II Cumbre UE-CELAC: Bruselas, una foto y una oportunidad perdida

Cuando hace dos años los mandatarios europeos y latinoamericanos se reunieron en Santiago de Chile, se abrió una nueva era en las relaciones birregionales de los dos lados del Atlántico. Allí se puso de manifiesto un cambio histórico en la visión que unos tenemos de los otros, se ponía fin a un claro desequilibrio asimétrico y se empezó a hablar en pie de igualdad. Probablemente ello fue posible porque la Unión Europea vivía entonces inmersa en una profunda crisis de identidad en torno a su moneda, el euro, y a que América Latina mostraba pujanza económica con cifras de crecimiento sólidas y estables en casi toda la región. Seguramente los europeos volvieron a vivir el sueño de El Dorado y los latinoamericanos vieron en Europa a ese socio idóneo de raíz común cultural en quien apoyarse para eludir dependencias del vecino estadounidense del norte o de las inversiones sin rostro de China.

Sea como fuere, los discursos de Santiago rezumaban optimismo y altura de miras y objetivos. La declaración final obligaba a una ambiciosa agenda de desarrollo en común y de aprovechamiento de las oportunidades recíprocas. Pero dos años después, las cosas han cambiado o tal vez sencillamente las cosas no eran como queríamos creer en Chile. Cabe preguntarse, ¿qué ha cambiado en estos dos años para que lo que entonces fue un acontecimiento de relieve internacional o pase desapercibida como una cita de tono menor? No se trata de un cambio de los protagonistas principales. Entonces estuvieronMerkel, no acudió Sarkozy pero estuvo su primer ministro, como no viajóCameron y si estuvo Rajoy. En Bruselas han estado las 5 primeras economías europeas con su máximos mandatarios – Merkel, Hollande, Rajoy – salvoRenzi que delegó en su ministro de Exteriores ante la visita a Italia coincidente del presidente Putin. Por CELAC, el presidente Piñera hizo pleno hace dos años y, este año han repetido las principales potencias y sus presidentes, Peña NietoRousseffSantos o Humala, junto a la presidente chilena, Bachelet.

Foto oficial de la Cumbre

Solo cabe hacer mención de unas ausencias notorias por parte latinoamericana en el bloque de los países ALBA. Salvo Correa, presidente pro tempore de CELAC y Evo Morales, los demás líderes de la izquierda radical latinoamericana han hecho desbandada. Ni Castro, pese a la normalización de relaciones iniciada con EE.UU. y la UE, ni Ortega, ni Cristina Fernández, niMaduro, han hecho acto de presencia en Bruselas. Los motivos son obvios, el retroceso de su discurso y de su posición internacional en estos dos años, así como la compleja situación que vive Venezuela y que perturba enormemente todo el marco de relación birregional. ¿Para qué viajar y soportar preguntas incómodas de la prensa europea?, pensarían los dirigentes citados. Mejor quedarse en casa y alegar la intrascendencia de las conclusiones de la cumbre o la existencia del enésimo complot mundial contra sus regímenes.

Así las cosas, es obvio que lo que ha convertido en un gesto protocolario la cumbre de Bruselas, es la situación que hoy viven ambas regiones. La UE ha superado su crisis del euro pero sigue inmersa en el laberinto griego del pago de la deuda helena. Además, centra todos sus esfuerzos en dos escenarios: el Este y la amenaza rusa con Ucrania como centro de operaciones y el Mediterráneo con la presión migratoria que sufre fruto de la violencia integrista que asola buena parte del norte de África. América Latina pilla muy lejos y, por si fuera poco, el crecimiento de la economía en los principales países latinoamericanos se ha ralentizado, cuando no está casi en recesión. Demasiados cambios de paradigma como para que el interés mutuo alcance los niveles de interés que tuvo en Santiago 2013. No es que no nos interese a unos y otros la relación, pero el enamoramiento de antaño se ha tornado cariño sin más. Con el riesgo claro de que dentro de dos años cuando se celebre la siguiente cita en Latinoamérica, el Tratado UE-EE-UU. se haya firmado y la III Cumbre se convierta en un evento de tercera división.

En todo caso, además de la foto de “familia”, la declaración de Bruselas no es más que un prolijo documento repleto de buenas voluntades, palabrería grandilocuente y un plan de acción que es un compendio de inconcreciones. Venezuela solo es citada para sacralizar la no ingerencia en los asuntos internos del país, pese a que esté constatada la violación de derechos fundamentales por parte del Gobierno de Maduro. Apoyo incondicional al proceso de paz en Colombia incluido el llamamiento a la negociación para el desarme al ELN. Y respecto a Cuba, mostrar la complacencia con el proceso de normalización de relaciones con EE.UU. como por otra parte, no podía ser de otra manera. En conjunto, es evidente que los miembros de la CELAC han acudido a la cita sin unidad alguna, cada cual con sus particulares intereses y el objetivo de introducir su párrafo de gloria en la declaración, como por ejemplo Argentina que logra que los mandatarios “tomen nota de los debates que en foros internacionales se están produciendo sobre los procesos de reestructuración de la deuda soberana de los Estados”. Eufemismos y diplomacia decimonónica.

Europa ensemismada en sus problemas interiores, con Grecia como paradigma del laberinto comunitario, ocupada en los conflictos en sus fronteras del Este, con Ucrania como escenario de operaciones de las brabuconadas de Putin y sin respuesta a las oleadas de inmigración que la violencia yihadista produce en el norte de África, tiene prioridades muy lejanas a América Latina. Bastante hace con recibir a sus mandatarios con protocolo parco y frío. Y, por su parte, América Latina no pasa de una adolescencia rallana con el infantilismo de las bondades libertadoras que dio origen a sus jóvenes repúblicas. Incapaz de hacerse oir en la escena internacional con una voz unívoca, sus potencias – Brasil y México – de espaldas entre ellas y con demasiados problemas internos, se ponen de perfil ante los discursos radicales de los países ALBA, que hacen más ruido en el mundo globalizado.

Los presidentes de la Comisión, del Consejo europeo y de CELAC, Juncker, Correa y Tusk

Del inviable camino del chavismo sin Chávez

Ha muerto Hugo Chávez, personaje tan excepcional como relevante en la última década en América Latina. No caeré en el ejercicio estéril de realizar juicio de su trayectoria, ni dedicar adjetivos críticos o laudatorios al fallecido. Creo que eso le corresponde a los historiadores y a sus seguidores u opositores. Me parece más útil para aquel que se tome el trabajo de leerse estas líneas tratar de analizar las consecuencias futuras de la desaparición del presidente venezolano en su país y, por ende, en el conjunto de la región. Dado que Chávez tuvo una clara intención de trascender con su proyecto político entre sus vecinos y que jugó a su manera un papel en el escenario internacional, conviene cuestionar las posibilidades de continuidad del régimen chavista o de su llamada revolución bolivariana. Estamos ante la típica reflexión de las opciones que le quedan a la obra política de sobrevivir a la muerte de su creador. Cuando el personalismo y el liderazgo carismático se extreman hasta los límites de la sublimación resulta más arriesgado e incierto el camino hacia un futuro sin el inspirador y director de la marcha. Esa es la primera conclusión que podemos extraer, que difícilmente puede sobrevivir el chavismo o la llamada revolución bolivariana sin Chávez.

No entraré tampoco a evaluar la pureza democrática de la República Bolivariana de Venezuela, pero es evidente también que su Constitución y las reformas políticas, económicas y sociales introducidas durante el mandado del presidente Chávez, componen una suerte de sistema personalista hecho a la medida de las ideas y doctrinas de su líder. Sin ese sustento todo tendrán que ser apelaciones nostálgicas al caudillo libertador. Porque sin duda alguna desde su referencia mítica a Simón Bolivar, la trayectoria de Hugo Chávez se entiende desde el concepto cuadillista militar que desde posiciones sociales de defensa del pueblo, se arroga el gobierno. En esa línea, sea en Europa, América, Asia o África, los ismos ligados a un nombre y un apellido se van diluyendo a medida que la memoria borra los otrora egregios pasos del autor. El stalinismo, leninismo, maoismo, mueren a la misma velocidad, que el franquismo o el pinochetismo, salvedad expresa y cierta del peronismo que se ha convertido en Argentina en una suerte de panpartido nacional, pero que no llega a componer un régimen político como hasta la fecha lo era el chavismo. La pureza de las ideas y de la aplicación de las políticas, sean estas positivas o negativas, tienen que ver con el adn de su fundador y se van apartando de la pureza a medida que tienen que ser interpretadas por otros dirigentes que las amoldan a su particular visión y circunstancia. Es obvio y lo repito, que nada volverá a ser igual en Venezuela sin Hugo Chávez por mucho que sus correlegionarios y posibles sucesores se empeñen en vender la tesis del continuismo.

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Pero en realidad ¿qué podemos decir de cómo quedan las cosas en Venezuela sin Chávez? Lo primero que lo sustancial de la idiosincrasia geopolítica del país no variará, es decir, los venezolanos para bien, pero también para mal, seguirán reos de su principal recurso, el petróleo que les da la riqueza pero les acarrea todas la inestabilidades de su historia. Por tanto, su suerte sí le importa al mundo, muchas miradas tan interesadas como poderosas, estarán pendientes de la deriva que tome el país caribeño. No estimo posible ningún tipo de injerencia directa y explícita en lo que pueda suceder en Caracas, pero sí todo tipo de presiones de vecinos y potencias para que el futuro gire en uno u otro sentido. Bien es cierto, que estamos asistiendo a la crónica de una muerte anunciada y que en el transcurso de la larga agonía cubana de Chávez ha dado plazo para que tanto los chavistas como la oposición han tenido plazo para preparar el nuevo escenario en una especie de pacto no escrito. Todos se saben débiles ante el futuro, el chavismo porque sin su líder no sabe si tendrá garantizado ese suelo fijo electoral por encima del 30% que aseguraba el líder bolivariano y la oposición porque seguir unida y con un líder solvente les va a resultar difícil: evidentemente contra Chávez vivían mejor.

Pero vayamos por partes, en el bando bolivariano, Chávez teóricamente ha dejado las cosas atadas y bien atadas – aunque ya conocemos en España el significado de estas situaciones -. Optó por un sucesor continuista pero moderado, el más dialogante de sus colaboradores y, por tanto, capaz de tutelar un proceso de transición ordenado sin claudicar de los principios. La única duda a medio plazo es el papel que los militares más radicales puedan tener si el régimen se suaviza tanto que vean correr peligro sus prebendas. El actual ministro de Defensa DiegoMolero, de tintes caudillistas, costumbres ultrarreligiosas y pasión extrema bolivariana, será un elemento fundamental en este proceso. De no suceder nada extraordinario, será sin duda Maduro el candidato electoral del Movimiento Bolivariano ya que lo dejó proclamado en vida el presidente Chávez en la víspera de su viaje a Cuba para ser intervenido de su mortal cáncer. Las previsiones electorales apuntan a una victoria de Maduro en un país que dentro de un mes (30 días es la previsión constitucional dado que Chávez no llegó a tomar posesión del cargo) estará aún en estado de shock por el fallecimiento del líder bolivariano. El cambio al que el fallecido presidente sometió a su país es demasiado fuerte como para que en tan corto plazo, se produzca un giro de 360 grados en la dirección política en Venezuela. Las sucesivas citas electorales, legislativas o federales, nos marcarán el verdadero ritmo de esta transición poschavista.

Enfrente la oposición tiene muchos más riesgos de fragmentación que el gobierno. Henrique Capriles, el último aspirante derrotado por Chávez, alcanzó unos más que razonables resultados y ha logrado aglutinar en torno a su persona una opción moderada de cambio tranquilo en el país. Sin embargo, muerto Chávez los partidos tradicionales, antagonistas históricos entre ellos, pueden tener la tentación de hacer la guerra por su cuenta. Es muy probable que Capriles tenga una segunda y última oportunidad, pero igual que en el chavismo nada volverá a ser igual sin Chávez, la oposición irá paulatinamente reubicándose en sus viejas bancadas, a no ser que los bolivarianos radicalicen las acciones de su gobierno. La región observa dispar las consecuencias de este fallecimiento. Los que más pierden, los ALBA que se quedan huérfanos a la espera de que alguien ocupe el liderazgo revolucionario. Pierde a su líder ideológico y, sobre todo, al financiador de la mayoría de sus proyectos. Cuba, sin duda, es quien más pierde, con un régimen que encontró en la Venezuela chavista una bombona de respiración asistida a un régimen con Fidel desaparecido y Raúl en prejubilación. Quien puede aspirar a suceder al frente del impulso revolucionario a Chávez es el  reelegido presidente ecuatoriano, Rafael Correa, tan carismático como el Comandante venezolano, pero con más problemas económicos en su país. El papel de la presidenta argentina Cristina Fernández, gran amiga como su fallecido esposo de Chávez, seguirá siendo de fiel aliado de los bolivarianos, pero manteniendo su margen de independencia y distancia con los países ALBA. Pero sin duda, tratará de ocupar el espacio regional de mensaje populista que tan buenos resultados le da en su patria.

Las principales potencias latinoamericanas, la del norte México y el sur Brasil, tienen planteamientos de formal respeto al proceso sucesorio de Chávez y para ambas una transición sin sobresaltos y que modere la política exterior venezolana será vista con buenos ojos. De los extraños compañeros de viaje buscados por Chávez en su andadura internacional, tipo Irán o China, nunca tuvieron consistencia ideológica por más que se empeñara en revitalizar la vieja política de los no alineados. Regímenes tan alejados del respeto a los derechos humanos tendrán poco que decir, salvo las relaciones comerciales y de intercambio de recursos lógicos, en el futuro de Venezuela. En resumen, tras Chávez solo caben dos caminos: radicalizar sus postulados, y él mismo fue suavizándolos en vida, o abrir un proceso de transición que respetando inicialmente los fundamentos de la constitución bolivariana, permita una convivencia más armónica con las formaciones políticas opositoras. Venezuela está partida en dos entre los amantes y detractores del legado de Hugo Chávez, hoy en plena convulsión por la desaparición de una personalidad tan arrolladora, se abre un inmenso vacío que ocupará quien con más capacidad sepa guiar los destino de uno de los países más ricos de la Tierra.

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Correa, Assange y Garzón, ¡viva el espectáculo!

No hay verano sin serpiente de verano, ni solsticio sin culebrón. Año tras año la historia parece repetirse cambiando personajes y temáticas pero cuando el calor aprieta y los mercados dan un respiro a los problemas ciertos, surgen los espectáculos festivaleros con mucha parafernalia y poca enjundia. El 2012 no podía escaparse a este afán mediático de llenar la escena y a ello se ha prestado el caso Wikileaks, su prima donna Julian Assange y sus peculiares partenaires, el presidente de Ecuador, Rafael Correa y el juez español inhabilitado Baltasar Garzón. Si a tales condimentos le unimos la particular interpretación insular del derecho internacional de Gran Bretaña y el orgullo herido en sus secretos oficiales de su aliado tradicional, los Estados Unidos de América, el esperpento mundial está servido. La concesión del asilo político a un ciudadano que debe ser juzgado en un país democrático de la Unión Europea, como es Suecia, por presuntos delitos comunes solo se le podía ocurrir a un presidente que altera el derecho a la libertad de expresión censurando la prensa de su país y que como el resto de los mandatarios de ALBA – Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe – propugna el establecimiento de Estados socialistas de economía planificada. Solo las pretensiones de tres personajes con desmedido y demostrado afán de protagonismo y la falta de transparencia en los gobiernos occidentales ha hecho posible este absurdo conflicto internacional.

“Los papeles de Wikileaks” pretendieron provocar un especie de caso watergate mundial, al tratar de demostrar el desprecio a los derechos y libertades con la que los principales gobiernos occidentales se las han gastado en las crisis políticas vividas en los últimos años. Miles de comunicaciones diplomáticas, la mayoría conversaciones con valoraciones sobre personalidades, son la principal aportación realizada por la empresa de Assange en su particular cruzada por la transparencia. El principal foco de sus críticas el gobierno estadounidense, increíble revelación que pretende tratarnos como si fuéramos seres inocentes que descubrimos que los niños no vienen de París. Para colmo lo que nació como un medio de comunicación en la Red, recurrió a medios tradicionales de la prensa de papel para lograr una difusión “creíble” de sus historias. Un relato inconexo y simplón, película facilona de buenos y malos, comprada por periódicos de notable influencia en sus respectivos países y ninguna primicia informativa digna de mención, es decir, nada de lo descubierto por Wikileaks se ha convertido en hecho noticioso que haya significado problema alguno para los gobiernos teóricamente comprometidos en sus secretos desvelados. Sin embargo, el culebrón estaba servido más que por los contenidos difundidos por el carácter reservado de los mismos. Todos los servicios de inteligencia implicados quedaron al descubierto y sus fallos de reserva en evidencia, un plato servido para la persecución y venganza de los filtradores y, sobre todo, al principal protagonista de la crónica del chismorreo diplomático.

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Tampoco conviene olvidar el motivo que ha llevado a refugiarse a Assange en la embajada ecuatoriana en Londres, evitar su extradición a Suecia para ser juzgado por presuntos delitos sexuales cometidos en aquel país. Y dudar de que el fundador de Wikileaks tiene derecho a un juicio justo en un proceso común resulta tan obvio como que Assange no puede eludir sentarse en el tribunal sueco. Lo que exige el equipo jurídico del australiano, capitaneado por Garzón, es que se den garantías de que el juicio en Suecia no se convierta en una mera excusa para hacer posible su extradición a Estados Unidos. Aquel país considera que la publicación de los papeles de Wikileaks pueden tipificarse en su ordenamiento jurídico como un delito contra la seguridad del Estado. Ni Gran Bretaña, ni Suecia, ni Estados Unidos parece que sean Estados dictatoriales o de baja calidad democrática, más bien se hallan en la cúspide de la defensa de los derechos y libertades del individuo, aunque puedan ponerse todas las dudas razonables sobre las actitudes que sus gobiernos pueden tener respecto a lo que consideran riesgos para su seguridad. Recordemos simplemente las flagrantes vulneraciones de los derechos fundamentales de los presos de Guantánamoacusados de los atentados del 11S. Sin embargo, la notoriedad del caso y del propio personaje implicado garantizan un control y seguimiento tanto mediático como jurídico.

Mención aparte merece el comportamiento del presidente Rafael Correa y el conflicto internacional provocado con Gran Bretaña. Lo primero que habrá que recordar es el comportamiento antidemocrático que el mandatario ecuatoriano mantiene con los medios de comunicación que se oponen a sus políticas. La censura y las dificultades a las que somete a dicha prensa son más propios de las dictaduras que de la democracia que dice representar. Aludir a teóricos frentes imperialistas es lo único que le une a Assang en su peculiar cruzada de “hacker” universal. Pero él también ha logrado su objetivo adhiriéndose al caso, la notoriedad mundial y forzar a la región latinoamericana a hacer profesión de su fobia a los Estados Unidos. Con Gran Bretaña como aliado inestimable, Correa está aprovechando las malas formas británicas para enfrentar a la comunidad latinoamericana a Estados Unidos. Pareciera que Correa ha tomado el testigo de Fidel Castro antaño y más recientemente de Hugo Chávez como auténtico martillo de las herejías yanquies. Y no hay casualidades en el planificado espectáculo en sede londinense, pues, vive Latinoamérica un nuevo periodo de reflujo de los liderazgos populistas: al de Correa, se une la deriva emprendida por la presidenta argentina Cristina Fernández y el hecho de que el candidato López Obrador siga poniendo en duda y desestabilizando la victoria del presidente electo mexicano, Enrique Peña. Nadie puede creer que el caso es ajeno a dos procesos electorales que se vivirán en otoño de muy diferente signo, las citas electorales presidenciales en Venezuela y los Estados Unidos, la contienda Chávez yCapriles por un lado y la de Obama con Romney por otro. El desafío lanzado por Correa será aprovechado por Chávez en tiempo y forma para elevar sus grandilocuentes diatribas contra EE.UU. Y la respuesta bien pudiera fortalecer las posiciones de los halcones republicanos en su camino hacia la Casa Blanca.

La aportación de la estrella invitada española a este triller de suspense y acción también resulta realmente notoria. La carrera político judicial del juez Garzón está repleta de escándalos y actuaciones tan mediáticas como polémicas. Desde su aparición en la escena como juez estrella de la Audiencia Nacional convertido en el héroe de la lucha contra los narcos gallegos con la operación Nécora, no ha dejado de asomarse a las portadas de los diarios nacionales e internacionales por su procedimientos contra Pinochet y los responsables de la dictadura Argentina. Muchas de sus actuaciones judiciales se han visto salteadas por continuas filtraciones intencionadas a la prensa, buscando la máxima notoriedad en ellas. Y, lo que resulta más grave, sus sumarios han sido una y otra vez corregidos en instancias superiores por otros magistrados. Una manera de proceder como juez que ha incluido el cierre de diarios – Egin -, la extensión indiscriminada a activistas políticos de delitos de terrorismo – Segi – o la grabación de conversaciones de abogados defensores – caso Gürtel – que finalmente le ha acarreado la definitiva inhabilitación. Necesitado de redimir su imagen, vuelve a saltar ahora al centro de la escena internacional de la mano del caso Assange, que le viene como anillo al dedo para recuperar protagonismo.

Mientras, el mundo sigue hundiéndose en una profunda crisis de perfiles económicos, pero que ahonda sus raíces en la pérdida de valores y en la injusticia de un estatus quo establecido desde el final de la II Guerra Mundial, que santifica las diferencias entre ricos y pobres. Una situación que requiere cambios de enorme relevancia, pero que evidentemente requiere de liderazgos serios, ajenos al espectáculo mediático en que se ha convertido cualquier forma de rebelión contra el sistema. No hay mejor escusa para que nada cambie o coartada más convincente para consolidar el avance de políticas antisociales que la necesidad de enfrentarse a una turba de indignados de redes sociales o frenar a ridículos héroes de pacotilla que nunca llegarán más lejos que de lograr unos titulares fáciles. Necesitamos propuestas eficaces, posibilistas de regeneración de la democracia y del Estado del bienestar, nos jugamos demasiado para dejar esta tarea en manos de personajes verborreicos, vacíos de compromiso o capacidad real de cambio. La tarea de darle la vuelta a la situación, la ingente gesta de proyectar y hacer viable una nueva manera de afrontar la convivencia, requiere de un nuevo contrato social y para eso de nada nos van a servir eruditos a la violeta, salvapatrias o charlatanes de nuevas tecnologías. Antes nos vendrá la luz del pensamiento, las ideas y la política de mujeres y hombres más preocupados por el bien común que por el foco de las cámaras alimentado intereses particulares. Esperemos que pronto termine la función y acabe el espectáculo.

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CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe) entre la herencia de Lula y el exponente del neochavismo

La llamada Declaración de Caracas puede considerarse el documento fundacional de un nuevo organismo regional latinoamericano, la CELAC(Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe).  Uno más de los más de la docena de instituciones multilaterales con los que América Latina trata de organizar su cohesión y busca un camino que recorrer conjuntamente. Sin embargo, pese a la grandilocuencia habitual con que su anfitrión, el presidente venezolano Hugo Chávez, presentó la iniciativa, siguen siendo muchas las dudas que se ciernen sobre esta nueva intentona de unidad continental. El principal objetivo – no expresado explícitamente – de la CELAC es jubilar a la OEA(Organización de Estados Amercianos) o en otras palabras, propiciar la relación de americana sin contar con Estados UnidosCanadá – ambos miembros de la OEA y no de la CELAC. Una voluntad que si bien resulta lógica dada la lejanía en intereses y cultura política de los socios del norte con el resto del continente, también supone obviar el enorme peso que en la región tiene la potencia norteamericana. No en vano la CELAC es una iniciativa que partió de Chávez y que fue debidamente atemperada por el ex presidente barasileño, Lula da Silva y el propio lema de la primera cita lo dice todo: “El camino de nuestros Libertadores”.

Los presidentes de la CELAC, los de sus 33 países miembros, acordaron el llamado Plan de Acción de Caracas. pero no pudieron concretar qué fórmula se aplicará para la toma de decisiones en el seno del nuevo organismo y decidieron seguir discutiendo si en definitiva será por mayoría de votos o por consenso. Tal es la confusión de su nacimiento que la CELAC nació sin presupuesto ni estructura permanente, pese a que Chávez había advertido en la apertura de la Cumbre que había que “darle una estructura… A pesar de que algunos no lo consideren muy importante, es necesario si no queremos que esto muera al nacer”. Finalmente, la alternativa encontrada para garantizar su gestión fue una presidencia “pro tempore”, a cargo del país organizador de la Cumbre, apoyada en una “troika” con funciones más simbólicas que reales. Las próximas Cumbres serán en Chile (2012), Cuba (2013) y Costa Rica (2014) y sus presidentes se integrarán en este órgano colegiado. El presidente panameño Ricardo Martinellipropuso servir de sede a la eventual secretaría permanente de la CELAC, decisión que también quedó pendiente, y por ahora el organismo sólo tendrá una cumbre de presidentes, una reunión de cancilleres, y además de la troika reuniones especializadas.

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El cónclave aprobó también un estatuto de procedimientos y una declaración especial sobre “la defensa de la democracia y el orden constitucional” que daría autoridad a los estados miembros a actuar en caso de ruptura democrática en cualquier país de la región, por si se repite lo sucedido en junio de 2009 enHonduras con la deposición del presidente Manuel Zelaya. La reunión también aprobó una veintena de acuerdos en materias tan disímiles como la reclamada soberanía argentina sobre las islas Malvinas, el rechazo al embargo estadounidense a Cuba, y el apoyo al cultivo y uso tradicional de la hoja de coca, una permanente demanda del presidente boliviano, Evo Morales, quien aprovechó la cumbre además para reclamar una salida al mar para su país. Y, por supuesto, el papel de principal agitador de la cumbre, como viene sucediendo en este tipo de reuniones, correspondió al presidente ecuatoriano Rafael Correa que urgía a la CELAC  a tener una comisión de derechos humanos sin “sesgo norteamericano”. El presidente ecuatoriano mostró una vez más su vehemente oposición a que “los problemas latinoamericanos se vayan a discutir a Washington”.

La realidad es que tras los habituales brindis retóricos que claman por la integración regional y recuerdan las intenciones de los padres de las naciones latinoamericanas de construir la arcadia americana, el repertorio de intereses dispares se impone a la hora de establecer las prioridades de la región. De ahí que con el tiempo se vayan yuxtaponiendo organismos sobre organismos que solapan países y funciones. Sirva de mero ejemplo de esta sopa de letras en que se está sumiendo la región la lista de organizaciones actualmente vigentes en América Latina: Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac); Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA); Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI); Parlamento Latinoamericano (Parlatino); Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA); Unión de Naciones Suramericanas (Unasur); Parlamento Suramericano; Mercosur; Parlamento del Mercosur; Comunidad Andida (CAN); Parlamento Andino; Parlamento Centroamericano; Asociación de Estados del Caribe (AEC); Comunidad del Caribe (CARICOM); Organización de Estados del Caribe Oriental (OECS).

Demasiadas siglas, demasiados intentos, demasiadas energías desaprovechadas. La verdad es que América Latina no acaba de encontrar la fórmula más adecuada de integración en un espacio que si bien tiene enormes potencialidades comunes, un idioma mayoritariamente común y una base cultural similar, presenta tremendas diferencias en su suelo que acaba componiendo un espacio heterogéneo en el que difícilmente se alcanzan acuerdos estratégicos de posicionamiento en el escenario internacional. Lo cual no es obstáculo para reconocer que la cooperación multinacional, especialmente entre países limítrofes en áreas sinérgicas, avanza de forma imparable. Un ejemplo que hasta ahora parecía impensable son los acuerdos recientemente firmados en la cumbre bilateral Venezuela – Colombia entre los presidentes Chávez y Santos, que incluye la construcción de un impresionante oleoducto que atravesaría ambos países para hacer llegar petróleo del océano Atlántico al Pacífico. Las realidades de desarrollo y de crecimiento de las economías locales está imponiendo una nueva manera de hacer política en la región latinoamericana que obliga a los gobiernos a colaborar independientemente de las diferencias ideológicas que los inspiren, un hecho que hace menos de una década hubiera sido impensable.

América Latina trata de buscar su propio espacio en las relaciones internacionales, desde posiciones de liderazgo de bloques protagonizadas en el norte por México y en el Sur por Brasil, pero con un notable entrados de interrelaciones locales bilaterales y de micro-regiones que no son sino el reflejo de sociedades donde se desarrollan clases medias cada vez más formadas y con más capacidad de demanda. Si Europa vive su particular crisis de refundación, tratando de encontrar un nuevo modelo organizativo que sea capaz de hacer frente a los retos de un mundo globalizado, América Latina hace lo propio desde la juventud de sus naciones que cumplen en estos años su bicentenarios y que siguen soñando con consolidar un espacio de libertades en un continente bendecido por la naturaleza con enormes recursos materiales. Tal vez la mejor solución para los retos que a uno y otro lado del Atlántico nos abordan sea encontrar un puente de relación entre los dos continentes llamados a conformar un futuro común. Las relaciones de Europa y América Latina son la oportunidad de sumar si somos capaces ambos de mapear los puntos de encuentro, sectores y posibilidades de enriquecimiento mutuo.  Una ingente tarea que no se debería seguir demorando.

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