II Cumbre UE-CELAC: Bruselas, una foto y una oportunidad perdida

Cuando hace dos años los mandatarios europeos y latinoamericanos se reunieron en Santiago de Chile, se abrió una nueva era en las relaciones birregionales de los dos lados del Atlántico. Allí se puso de manifiesto un cambio histórico en la visión que unos tenemos de los otros, se ponía fin a un claro desequilibrio asimétrico y se empezó a hablar en pie de igualdad. Probablemente ello fue posible porque la Unión Europea vivía entonces inmersa en una profunda crisis de identidad en torno a su moneda, el euro, y a que América Latina mostraba pujanza económica con cifras de crecimiento sólidas y estables en casi toda la región. Seguramente los europeos volvieron a vivir el sueño de El Dorado y los latinoamericanos vieron en Europa a ese socio idóneo de raíz común cultural en quien apoyarse para eludir dependencias del vecino estadounidense del norte o de las inversiones sin rostro de China.

Sea como fuere, los discursos de Santiago rezumaban optimismo y altura de miras y objetivos. La declaración final obligaba a una ambiciosa agenda de desarrollo en común y de aprovechamiento de las oportunidades recíprocas. Pero dos años después, las cosas han cambiado o tal vez sencillamente las cosas no eran como queríamos creer en Chile. Cabe preguntarse, ¿qué ha cambiado en estos dos años para que lo que entonces fue un acontecimiento de relieve internacional o pase desapercibida como una cita de tono menor? No se trata de un cambio de los protagonistas principales. Entonces estuvieronMerkel, no acudió Sarkozy pero estuvo su primer ministro, como no viajóCameron y si estuvo Rajoy. En Bruselas han estado las 5 primeras economías europeas con su máximos mandatarios – Merkel, Hollande, Rajoy – salvoRenzi que delegó en su ministro de Exteriores ante la visita a Italia coincidente del presidente Putin. Por CELAC, el presidente Piñera hizo pleno hace dos años y, este año han repetido las principales potencias y sus presidentes, Peña NietoRousseffSantos o Humala, junto a la presidente chilena, Bachelet.

Foto oficial de la Cumbre

Solo cabe hacer mención de unas ausencias notorias por parte latinoamericana en el bloque de los países ALBA. Salvo Correa, presidente pro tempore de CELAC y Evo Morales, los demás líderes de la izquierda radical latinoamericana han hecho desbandada. Ni Castro, pese a la normalización de relaciones iniciada con EE.UU. y la UE, ni Ortega, ni Cristina Fernández, niMaduro, han hecho acto de presencia en Bruselas. Los motivos son obvios, el retroceso de su discurso y de su posición internacional en estos dos años, así como la compleja situación que vive Venezuela y que perturba enormemente todo el marco de relación birregional. ¿Para qué viajar y soportar preguntas incómodas de la prensa europea?, pensarían los dirigentes citados. Mejor quedarse en casa y alegar la intrascendencia de las conclusiones de la cumbre o la existencia del enésimo complot mundial contra sus regímenes.

Así las cosas, es obvio que lo que ha convertido en un gesto protocolario la cumbre de Bruselas, es la situación que hoy viven ambas regiones. La UE ha superado su crisis del euro pero sigue inmersa en el laberinto griego del pago de la deuda helena. Además, centra todos sus esfuerzos en dos escenarios: el Este y la amenaza rusa con Ucrania como centro de operaciones y el Mediterráneo con la presión migratoria que sufre fruto de la violencia integrista que asola buena parte del norte de África. América Latina pilla muy lejos y, por si fuera poco, el crecimiento de la economía en los principales países latinoamericanos se ha ralentizado, cuando no está casi en recesión. Demasiados cambios de paradigma como para que el interés mutuo alcance los niveles de interés que tuvo en Santiago 2013. No es que no nos interese a unos y otros la relación, pero el enamoramiento de antaño se ha tornado cariño sin más. Con el riesgo claro de que dentro de dos años cuando se celebre la siguiente cita en Latinoamérica, el Tratado UE-EE-UU. se haya firmado y la III Cumbre se convierta en un evento de tercera división.

En todo caso, además de la foto de “familia”, la declaración de Bruselas no es más que un prolijo documento repleto de buenas voluntades, palabrería grandilocuente y un plan de acción que es un compendio de inconcreciones. Venezuela solo es citada para sacralizar la no ingerencia en los asuntos internos del país, pese a que esté constatada la violación de derechos fundamentales por parte del Gobierno de Maduro. Apoyo incondicional al proceso de paz en Colombia incluido el llamamiento a la negociación para el desarme al ELN. Y respecto a Cuba, mostrar la complacencia con el proceso de normalización de relaciones con EE.UU. como por otra parte, no podía ser de otra manera. En conjunto, es evidente que los miembros de la CELAC han acudido a la cita sin unidad alguna, cada cual con sus particulares intereses y el objetivo de introducir su párrafo de gloria en la declaración, como por ejemplo Argentina que logra que los mandatarios “tomen nota de los debates que en foros internacionales se están produciendo sobre los procesos de reestructuración de la deuda soberana de los Estados”. Eufemismos y diplomacia decimonónica.

Europa ensemismada en sus problemas interiores, con Grecia como paradigma del laberinto comunitario, ocupada en los conflictos en sus fronteras del Este, con Ucrania como escenario de operaciones de las brabuconadas de Putin y sin respuesta a las oleadas de inmigración que la violencia yihadista produce en el norte de África, tiene prioridades muy lejanas a América Latina. Bastante hace con recibir a sus mandatarios con protocolo parco y frío. Y, por su parte, América Latina no pasa de una adolescencia rallana con el infantilismo de las bondades libertadoras que dio origen a sus jóvenes repúblicas. Incapaz de hacerse oir en la escena internacional con una voz unívoca, sus potencias – Brasil y México – de espaldas entre ellas y con demasiados problemas internos, se ponen de perfil ante los discursos radicales de los países ALBA, que hacen más ruido en el mundo globalizado.

Los presidentes de la Comisión, del Consejo europeo y de CELAC, Juncker, Correa y Tusk

Del inviable camino del chavismo sin Chávez

Ha muerto Hugo Chávez, personaje tan excepcional como relevante en la última década en América Latina. No caeré en el ejercicio estéril de realizar juicio de su trayectoria, ni dedicar adjetivos críticos o laudatorios al fallecido. Creo que eso le corresponde a los historiadores y a sus seguidores u opositores. Me parece más útil para aquel que se tome el trabajo de leerse estas líneas tratar de analizar las consecuencias futuras de la desaparición del presidente venezolano en su país y, por ende, en el conjunto de la región. Dado que Chávez tuvo una clara intención de trascender con su proyecto político entre sus vecinos y que jugó a su manera un papel en el escenario internacional, conviene cuestionar las posibilidades de continuidad del régimen chavista o de su llamada revolución bolivariana. Estamos ante la típica reflexión de las opciones que le quedan a la obra política de sobrevivir a la muerte de su creador. Cuando el personalismo y el liderazgo carismático se extreman hasta los límites de la sublimación resulta más arriesgado e incierto el camino hacia un futuro sin el inspirador y director de la marcha. Esa es la primera conclusión que podemos extraer, que difícilmente puede sobrevivir el chavismo o la llamada revolución bolivariana sin Chávez.

No entraré tampoco a evaluar la pureza democrática de la República Bolivariana de Venezuela, pero es evidente también que su Constitución y las reformas políticas, económicas y sociales introducidas durante el mandado del presidente Chávez, componen una suerte de sistema personalista hecho a la medida de las ideas y doctrinas de su líder. Sin ese sustento todo tendrán que ser apelaciones nostálgicas al caudillo libertador. Porque sin duda alguna desde su referencia mítica a Simón Bolivar, la trayectoria de Hugo Chávez se entiende desde el concepto cuadillista militar que desde posiciones sociales de defensa del pueblo, se arroga el gobierno. En esa línea, sea en Europa, América, Asia o África, los ismos ligados a un nombre y un apellido se van diluyendo a medida que la memoria borra los otrora egregios pasos del autor. El stalinismo, leninismo, maoismo, mueren a la misma velocidad, que el franquismo o el pinochetismo, salvedad expresa y cierta del peronismo que se ha convertido en Argentina en una suerte de panpartido nacional, pero que no llega a componer un régimen político como hasta la fecha lo era el chavismo. La pureza de las ideas y de la aplicación de las políticas, sean estas positivas o negativas, tienen que ver con el adn de su fundador y se van apartando de la pureza a medida que tienen que ser interpretadas por otros dirigentes que las amoldan a su particular visión y circunstancia. Es obvio y lo repito, que nada volverá a ser igual en Venezuela sin Hugo Chávez por mucho que sus correlegionarios y posibles sucesores se empeñen en vender la tesis del continuismo.

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Pero en realidad ¿qué podemos decir de cómo quedan las cosas en Venezuela sin Chávez? Lo primero que lo sustancial de la idiosincrasia geopolítica del país no variará, es decir, los venezolanos para bien, pero también para mal, seguirán reos de su principal recurso, el petróleo que les da la riqueza pero les acarrea todas la inestabilidades de su historia. Por tanto, su suerte sí le importa al mundo, muchas miradas tan interesadas como poderosas, estarán pendientes de la deriva que tome el país caribeño. No estimo posible ningún tipo de injerencia directa y explícita en lo que pueda suceder en Caracas, pero sí todo tipo de presiones de vecinos y potencias para que el futuro gire en uno u otro sentido. Bien es cierto, que estamos asistiendo a la crónica de una muerte anunciada y que en el transcurso de la larga agonía cubana de Chávez ha dado plazo para que tanto los chavistas como la oposición han tenido plazo para preparar el nuevo escenario en una especie de pacto no escrito. Todos se saben débiles ante el futuro, el chavismo porque sin su líder no sabe si tendrá garantizado ese suelo fijo electoral por encima del 30% que aseguraba el líder bolivariano y la oposición porque seguir unida y con un líder solvente les va a resultar difícil: evidentemente contra Chávez vivían mejor.

Pero vayamos por partes, en el bando bolivariano, Chávez teóricamente ha dejado las cosas atadas y bien atadas – aunque ya conocemos en España el significado de estas situaciones -. Optó por un sucesor continuista pero moderado, el más dialogante de sus colaboradores y, por tanto, capaz de tutelar un proceso de transición ordenado sin claudicar de los principios. La única duda a medio plazo es el papel que los militares más radicales puedan tener si el régimen se suaviza tanto que vean correr peligro sus prebendas. El actual ministro de Defensa DiegoMolero, de tintes caudillistas, costumbres ultrarreligiosas y pasión extrema bolivariana, será un elemento fundamental en este proceso. De no suceder nada extraordinario, será sin duda Maduro el candidato electoral del Movimiento Bolivariano ya que lo dejó proclamado en vida el presidente Chávez en la víspera de su viaje a Cuba para ser intervenido de su mortal cáncer. Las previsiones electorales apuntan a una victoria de Maduro en un país que dentro de un mes (30 días es la previsión constitucional dado que Chávez no llegó a tomar posesión del cargo) estará aún en estado de shock por el fallecimiento del líder bolivariano. El cambio al que el fallecido presidente sometió a su país es demasiado fuerte como para que en tan corto plazo, se produzca un giro de 360 grados en la dirección política en Venezuela. Las sucesivas citas electorales, legislativas o federales, nos marcarán el verdadero ritmo de esta transición poschavista.

Enfrente la oposición tiene muchos más riesgos de fragmentación que el gobierno. Henrique Capriles, el último aspirante derrotado por Chávez, alcanzó unos más que razonables resultados y ha logrado aglutinar en torno a su persona una opción moderada de cambio tranquilo en el país. Sin embargo, muerto Chávez los partidos tradicionales, antagonistas históricos entre ellos, pueden tener la tentación de hacer la guerra por su cuenta. Es muy probable que Capriles tenga una segunda y última oportunidad, pero igual que en el chavismo nada volverá a ser igual sin Chávez, la oposición irá paulatinamente reubicándose en sus viejas bancadas, a no ser que los bolivarianos radicalicen las acciones de su gobierno. La región observa dispar las consecuencias de este fallecimiento. Los que más pierden, los ALBA que se quedan huérfanos a la espera de que alguien ocupe el liderazgo revolucionario. Pierde a su líder ideológico y, sobre todo, al financiador de la mayoría de sus proyectos. Cuba, sin duda, es quien más pierde, con un régimen que encontró en la Venezuela chavista una bombona de respiración asistida a un régimen con Fidel desaparecido y Raúl en prejubilación. Quien puede aspirar a suceder al frente del impulso revolucionario a Chávez es el  reelegido presidente ecuatoriano, Rafael Correa, tan carismático como el Comandante venezolano, pero con más problemas económicos en su país. El papel de la presidenta argentina Cristina Fernández, gran amiga como su fallecido esposo de Chávez, seguirá siendo de fiel aliado de los bolivarianos, pero manteniendo su margen de independencia y distancia con los países ALBA. Pero sin duda, tratará de ocupar el espacio regional de mensaje populista que tan buenos resultados le da en su patria.

Las principales potencias latinoamericanas, la del norte México y el sur Brasil, tienen planteamientos de formal respeto al proceso sucesorio de Chávez y para ambas una transición sin sobresaltos y que modere la política exterior venezolana será vista con buenos ojos. De los extraños compañeros de viaje buscados por Chávez en su andadura internacional, tipo Irán o China, nunca tuvieron consistencia ideológica por más que se empeñara en revitalizar la vieja política de los no alineados. Regímenes tan alejados del respeto a los derechos humanos tendrán poco que decir, salvo las relaciones comerciales y de intercambio de recursos lógicos, en el futuro de Venezuela. En resumen, tras Chávez solo caben dos caminos: radicalizar sus postulados, y él mismo fue suavizándolos en vida, o abrir un proceso de transición que respetando inicialmente los fundamentos de la constitución bolivariana, permita una convivencia más armónica con las formaciones políticas opositoras. Venezuela está partida en dos entre los amantes y detractores del legado de Hugo Chávez, hoy en plena convulsión por la desaparición de una personalidad tan arrolladora, se abre un inmenso vacío que ocupará quien con más capacidad sepa guiar los destino de uno de los países más ricos de la Tierra.

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Give a peace a chance en Colombia

Aquel grito pacifista de John Lennon sigue representando uno de los mejores símbolos que la humanidad tiene para pedir que los conflictos bélicos y la violencia cesen. Colombia vive uno de los combates más dilatados en el tiempo – 50 años – y más cruentos de la historia reciente. Por eso el anuncio de un nuevo inicio de negociaciones formales entre el gobierno colombiano y la guerrilla de lasFARC debe ser acogido con las mismas dosis de cautela en el optimismo y de ilusión en su éxito. La esperanza de esta nueva oportunidad para la paz se basa en la firme determinación mostrada por el presidente Juan Manuel Santos y la debilidad y desgate social mostrada por las FARC en los últimos años fruto del asedio al que le ha sometido el Ejército colombiano y del absoluto hartazgo de la sociedad colombiana que hace tiempo que les ha dado la espalda. Sin embargo, como en todo fenómeno que ha generado muertes, secuestros, torturas, destierros y todo tipo de calamidades, las heridas son muy profundas y las dificultades para una reconciliación nacional múltiples. Colombia está en pleno proceso de crecimiento y desarrollo económico, al punto que en el primer semestre de 2012 se ha convertido en la segunda economía de Sudamérica trasBrasil y la tercera de toda América Latina, tras México. El dato revela la trascendencia de este rico país en el conjunto de la región y la trascendencia de que logre la estabilidad que la desaparición de la violencia supondría. La paz y la democracia consolidada, acarrearía seguridad física y jurídica, pero sobre todo, contribuiría a afianzar la imagen de confianza de la comunidad internacional en Latinoamérica.

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Hablar del conflicto armado colombiano supone hablar de narcotráfico porque más allá de las motivaciones ideológicas que movieron a la guerrilla a combatir, la realidad es que la droga ha protagonizado como medio de subsistencia y de enriquecimiento a diversas partes del mismo. También conviene recordar que desde la independencia de Colombia, el país no ha estado ajeno a la violencia partidista, lo cual se evidencia en varias guerras civiles que se desarrollaron durante el siglo XIX y culminando en la Guerra de los Mil Días (1899 – 1902). No en vano las FARC  – Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo o FARC-EP – es la guerrilla más antigua y numerosa de América Latina. Fundada después de la ofensiva que, “con el fin de reafirmar la autoridad del llamado Frente Nacional”, el ejército colombiano realizó en 1964 contra la “República de Marquetalia”, una de las comunidades autónomas creada por grupos armados comunistas radicales a finales de la época de la violencia que siguió al Bogotazo en 1948. En más de cinco décadas de actividad, los altibajos del conflicto han sido continuos y de la misma forma que las vicisitudes vividas por los distintos gobiernos y la guerrilla con numerosos intentos de acercamiento, prenegociaciones y negociaciones fallidas de paz.

El conflicto armado colombiano ha generado miles de muertos, lisiados, secuestrados, una de las peores crisis de desplazamiento forzado en el mundo y desaparecidos, lo que ha conllevado a que Colombia sea clasificado como uno de los países más violentos del mundo y uno de los principales exportadores de drogas ilegales. La década de 1970 a 1980 se caracterizó por una desmedida represión por parte del Estado (Ejército, policía y autoridades civiles) contra los movimientos políticos, obreros, campesinos y estudiantiles. Además, algunos particulares tomaron con su propia mano la aplicación de medidas represivas contra los mencionados sectores. Según el Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP) entre el 1 de enero de 1970 y el primer trimestre de 1981, ocurrieron numerosos asesinatos, torturas, desapariciones y otras violaciones de los Derechos Humanos. “Solo desde 1970 hasta marzo de 1981 se registraron 1.053 asesinatos y 7.571 casos de torturas provocados principalmente por las Fuerzas Armadas”, según CINEP. Pero es el fenómeno de los carteles de la droga lo que convierte el conflicto colombiano en un fenómeno único en el mundo por su dramatismo y extrema dureza.

Colombia ha tenido cuatro de los carteles de narcotráfico más poderosos del mundo que en algunos lugares crearon una nueva clase social e influenciaron grandemente la cultura colombiana. El uso de la hoja de coca, la marihuana y otras plantas, había sido parte del estilo de vida de algunas comunidades indígenas a lo largo de Sudamérica, pero la demanda mundial de drogas durante las décadas de 1940 y 1970 incrementaron la producción y procesamiento de estas en Colombia. Se implementaron leyes de prohibición en Estados Unidos y en Colombia para sofocar el efecto negativo de las drogas en la sociedad y castigar a quienes las cultivaran, poseyeran, comercializaran o distribuyeran. Desde el establecimiento de la guerra contra las drogas, los Estados Unidos y algunos países europeos han proveído al gobierno colombiano ayuda logística y financiera para implementar planes que permitan combatir el tráfico de drogas. El programa más notable fue el Plan Colombia, también destinado a combatir los grupos armados ilegales calificados por estos países como terroristas, entre ellos paramilitares y guerrillas, que en la década de 1980 empezaron a financiarse con esta actividad ilícita. En 2004 el 70% del total de distribución de droga a nivel mundial procedía de Colombia y el 90% de su procesamiento, según un informe del Departamento de Estado de los Estados Unidos.

Sin duda la mayor presión que las dos partes del conflicto, gobierno y FARC han encontrado para iniciar las negociaciones en Noruega se llama respuesta popular. Durante las distintas décadas y fases del conflicto se han producido protestas populares contra los hechos violentos causados por los diferentes actores del conflicto armado, y en otros en apoyo a alguno de los actores. Esa falta de unidad y el enfrentamiento social en facciones ha sido uno de los motivos por los que esta verdadera guerra civil se ha perpetuado de generación en generación hasta convertirse por desgracia en parte del adn de la sociedad colombiana. Esa cultura de la violencia interiorizada como parte la vida de un país, empezó a mostrar síntomas claros de debilidad en la primera década del siglo XXI, con la llamada Marcha de un millón de voces contra las FARC o marcha del 4 de febrero. Pero las causas del conflicto aún siguen presentes en gran medida y pesarán enormemente a la hora de entorpecer una solución. La pobreza, la falta de educación, el abandono estatal, las deficiencias socio-económicas en los núcleos familiares, y los valores de la sociedad son caldos de cultivo de la violencia en un drama que tiene como agentes activos a un alto número de menores.

Sobre las negociaciones pesan los fracasos de intentos anteriores, especialmente el del presidente Andrés Pastrana (1998-2002). Su sucesor, ÁlvaroUribe es a la vez el responsable de que se produzca esta oportunidad por su política militar contra las FARC, pero ahora se ha convertido en el peor enemigo de la negociación y así lo ha manifestado al proclamar que su sucesor Santos está traicionando a Colombia al iniciar las conversaciones. Los países ALBA por su parte – Venezuela, EcuadorBoliviaNicaragua y Cuba – parece que se han alineado lealmente en la mesa negociadora a favor de la paz, principalmente porque aquellos viejos comunistas que dirigían las FARC han muerto y lo que queda de ellos es un grupo de narcos armados, algo que debilita la imagen de la revolución bolivariana. El contenido de las negociaciones será otro de los obstáculos porque la reforma agraria, una de las banderas tradicionales de los guerrilleros, a estas alturas ya no se sabe cuál es su alcance y a cuantos agricultores afectaría dados las numerosas expropiaciones y destierros producidos. Se inicia una nueva página de esperanza, escrita en blanco y sin renglones, lo único que debemos desear es que los responsables de la negociación tengan claro que no deben levantarse de la mesa hasta que haya acuerdo y negociar con la máxima discreción, porque como nos cantó Lennon “todo lo que pedimos es que le des una oportunidad a la paz”.

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Cristina Fernández de Kirchner el rostro enlutado de una expropiación que le enfrenta a Europa

Tiene el populismo un rostro tan diverso como la personalidad de sus intérpretes. Según su carácter y la idiosincracia cultural del pueblo al que se dirigen se muestra más dicharacheros o melodramáticos en sus gestos, siempre a la búsqueda del aplauso fácil de su público y dispuestos a lanzar cortinas de humo sobre los verdaderos problemas que afectan a la población. En el caso de la presidenta argentina, Cristina Fernández – sobre todo de Kirchner – su fama le viene precedida por antecesores en el cargo de su propio partido el Justicialista y, de forma especial, de la esposa del presidente Juan Domingo Perón, la queridísima Evita. Ella también sabe lo que estar casada con un todopoderoso presidente, Nestor Kirchner, cuyo luto lleva impuesto desde hace año y medio. Y ahora, en su segundo mandato como presidenta sucesora trata de enderezar los múltiples problemas de política interna fruto de los enfrentamientos con los poderosos gobernadores provinciales y las corrientes de opinión opuestas en su partido y en su gobierno.

La expropiación de las acciones de Repsol en la empresa petrolera YPF por parte del gobierno argentino supone un salto cualitativo en la deriva política de pulsiones ultranacionalistas que la presidenta Fernández inició hace unos meses con motivo del aniversario de las guerra de Las Malvinas. La justificación para una decisión de tan amplio calado por parte de las autoridades argentinas se refieren a la necesidad de ”salvaguardar la soberanía hidrocarburífera de Argentina y el objetivo prioritario es el logro del autoabastecimiento de hidrocarburos”. Según la presidenta, la petrolera no ha hecho las inversiones necesarias, algo que lleva meses recriminándole el gobierno austral. Es uno de los escasos países del mundo, que no maneja sus recursos naturales. Después de 17 años desde que se desnacionalizó (YPF), por primera vez ha convertido a Argentina en importador neto de gas y crudo, con un déficit de 3.029 millones de dólares en la balanza del comercio de combustibles. El año pasado Argentina importó combustibles por unos 10.397 millones de dólares, cifra que casi iguala al superávit comercial del país, que el año pasado fue de unos 10.477 millones. Según la mandataria, YPF invertió 8.813 millones de dólares entre 1999 y 2011, lapso en el que obtuvo ganancias netas por 16.450 millones de dólares, de los cuales repartió 13.246 millones entre sus accionistas. Razones y argumentos perfectamente vendibles para una población a la que se le agasaja con el objetivo de no subir los precios de la gasolina o el gas. Un hecho que repercute en la insuficiencia de recursos para realizar nuevas prospecciones en suelo argentino.

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Pero más allá de las motivaciones políticas, la realidad tiene más que ver con el control de la caja de liquidez que supone YPF en una situación muy complicada económica en Argentina. Una crisis que combina unas altas tasas de inflación con menores crecimientos que su entorno, fuerte huida de capitales y el tremendo déficit energético reseñado. Puede que el empujón definitivo a una decisión que colea desde haces meses, se deba a la evaluación que Fernández de Kirchner hace de la debilidad del gobierno español, acuciado por una crisis económica muy dura y cuando la prima de riesgo de los mercados de deuda amenaza con rumores de intervención de la Unión Europea. Y es Europa la que debería dar una respuesta coherente y medida a la expropiación, desde la defensa de un modelo de relación internacional, que debe basarse en la legalidad y los principios de seguridad jurídica. Este conflicto no debe plantearse como una batalla de políticos envueltos en sus banderas, ajenos a los verdaderos intereses de los ciudadanos afectados, los argentinos en su calidad de vida y los accionistas de Repsol en sus intereses económicos. Debe recordarse que Repsol compró el 51% de YPF pagando un alto precio por ello, realizó inversiones también cuantiosas para la mejora de su capacidad de explotación y es ahora cuando esta política empresarial le genera beneficios. Y resulta aún más clamoroso el hecho de que cuando en 1992 YPF pasó de manos públicas a privadas, era la única petrolera del mundo que perdía dinero por su mala gestión.

Este es un problema que más allá de las palabras grandilocuentes es un problema entre empresas, la de los intereses de una multinacional Repsol – hispano mexicana – y de los amigos de la presidenta que seguro que estarán detrás de esta expropiación y que copan oligopolísticamente los principales sectores de la actividad en Argentina. Pero no cabe duda que ya ha puesto en solfa las relaciones bilaterales de España y Argentina –  España es el principal inversor extranjero en Argentina por delante de EE.UU – y que se ven comprometidos los proyectos de colaboración birregional Unión Europea América Latina.  Algo que parece importar a Argentina que tiene en estos momentos más de 40 litigios en la Corte de Comercio Internacional que viene perdiendo sistemáticamente y que, sin embargo, de la misma forma no paga las sanciones impuestas. Hace tiempo que Argentina se ha puesto al margen de la seguridad jurídica aún a riesgo de las consecuencias que ello puede causarle. Ha elegido el camino del cortoplacismo y de salvar el día a día, sin pensar en lo que puede pasar mañana.

La reciente Cumbre de las Américas ha puesto de manifiesto la pérdida de peso específico tanto en Estados como en planteamientos ideológicos del Grupo Alba. El proyecto bolivariano promovido por un enfermo Hugo Chávez, que ni siquiera pudo estar presente en la cita de Cartagena de Indias, está en sus horas más bajas. BoliviaNicaraguaEcuador y Cuba a su manera son los reductos de sus postulados estatistas, y aunque la presidenta Fernández  ha hecho mención expresa a que el proyecto nacionalizador de YPF nada tiene que ver con esta senda, la realidad es que su medida representa por su magnitud el mascarón de proa de las posiciones más radicales del continente latinoamericano en el ámbito de la propiedad de los recursos naturales. Si no fuera porque Argentina en esta guerra va por libre, podría pensarse que ha cambiado de bando y desequilibra las posiciones en la región. Pero no llevemos tan lejos nuestras reflexiones porque el populismo no suele desbordar fronteras y la expropiación se agota en sus objetivos de consumo interno. Las posibilidades, pues, de un efecto contagio en la región son mínimas. Conviene recordar que Pemex la petrolera mexicana es accionista en un 20% de Repsol y que la chilena Enap y la brasileña Petrobrasestán presentes en Argentina y en algún caso comparten la explotación de campos con Repsol. Además, países como BrasilMéxicoColombiaChile oPerú son destinos hoy por hoy seguros para las inversiones dado que sus gobiernos han hecho una firme y decidida apuesta por el desarrollo de sus economías con un modelo de cooperación internacional y atracción de negocios hacia sus territorios.

No conocemos aún la reacción española y, presumiblemente, europea a la expropiación de Cristina Fernández. Convendría que la sensatez imperara y que el populismo no se convierta en una pandemia a este lado del Atlántico. Nos jugamos demasiado en no desaprovechar las oportunidades entre las dos orillas. Si convertimos este conflicto en una suerte de guerra comercial contra Argentina, se verá comprometida la ya compleja negociación de la Ronda Mercosur y habremos perdido una nueva opción de poner las primeras base de una relación birregional de intercambio desde la equidad sin proteccionismos. Al populismo pseudodemocrático se le combate con la defensa de la legalidad desde las instituciones europeas que nos hemos dado. Empezando por defender a los ciudadanos que han depositado sus ahorros en Repsol y que ahora verán valoradas sus acciones por el Tribunal de Tasación argentino que decidirá cuánto debe pagar el gobierno argentino por la compañía. Sus derechos deben ser salvaguardados, más allá de los argumentos y razones que ha expuesto la inquilina de la Casa Rosada. Y el otro interés principal a rescatar es el del pueblo argentino que no tiene porqué sufrir el enfrentamiento de la retórica política y de los gestos trasnochados de mandatarios enlutados.

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