. Con libre circulación de capitales, un tipo de cambio fijo resulta imposible de mantener (el sistema monetario europeo lo mostró suficientemente) pero no digamos una unión monetaria. El intento de sustituir la devaluación de la moneda por la deflación interna, amén de producir graves injusticias, suele resultar baldío. Y es que la bajada de precios únicamente puede tener alguna efectividad de cara a recuperar la competitividad en la medida en que el resto de los países no apliquen la misma política. Necesitamos incentivos públicos, inversión pública que vuelva a situar en las decisiones públicas el centro de actuación y, sobre todo, como elemento regenerador de la confianza. No sirve solo ya bajar los tipos al 0% o darle a la maquina de hacer billetes para prestarlos a los bancos, eso no haría ya más que engordar a los especuladores que sin esfuerzo alguno inversor hacen un buen negocio prestando en condiciones de usura. Se requiere recuperar la autoridad de las decisiones públicas para alejar del panorama a los buitres que merodean activos y a empresas en busca de gangas por todo Europa.

Debemos ser conscientes de que en lo que dura la crisis, el volumen de los fondos de inversión en todo el mundo ha crecido un 35% y suponen ya el 70% del PIB mundial. Para que nos hagamos una idea, el mayor fondo mundial, de curioso nombre, Black Rock, tiene una valoración de tres veces el PIB de España. Parece evidente que a estos fondos, de procedencia anónima e incontrolable en plena globalización de capitales, les ha ido muy bien en la crisis. Se han convertido en los verdaderos gobernantes del nuevo orden. Han acosado a través de sus presiones en los mercados a Estados y empresas multinacionales. Invierten, desinvierten y especulan con una facilidad que hace una década no podíamos vislumbrar. Para ellos la deflación es un estado natural al que nos han llevado para abaratar sus movimientos, pero incluso para ellos, que se pare la rueda es malo porque la inactividad a medio y largo plazo es sinónimo de pobreza. Necesitan actividad para colocar sus fondos y por eso hay que aprovechar ahora para poner límites a ese poder desproporcionado que han adquirido. Es el momento de volver a incentivar la economía productiva, la innovación en sostenibilidad y reducir al entorno que le corresponde a las herramientas de financiación. El valor que se antepone al precio, no está en el dinero, que no es sino un medio convencional para fijar las condiciones del intercambio. El valor reside en las personas y las personas nos organizamos en la cosa pública que nos representa. Recuperar el valor de lo público como eje de la recuperación es la única posibilidad que tenemos para salir de una vez de la crisis. Empecemos por combatir la deflación con decisión y firmeza. Demos un toque de atención desde Europa al mundo demostrando que nuestro marco de convivencia está por encima de los billones de billones de dólares de los fondos de inversión. A Japón le está costando más de 20 años salir de la crisis, salir de la recesión y de deflación por no emprender políticas de estímulo públicas. Ahora se han decidido a hacerlo con su programa “Abenomics” o de las tres flechas, con cuantiosas inyecciones de liquidez. Han pasado las primeras pruebas con éxito. ¿Por qué no seguirles con la misma decisión?

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Ucrania escenario de guerra fría: ¿a qué espera la Unión Europea para ser mayor?

Ucrania se desangra ente divisiones políticas, enfrentamientos sociales y bancarrota económica. Rusia aprovecha la circunstancia tratando de recomponer sus fronteras sobre su sueño imperial zarista o de los soviets. Mientras EE.UU.ensimismado en su recuperación económica y la revolución interior de su sistema energético y productivo, recurre a la dialéctica a su VI Flota para afianzar un nuevo episodio posmoderno de guerra fría. Y mientras la Unión Europea, que tiró la piedra y escondió la mano en la plaza de Maidán en Kiev, como si fuera mayor de edad en el contexto mundial, ahora se arruga recordando que es un simple adolescente jugando a ser adulto. El tablero de ajedrez se agita porque las piezas se exasperan, sufren y mueren a tiros en plena hambruna. Jugar con el dolor ajeno puede tener un riesgo incontrolable, la situación puede írsele de las manos a los directores de este drama si la población sometida el extremo de tensión decide buscarse por su cuenta la solución al conflicto. Al fin y al cabo, la mayoría de ellos, sean ucranianos, crimeos, rusos o tártaros, tiene muy poco que perder en una guerra sin cuartel por las calles de pueblos y ciudades. Cada día hablan más las armas y menos las voces con sentido común. Cada vez se oyen más disparos y el chirriar a muerte de las cadenas de los carros de combate. El tiempo para la paz se va perdiendo y la diplomacia europea incapaz de hablar como la Unión que dice ser.

La verdad es que me debatía el último mes en cuándo era el momento más adecuado para escribir este post, si cuando se iniciaron las protestas proeuropeas en la plaza de la Independencia, cuando se depuso al presidenteYanukovich, cuando se liberó a Timoshenko… pero tenía la sensación de que los sucesos vividos en la capital de la madre Rus, no eran más que la antesala de una crisis de dimensiones considerablemente mayores. Se daban todas las condiciones para la tormenta perfecta: Ucrania para los rusos es el corazón de la patria, el origen nacional; por su suelo pasa el 80% del gas que los europeos importamos de la Federación Rusa; Crimea es una república autónoma con diferentes identidades históricamente enfrentadas y su puerto de Sebastopol es la base estratégica de la flota rusa en el mar Negro, actualmente bajo arriendo del gobierno ucraniano. Y como telón de fondo de este auténtico polvorín, la economía ucraniana se encuentra sumida en una profunda crisis envuelta en un sistema de corrupción extendido. En este clima propicio al conflicto social, la Unión Europea con su propuesta de acuerdo de libre comercio representa para muchos ciudadanos la esperanza en un horizonte lleno de perspectivas que podría contribuir a la ansiada modernización industrial del país. Sin embargo, no podemos olvidar que caso de concretarse la asociación con la UE, Ucrania tendría que someterse a una urgente actualización de su tejido productivo para ajustarse a las 350 regulaciones europeas que, a tenor de algunos expertos, serían difíciles de asumir por el país en estos momentos. Además, la integración podría inundar el mercado interno ucraniano de productos europeos, especialmente alemanes, la principal impulsora de los acuerdos con Kiev. Estos argumentos los utilizaMoscú como pantalla propagandística. Dicen que asociarse con la Unión Europea significa ser excluido de los beneficios que actualmente Ucrania recibe de Rusia, relacionados no solo con el gas, sino con los privilegios arancelarios que perdería. Hoy Ucrania está al 50% de caer en bancarrota. Si Rusia, por ejemplo, impone la tarifa arancelaria acordada por la Organización Mundial de Comercio, Ucrania podría perder un 1,7% de su PIB y para nosotros supondría un daño muy serio porque muchas empresas ucranianas mantienen relación con Rusia.

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Por ello, siendo realistas la aplicación de un acuerdo con la UE requeriría al menos de un periodo de transición de al menos 4 años y un paquete de ayudas económicas que Yanukovich cifró en 160.000 millones de euros. En septiembre los cálculos rozaban entre 3.000 y 5.000 millones de euros, pero la crisis empeora por días por lo que se hace difícil de calcular la cuantía de ayudas que la UE debería poner encima de la mesa para incorporar Ucrania a su zona de influencia. Un plan que en las actuales circunstancias económicas que vive la Unión Europea parece imposible de alcanzar un consenso. A favor de la acción se sitúan a la cabeza la canciller alemana, Ángela Merkel y cuenta con el claro apoyo de el premier británico, David Cameron y de forma más tibia, del presidente francés, François Hollande. Para el resto, inmerso en los aún leves indicios de recuperación económica, la crisis de Ucrania representa un palo en la rueda del movimiento incercial necesario para lograr la salida de la crisis. España o Italia, más allá de llamamientos a la necesidad de diálogo y apoyo a las fuerzas proeuropeas, difícilmente apoyarían una intervención económica basada en un plan de ayudas cuantiosas. Y sin dinero, la realidad es que los llamamientos de la UE al acercamiento de Ucrania, no son más que trampas para una población acuciada por un futuro mejor. En el fondo, lo único que hemos logrado con nuestra diplomacia democrática es provocar un escenario de práctica ruptura del país. Y lo que es peor, despertar al oso ruso y sus ambiciones territoriales bajo el demagógico pretexto de defender a las minorías rusas que pueblan Ucrania.

En Washington, el presidente Obama asiste una vez más a las consecuencias de la debilidad política de Europa. Las intolerables declaraciones de Victoria Nuland, la secretaria de Estado adjunta para Europa despreciando a la UE en el conflicto de Ucrania, son sin embargo muy explícitas del cansancio y hartazgo que produce al otro lado del Atlántico nuestra capacidad para provocar conflictos y nuestra inoperancia a la hora de resolverlos. La administración Obama está inmersa, como lo hiciera su antecesor Roosevelt antes de que estallara la II Guerra Mundial, en un programa de recuperación económica profundo, que ha revisado sus políticas energéticas de forma radical, perdiendo dependencia paulatina del petróleo y sus exportaciones provenientes del Golfo Pérsico. La explotación mediante fracking de hidrocarburos no convencionales, como el gas de lutita o de esquisto ha supuesto una bajada de precios de los combustibles sostenida y con ello un aumento de la competitividad de EE.UU. que ha mejorado un 20%. A diferencia de la UE, la mayoría de las fuentes de energía que precisa EE.UU. están en su territorio. Con ello cambia radicalmente el papel de gendarme que durante décadas ha venido jugando la potencia norteamericana en el mundo. La diplomacia activa impera, como sucediera en la crisis de Siria y se elude a toda costa el conflicto que genera cuantiosos costes militares en una economía que lucha por reducir su desorbitado déficit público. A nada de esto es ajeno el Kremlin y mucho menos su líder, Vladimir Putin. Ya midió las fuerzas de su antagonista cuando Obama llamó a derrocar al presidente sirio, Bashar al-Asad y se apuntó una victoria clara al impedirlo. Ahora la crisis toca a sus territorios más sensibles, cuando además el terrorismo amenaza a sus regiones en poder convertirse en una seria amenaza a su orden establecido. La intervención en Ucrania es un alimento imprescindible para reforzar sus discurso de orgullo ruso y empoderamiento nacionalista. Un fácil manera de tapar las vergüenzas de una economía aun subdesarrollada, incapaz de generar progreso para su población.

De reojo observa el conflicto, el cuarto gigante mundial, China. Los nuevos mandatarios chinos bastante tienen con tratar de sostener el crecimiento económico, sin que se dispare su deuda, controlando las anhelos desmedidos de su población, los movimientos terroristas que empiezan a actuar en su suelo y las denuncias continuas de corrupción de su sistema político que la prensa internacional desvela un día si y otro también. Necesitan un mundo en paz y silencioso para poder seguir su programa de reformas y de capitalismo colectivizado. Cualquier perturbación frena su ritmo, que aunque lento, debe ser continuo. De ahí que pese a que formalmente apoyan la posición rusa, sus llamamientos al entendimiento son claros y en esta ocasión no serían aliados naturales de Rusia en caso de intervención militar. A todos los agentes implicados, pues, les incomoda el conflicto, salvo a Rusia que ve posibilidades de sacar tajada de una partición de Ucrania y a la UE que sin arriesgar nada también ve beneficios en ese caso. Son China y EE.UU. los menos favorables a aceptar que el continente vuelva a convertirse en territorio de conflicto y repartos interesados de tierras y personas.

La Unión Europea hace bien en defender en el entorno de sus fronteras el establecimiento de democracias sólidas y fundamentadas en economías competitivas. Está en el adn de su fundación abogar por ello, pero también lo está y por ello recibió el premio Nobel de la paz, garantizar a las personas su seguridad y una forma digna de vida más allá de sus bunker de miembros Estado. Si quiere jugar ese papel en el mundo, tiene que actuar con decisión y con intenciones claras. Lo demás es utilizar a las ciudadanos como conejillos de indias de sus experimentos políticos. Los peores fantasmas de nuestra historia vuelven a pasearse por las pantallas de los televisores. Soldados armados hasta los dientes, convoyes de carros de combate, flotas movilizadas… y de fondo declaraciones de líderes políticos amparadas en razones espúreas. Toca ser inteligentes que es sinónimo en este caso, de no entrar al trapo de las provocaciones de un líder dictatorial necesitado de gestas épicas como es Putin. Toca dialogar con el aliado lógico en esta batalla diplomática que es EE.UU. y toca poner a China a nuestro favor, haciéndole ver que una Ucrania en libertad y progreso, es su mejor compañero de viaje. Toca en suma, trabajar unidos como potencia europea, sin anteponer intereses particulares cortoplacistas y defendiendo ante todo la suerte de los 46 millones de ucranianos que hoy ven es riesgo sus vidas. Estamos ante otra hora histórica para el futuro creíble de la Unión Europea.

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2014, Europa en la encrucijada

2014 llega con un marcado carácter europeo. No solo por ser año electoral en laUnión Europea que elije su eurocámara, sino porque como cada siete años, el llamado marco presupuestario de la UE se renueva y con él todo el conjunto de fondos y ayudas comunitarias. Asimismo, el año que comienza debería instaurar definitivamente la Unión Bancaria, lo que significa que al igual que Estados Unidos, los europeos tendremos una moneda común, un banco central y una reserva federal. Y por si todo esto fuera poco, a raíz de la renovación de los escaños de los europdiputados, deben renovarse todos los cargos principales de nuestras instituciones, el presidente del Consejo Europeo, el de la Comisión y todos sus miembros, el del Eurogrupo, así como el del Alto Representante Exterior de la Unión. En conjunto, un año de cambios profundos que contará con una cierta estabilidad política en los Estados miembros, pues, ninguno de los grandes tiene comicios nacionales, salvo si en ItaliaBerlusconi decide arrastrar a su país al caos electoral para resolver sus problemas judiciales. Si habrá, por contra una consulta popular de gran trascendencia en el mes de septiembre, anunciada y pactada con el Reino Unido, sobre la independencia de Escocia, a diferencia de la solicitada en Cataluña y no admitida por Madrid, señalada para el próximo mes de noviembre. Podemos decir sin miedo a equivocarnos que la Unión Europea se halla ante un conjunto de procesos políticos y de reformas económicas que cambiarán su fisonomía y, con casi total seguridad, de tener éxito consolidarán definitivamente el proyecto europeo, como de fracasar pueden suponer su fin.

El 25 de mayo de 2014 – el 22 de mayo en Holanda y Reino Unido – se celebrarán las elecciones europeas. Y serán los comicios de la UE más importantes de la historia, no solo por el número de europeos llamados al voto, nada menos que más de 375 millones, en 28 Estados, tras la incorporación en 2013 de Croacia, sino por la capacidad política que tendrá en la nueva legislatura la Eurocámara. En estos próximos 5 años el Parlamento Europeo acabará de desplegar su marco de poder establecido en el Tratado de Lisboa, el marco legal que rige en la actualidad a los miembros de la UE. El conjunto de su actividad legislativa y de control legislativo y ejecutivo de la Comisión y el Consejo, llegará a un 60% de las decisiones que se toman en Bruselas. Pero lo que resulta más trascendente y gestual es que el parlamento saliente de las urnas en mayo, nominará al presidente o presidenta de la Comisión y a todos sus miembros, algo que debe ratificar el Consejo, pero que difícilmente se entendería que los jefes de Gobierno fueran contrarios a la voluntad popular expresada en unos comicios. Por tanto, el nuevo Parlamento tendrá la potestad de nombrar y cesar al máximo órgano de la UE, quedando por tanto, definitivamente legitimado democráticamente como soberano de las decisiones comunitarias. Es cierto que estas elecciones se van a producir en un clima general en Europa de descrédito de la clase política y que se anuncia en las encuestas un grado de participación bajo – en torno al 46%, lo que sería la media de otros comicios europeos -, sin embargo, en dichos sondeos llama la atención que entre los jóvenes la estimación de voto se eleva al 65%, probablemente porque tienen clara conciencia de lo que se juegan en Bruselas a futuro. Un dato a tener en cuenta para los detractores del programa Erasmus que tanto ha hecho por unir Europa. Las predicciones actuales, tanto de una encuesta/panel realizada por el propio Parlamento Europeo como por el Think tank de Jacques Delors, Notre Europe, nos hablan de una victoria por la mínima de los socialistas frente a al Partido Popular Europeo, un incremento espectacular de los no adscritos, es decir, una amalgama de ultraderechistas, radicales, comunistas y antisistemas, la consolidación al alza de las opciones nacionalistas moderadas y una caída significativa de los Verdes. Si así fueran las cosas sería difícil recurrir al bipartidismo imperante en alternancia para la conformación de mayorías parlamentarias. Seguramente se acudiría a la fórmula alemana dela gran coalición para las grandes cuestiones europeas mediante el acuerdo del PSE y el PPE, mientras que en el día a día los eurodiputados se verán obligados a hacer mucha y buena política mediante acuerdos de todo tipo.

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Respecto a las personalidades que pueden pasar a ejercer el protagonismo en las instituciones de la Unión, empecemos por el cargo de presidente de la Comisión. El Partido Socialista Europeo ya ha nominado formalmente a su candidato, el actual presidente del Parlamento Europeo, el alemán Martin Schulz. Hombre de marcado acento político que de ganar no pasará desapercibido ante la opinión pública. El Partido Popular Europeo aún no ha nominado a su candidato o candidata y en las quinielas suenan nombres como los de Enda Kenny, primer ministro irlandés,  Jyrki Katainen, primera ministra finlandesa, Jean ClaudeJunker, ex primer ministro luxemburgués,  o de los actuales comisarios, MichelBarnier y Viviane Reding. Los liberales y nacionalistas de ALDE tampoco han nominado y suenan el actual portavoz de dicho grupo en la eurocámara, GuyVerhofstadt, el ex ministro de Exteriores alemán, Westerwelle o el comisario de Economía, el finés Olli Rehn. Pendientes de un proceso de primarias en todos los Estados miembros están los Verdes y sí ha nominado a su candidato los partidos más a la izquierda de la cámara, en la persona del líder de Syriza, el griego AlexisTsipras, todo un símbolo de la lucha contra las políticas de ajustes llevadas a cabo en su rescatado país por órdenes de Bruselas.

La UE afronta el 2014 con unas previsiones económica que podrían calificarse de moderadamente optimistas en su cuadro macroeconómico. El crecimiento se cifra en un 1,4%, pero todo estará en función de que el eje franco alemán sea capaz de mantener tales cifras. Especialmente la locomotora alemana, pero sin dejar de lado las debilidades de una economía francesa que tiene pendiente muchas reformas estructurales solicitadas por la Comisión y cuya demanda interna no consigue alegrarse. En todo caso, sea cual sea el crecimiento, la realidad seguirá estando marcada por los altos porcentajes de desempleo, muy especialmente, de paro juvenil que afecta al 23,5% y en algunos países como España a uno de cada dos jóvenes en edad laboral. De ahí que esta sea la principal tarea en la agenda de la nueva Comisión que tomará posesión a la vuelta del verano. A él se unen cuestiones como el despliegue del SEAE – Servicio Europeo de Acción Exterior, la puesta en marcha la unión bancaria, la Agenda digital,  mejorar el funcionamiento del mercado interior o hacer funcionar el Marco Financiero plurianual 2014-2020. En este último tema, la UE ha aprobado unos presupuestos que siguiendo la doctrina germánica de la canciller Merkel, obliga a un ahorro o recorte del 3% respecto al anterior periodo 2007-2013. Con un compromiso de 960.000 millones de euros, de los cuales irán destinados a gasto 908.000 millones. Ello ha obligado a la reformulación de todos los fondos europeos. Así la PAC con 408.000 millones €, en su gran mayoría irán dirigidas a agricultores activos y pagos a medidas medioambientales. El FEDER se destinan 500.000 millones, y especialmente en el caso de España es el más afectado por los recortes. España recibirá 25.116 millones. De los cuáles solo Extremadura con 1.858 millones, quedará entre las regiones objetivo 1 por tener una renta per cápita por debajo de la media europea. Andalucía, Canarias, Castilla-La Mancha y Murcia reciben un trato especial – 12.201 millones. El resto  recibirán 10.084 millones a repartir, es decir, prácticamente nada respecto a la etapa anterior. Quedan, pues, los fondos europeos a la innovación e investigación como joyas del nuevo proceso que se pone en marcha en 2014, el llamado programa HORIZON 2020 con unos 100.000 millones de euros.

No será baladí la puesta en marcha definitiva de la Unión Bancaria Europea. Una necesidad surgida a raíz de la crisis financiera internacional y que ha obligado afortunadamente a tener que correr, pese a las continuas reticencias alemanas, a los responsables del Banco Central Europeo en el diseño de una verdadera Reserva Federal que garantice la sostenibilidad del euro. Su objetivo no es otro que reducir la fragmentación de los mercados de la Eurozona. Se basa en tres pilares: el supervisor bancario único, el mecanismo único para la resolución de problemas de las entidades con problemas y el sistema común para garantía de depósitos. De estos tres retos, el del supervisor único está aprobado y tiene fecha de entrada en vigor a partir de noviembre 2014. Los otros dos están prácticamente aprobados tras el pasado Consejo Europeo y frente a los más pesimistas todo parece indicar que también a lo largo del próximo año estarán en funcionamiento. Tendremos como decía, por tanto, una moneda común fuerte y estable, con un Banco Central emisor y supervisor único del que dependerán todas las entidades financieras que operan en Europa. Pocas cosas pueden dar más credibilidad en un mundo monetarizado como el global que hoy tenemos a un proyecto de construcción política como lo es la Unión Europea.

Muchas claves para doce meses, muchos objetivos y muchas dificultades que sortear. Si los europeos para bien o para mal somos cada día más conscientes de lo que ha supuesto la cesión de soberanía que hemos hecho a la Unión – un 85% de las decisiones lo son supranacionales -, este año podemos batir el record de percepción de la trascendencia que en nuestras vidas tiene lo que se decide en Bruselas. Nuestra identidad es ya una amalgama más o menos armónica de lo que nos rodea más cercano, con lo que desde la riqueza de la diversidad hemos unido en Europa. Saber defender nuestros intereses, ser competitivos, en resumen, poder ejercer los mayores grados de libertad posibles, depende de cómo sepamos jugar nuestras cartas en este entorno de excelencia que quiere ser la Unión Europea. El reto es dual, por un lado elegir a nuestros mejores representantes para llevar a cabo las políticas que Europa precisa y desde las empresas o el trabajo individual, ser capaces de competir y de aliarse con los procesos innovadores que en nuestro espacio común van a ponerse en marcha en la próxima década. Este es el nuevo tren que se pone en marcha en 2014, podemos subirnos a él como hicimos en su día cuando Europa significó las mayores metas de progreso o darle la espalda y recluirnos en nuestros patios interiores mirando la ropa colgada del vecino en un eterno ejercicio de envidia malsana y empobrecimiento intelectual. Una vez más la elección es nuestra.

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Hablemos de elecciones europeas o de cómo centrar el debate en Europa

Conviene advertir a tiempo a los ciudadanos europeos de lo mucho que se juegan en los próximos comicios europeos de mayo de 2014. De otra forma podemos encontrarnos a la vuelta de seis meses con la desagradable sorpresa de hacer depender las decisiones más importantes para el futuro de Europa de una insoportable retahíla de minorías populistas. Es mucho lo que nos jugamos en esas elecciones como para permitir que una escasa participación y el creciente euroescepticismo se hagan con el poder en la eurocámara. De ahí que resulte fundamental fomentar el debate sobre la Unión, sobre los problemas que la crisis económica nos ha deparado, de la falta de liderazgos, de los nuevos retos de la construcción europea o del papel a jugar por la UE en el escenario internacional. Necesitamos grandes debates de los que surjan grandes ideas para afrontar una legislatura que puede resultar decisiva en la suerte del proyecto europeísta. Aunque mucho me temo que en el caso español, las cuitas patrias centradas en el ventilador de la corrupción invadirá todo en los escasos quince días que hablaremos de Europa. Si no somos capaces de hacer una adecuada traducción de los problemas nacionales en el contexto global de la Unión, el resultado electoral puede abocarnos al fracaso general.

Para poner en dimensión real la trascendencia de las elecciones europeas de mayo, baste con decir que los eurodiputados por primera vez en la historia de la UE serán los responsables de elegir al presidente o presidenta de la Comisión Europea. Es decir, que el jefe del Ejecutivo comunitario ya no será monodependiente de los presidentes de gobierno de los Estados miembros, sino de los representantes electos del debate europeo. Esta grado de autonomía conferirá a la Comisión un carácter diferenciador, como lo hará al propio Parlamento que será el único capaz de cesar al colegio de comisarios. Qué comportamiento tendrán ambas instituciones a raíz del juego que les transfirió elTratado de Lisboa, es una absoluta incógnita y en gran medida dependerá como es obvio de la configuración política de los grupos que conformen la nueva eurocámara. Lo cierto es que si no ejercemos nuestro derecho al voto difícilmente podremos seguir recurriendo a la cantinela de la falta de representatividad del gobierno de Bruselas. Por ello va a resultar de gran trascendencia la configuración de las listas electorales. Hasta ahora el Parlamento Europeo se había convertido en una suerte de cementerio de elefantes políticos o el último destino de políticos de recorrido nacional a los que se les daba un premio postrero en forma de suculenta retribución y escasa responsabilidad. La última legislatura con la mayoría reforzada en muchas de las decisiones decisivas de la UE, han convertido al Parlamento europeo en un escenario de creciente relevancia.

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Indudablemente, de la composición de esas listas electorales y de la importancia de sus líderes va a depender en gran medida la trascendencia del debate. En este sentido, los dos grupos que conforman el bipartidismo europeo y nacional en la mayoría de los Estados miembros, el Popular y el Socialista, han tocado a rebato a sus formaciones estatales para que concedan la máxima trascendencia a las elecciones europeas. Se trataría de no perder el control de la eurocámara en unos comicios en los que está en juego la gobernabilidad del día a día de la Unión. De la misma forma, será fundamenta la nominación de los posibles candidatos a presidente de la Comisión. Una primera cuestión que se pondrá encima de la mesa es el nivel político de los mismos. Lo lógico es que se trate de personalidades que están ejerciendo actualmente su labor en las instituciones de Bruselas y que no tienen porqué ser eurodiputados. Teniendo en cuenta la existencia del Consejo Europeo, no parecería lógico que se busquen grandes pesos pesados de la política de los Estados, algo que ha sido la costumbre cuando los que elegían al presidente de la Comisión eran los presidentes de Gobierno. De ahí la elección para el cargo de ex primeros ministros como JacquesSanter, Romano Prodi o José Manuel Barroso en ocasiones anteriores.

Entre los nombres de los candidatos que se escuchan en los corrillos políticos de Bruselas destacan los de el alemán Martin Schultz, el actual presidente socialdemócrata del Parlamento Europeo; el francés Michel Barnier, comisario del Mercado Interior o el de la luxemburguesa Viviane Reding, vicepresidente de la Comisión y titular de Justicia. A ellos pueden añadirse una pléyade de personajes y personajillos de todos los colores y condiciones, en función de la representación que alcancen las minorías de bloqueo en la eurocámara. En este sentido, los últimos sondeos hablan de que los partidos verdes, de ultraderecha y ultraizquierda y movimientos antisistema y antieuropeistas, pueden alcanzar sumando todos sus escaños más del 30% del total, convirtiéndose así en una especie de bisagra múltiple para las políticas europeas. No obstante, no parece que puedan condicionar la elección del presidente de la Comisión y de su colegio de comisarios, ya que para dicha trascendente decisión si fuera necesario se acudiría a un acuerdo estilo gran coalición entre el Grupo Popular y el Grupo Socialista en lo que podría ser el inicio de una intensa labor de colaboración en la legislatura. No sería, pues, de extrañar que unos pobres resultados de las dos grandes formaciones políticas europeas obligue al acuerdo entre ambas en los temas fundamentales para minorar el protagonismo de las posiciones más radicales.

Respecto a los temas que pueden situar el debate europeo en el centro de la atención ciudadana, no cabe duda que si algo preocupa a los europeos con mayores o menores niveles de incidencia, es el empleo juvenil. En un continente cuya principal enfermedad consiste en padecer una demografía envejecida, el futuro incierto de unos jóvenes cada día con más dificultades para encontrar empleo debe convertirse en el foco de propuestas en las elecciones europeas. Si fuéramos capaces de convencer a nuestros jóvenes de que Europa es la oportunidad y no el problema, habríamos ganado de golpe el desafío que los euroescépticos lanzan hoy día a la Unión.  El desempleo juvenil en la Europa de los 28 gira en torno al 15% para menores de 35 años y se incrementa hasta un 22% para menores de 25. EspañaGrecia y Croacia se sitúan claramente por encima de la media superando en el caso de España el 52%. Otro dato destacable es que el 19% de los jóvenes desempleados llevan entre 1 y 2 años en paro. Asimismo,  la tasa de emancipación en Europa de jóvenes entre 25 y 34 es del 74%. Francia y Bélgica tienen las tasas más elevadas, mientras queEslovenia, Grecia, MaltaPortugalItalia y España se sitúan muy por debajo de la media, en el caso de España del 64%. No sé si necesitamos más ratios alarmantes para darnos cuenta de que vivimos en una auténtica emergencia social que precisan medidas de inmediato para conceder el derecho de un futuro digno en nuestro espacio común a los jóvenes.

Vivimos los europeo la paradoja de haber sido capaces de crear el mayor mercado interior comercial y de consumo del mundo, con más de 500 millones de personas y una moneda única para buena parte de ellos y, por contra, capaz de condenar a sus jóvenes al desempleo. Esta es la triste realidad del fracaso de un proyecto que si no es capaz de poner en marcha herramientas de fomento del empleo, perderá su identidad en menos de una década. No podemos convertirnos en el museo de mayores privilegiados del mundo occidental. Eso nos relega a un segundo plano y, en el fondo, a renunciar a los derechos que hemos enarbolado siempre como hecho diferencial europeo. Toda nuestra arquitectura social depende de que seamos capaces de garantizar un futuro digno a nuestros hijos. Las próximas elecciones europeas son el mejor escenario para centrar el debate de la creación de empleo. Antes que más o menos competitivos, más o menos innovadores y más o menos formados, debemos evitar perder generaciones de jóvenes abocados hoy a la frustración y el desencanto. Está claro que nuestros líderes nacionales no son capaces de resolver el problema, tal vez la suma de ideas y voluntades en el espacio común, sea la única salida que tenemos aún para paliar este drama continental. Aprovechemos las elecciones europeas para abrir un gran debate sobre el empleo juvenil, pero no dejemos la labor exclusivamente en manos de la clase política, contribuyamos todos empezando por los medios de comunicación, las redes sociales y las conversaciones privadas. La labor es de todos si queremos tener futuro.

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