Al borde del éxodo, el último acto de la tragedia griega

Europa lleva casi dos años asistiendo al drama de Grecia, de su bancarrota, de su primer rescate, de sus baldíos intentos de ajustes y recortes, de sus huelgas generales, de su larvado estallido social, de su segundo rescate y, finalmente, o al menos así parece, a la decisión final de si se quedan o se van de la eurozona y, porqué no, de la Unión Europea. El problema de la decisión que finalmente adopte el eurogrupo no es otro tan egoísta como el posible contagio que producirá en el resto de Estados del euro que se encuentran en dificultades – Irlanda yPortugal, ya rescatados, EspañaItalia con elevados déficits y altas primas de riesgo en su deuda pública -. Del sufrimiento al que se está sometiendo a base de medidas de empobrecimiento de las rentas familiares y de desmantelamiento de la asistencia social a los griegos, de eso ya ni hablamos. A nadie o casi nadie en Bruselas les importa la suerte a que abandonamos a más de 11 millones de habitantes, al territorio que en su día alumbró la cultura y la civilización clásica y, en la actualidad, a un enclave geopolíticamente crucial en el escenario mediterráneo y, por ello, en la relación con Turquía y Oriente Medio. Así de pacatos y cortoplacistas se han vuelto nuestros políticos obsesionados por el vil metal.

Es Grecia presa de su propia paradoja. Allí se creo la tragedia griega que hoy en forma de pesadilla irónica viven sin máscaras, ni teatros, en plena calle. De ahí que me permita la licencia de recordar que la tragedia helena está estructurada siguiendo un esquema rígido, cuyas formas se pueden definir con precisión. Se inicia generalmente con un prólogo, que según Aristóteles es lo que antecede a la entrada del coro. Las características generales son que se da la ubicación temporal y se une el pasado del héroe con el presente, pueden participar hasta tres actores, pero sólo hablan dos y el otro interviene o puede recitar un monólogo. Se informa al espectador del porqué del castigo que va a recibir el héroe y en esta parte no interviene el coro. Verdad que nos suena: el héroe el pueblo greigo, dos actores, MerkelSarzoky, con el monólogo de la Canciller, con el coro del eurogrupo. El castigo se anunció tras el primer rescate. Prosigue lapárados, que son cantos a cargo del coro durante su entrada en la «orchestra». En esta parte se realiza un canto lítico, donde se dan danzas de avance y retroceso. En la realidad que vivimos, se escenificó con las primeras huelgas y violencia en las calles de Atenas, mientras su clase política trataba de dar pasos hacia adelante y hacia atrás sin alcanzar acuerdos.

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Luego comienzan los episodios que pueden ser hasta cinco. En ellos hay diálogo entre el coro y los personajes o entre personajes; es la parte más importante por ser la dramática por excelencia y expresa el pensamiento e ideas del personaje. Entre los episodios se hallan los estásimos, que son intervenciones del coro en las que se expresan las ideas políticas, filosóficas, religiosas o morales del autor. Aquí nos encontramos tras dimitir Papandreu y forzar la UE un gobierno de coalición presidido por el tecnócrata Lukas Papademos. Por último, el éxodo es la parte final de la tragedia, hay cantos líricos y dramáticos; el héroe reconoce su error. A veces es castigado con la muerte por los dioses y es allí donde aparece la enseñanza moral. A punto estamos de dictar esta trágica sentencia contra el pueblo griego y con ello condenarnos eternamente a la derrota del proyecto europeísta.

Volviendo a la cruda situación conviene analizar qué está exigiendo la troika de acreedores –Comisión EuropeaFMIBCE – al gobierno griego. El acuerdo sobre Grecia se basa en tres pilares. El compromiso de nuevos ajustes sociales por parte del Gobierno y los partidos políticos griegos, un acuerdo con la banca por el que acepte unas pérdidas o quita de la deuda de hasta el 70% de su inversión en Grecia y la aceptación por parte de la UE y el FMI de conceder un segundo paquete de ayudas que podría oscilar entre 130.000 y 145.000 millones de euros. El capítulo de recortes es especialmente traumático para un país que empieza su quinto año de recesión y que está cada vez más próximo a la explosión social. Los ajustes que se debaten ahora, muchos de los cuales son compromisos anteriores no aplicados aún, incluyen una reducción de gastos sanitarios de 1.100 millones; recortes en Defensa y en la Administración local, de 400 millones en cada caso; reducción del salario mínimo en 22% (pasaría de 750 euros brutos a 586 en 14 pagas), reducciones del 15% en las pensiones complementarias y aplicación del acuerdo anterior de eliminar 15.000 empleos del sector público.

La encrucijada a la que se está sometiendo a Grecia es tan simple como quedarse en el euro para sufrir décadas de pobreza e inestabilidad social o salirse y pasar a ser los parias de la Unión. Además, desde el punto de vista jurídico comunitario, no está regulada la salida del un miembro del euro, mientras que sí lo está cuando se sale Unión Europea, por lo que la caída de Grecia podría suponer que el Estado heleno se viera expulsado del club europeo. Hecho que podría convertirle en un oscuro objeto de deseo de potencias hostiles a los intereses europeos, dado el caos social que produciría quedarse en tierra de nadie en el escenario internacional.

El éxodo griego, de producirse, tendrá indudables efectos sobre la imagen de la Unión Europea y su ya tocada credibilidad en los mercados financieros. Así lo reconocía el ministro de Economía español Luis de Guindos al manifestar que «si Grecia va a la quiebra, puede haber contagio». El temido efecto dominó sobre países con sus cuentas públicas cuestionadas alarga su sombra sobre el continente. De ahí que todos debamos ser muy conscientes de la trascendencia de cualquier decisión que se tome sobre Grecia porque del final de la tragedia griega depende en gran medida el futuro de Europa.

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Devo Max, el inteligente camino de Escocia hacia la independencia

Por más que pueda parecer innecesario recordarlo, dadas las enconadas confrontaciones que provoca el tema, conviene reseñar que la Carta de la Naciones Unidas firmada el 26 de junio de 1945 y que entró en vigor el 24 de octubre del mismo año, reconoce en su primer artículo el principio de «libre determinación de los pueblos», junto al de la «igualdad de derechos», como base del orden internacional. El derecho de libre determinación de los pueblos o derecho de autodeterminación es el derecho de un pueblo a decidir sus propias formas de gobierno, perseguir su desarrollo económico, social y cultural, y estructurarse libremente, sin injerencias externas y de acuerdo con el principio de igualdad. Pese a un reconocimiento tan formal e institucionalmente tan sólido, la realidad mundial revela que más del 90% de los Estados son sociológicamente entidades plurinacionales. Un conflicto entre pueblos, naciones y Estados que históricamente se ha dilucidado en unos casos de forma dialogada como en otros de manera violenta. Europa no es ni mucho menos ajena a esta diversidad de intereses y en la mayoría de sus Estados existen fuertes corrientes nacionalistas e independentistas.

El caso más reciente y puesto de actualidad la semana pasada, es el de Escocia. Territorio histórico de las islas británicas que de la mano de un gobierno nacionalista demandan la independencia por ejercicio del derecho de autodeterminación de los escoceses. El gobierno de Su Majestad por boca de su premier, David Cameron, ha recogido el guante y propuso en el parlamento de Westminster la convocatoria de un referéndum y la fijación de su fecha de manera inmediata. Este sorpresivo anuncio no ha hecho más que iniciar un complejo juego de posiciones políticas entre Londres y Edimburgo. Es evidente que el manejo de los tiempos y la formulación de la consulta se convierten en piezas claves para prever el futuro del Reino Unido. Un caso éste de indudable calado para el conjunto de los Estados europeos, pues, el camino escocés puede convertirse en un precedente para otras naciones similares que anhelan un estatus independiente en la UE. El gobierno escocés de Alex Salmond y el gobierno conservador británico han movido las primeras piezas de este particular tablero de ajedrez político. Al reto lanzado en las elecciones escocesas de mayo de 2011 por el vencedor Partido Nacional Escocés (SNP) de convocar un referéndum ha contestado Cameron apremiando a hacerlo para evitar el debate y la reivindicación continua.

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Sabe Cameron que, hoy por hoy, los sondeos no auguran una mayoría a las tesis independentistas, por lo que pretende acelerar los plazos de la consulta para evitar que la gestión de los nacionalistas en el gobierno de Edimburgo propicie el cambio de opinión en la ciudadanía escocesa. El Gobierno de Escocia respondió al Gobierno británico con un desafío al anunciar que el referéndum de independencia será convocado en otoño de 2014, en contra de las exigencias de Londres de que esa consulta se realice lo antes posible para evitar que la incertidumbre pueda dañar las inversiones financieras en territorio escocés. La intención inicial del SNP era que el referéndum tuviera lugar después de 2016, cuando es posible que en Londres haya un gobierno de los torys, tremendamente impopulares en Escocia. En cambio, Cameron con el apoyo del “bloque pro unión” formado por conservadores, liberales y laboristas, sostiene que la facultad legal de la convocatoria recae en Londres y que la incertidumbre no es buena para la economía, por lo que no hay que esperar más de 18 meses. Finalmente, Salmond ha propuesto una opción intermedia: 2014, aniversario de la batalla de Bannockburn (1314) hito de enorme fuerza simbólica, pues, los escoceses vencieron a los ingleses.

Es evidente que el antecedente histórico de Quebec pesa en todo el proceso escocés. Salmond es un político tan veterano como hábil y de enorme popularidad en Escocia. Las encuestas más favorables a sus tesis sitúan el apoyo a la independencia en un 40% de los votantes por lo que trata de evitar a toda costa el camino que en su día emprendieron los francófonos quebequeses que les llevó a salir derrotados referéndum tras referéndum en su deseos de independencia respecto a Canadá. Frente a las posiciones esencialistas que anteponen el deseo de una consulta a el logro de los objetivos de soberanía, Salmond ha trazado una hoja de ruta de conquistas nacionales tratando de que no se agoten en una derrota en las urnas, el final que Londres quiere poner a las reivindicaciones escocesas. Unos anhelos que alcanzaron su primera cota en la “devolución” de 1999, cuando Escocia recuperó su Parlamento y un gobierno autónomo, representó una oportunidad para los nacionalistas, que obtuvieron la victoria en 2007 y 2011. Pero el jefe del Ejecutivo escocés es plenamente consciente de que el hecho de que su propio partido abogue por la separación no significa que lo hagan todos sus votantes, muchos de los cuales solo expresan apoyándoles su descontento con las formaciones políticas británicas.

Así las cosas, la clave no será otra que la pregunta que se introducirá en la papeleta. Cameron ha sido rotundo en este sentido, quiere un sí o un no, “o dentro o fuera” llegó a señalar en la Cámara de los Comunes. Situar a los ciudadanos en una decisión de tal trascendencia sin posibilidades de establecer matices en su respuesta es la baza fundamental que jugarán los británicos, seguros como están de que la mayoría de los escoceses no serán capaces de tomar una decisión tan radical como su ruptura política y económica con Londres. Por contra, Salmond en cambio pretende que la papeleta incluya una tercera posibilidad, la de una ampliación de las competencias para Edimburgo. Con esta tercera opción, conocida como “devo max”, el gobierno escocés podría reclamar nuevas transferencias para entre otras cosas, gozar de autonomía fiscal absoluta. La “devolución máxima” es un sinónimo de plena autonomía fiscal, es una fórmula de federalismo fiscal o de independencia menor, que se basa en una situación donde en lugar de recibir una subvención global de la Hacienda del Reino Unidocomo en la actualidad, el Parlamento escocés recibirá toda clase de impuestos recaudados en Escocia y luego haría el pago al gobierno del Reino Unido para cubrir la parte de gastos de los servicios prestados por Londres. Pero más allá de la fórmula concreta lo que saben los nacionalistas escoceses es que esta vía permite salir victoriosos del referéndum y abrir una senda soberanista apoyada por la mayoría del pueblo escocés, cerca de un 60% según las encuestas más reciente.

La batalla está definitivamente planteada y Salmond ha demostrado inteligencia a la hora de desplegar sus reivindicaciones. Ha sido capaz de representar el nacionalismo eficaz, el que desde posiciones legítimas y democráticas es capaz de cambiar la opinión de sus ciudadanos reivindicando más derechos y no enfrentando a su pueblo al callejón sin salida del todo o nada. Una vía tan inteligente que ha forzado a Cameron a aceptar el referéndum y acelerar sus plazos. Londres ha perdido posiciones en el inicio de la contienda y le será muy difícil explicar un veto a una línea intermedia de reclamaciones soberanistas escocesas, una posición mayoritaria actualmente en el territorio de los Highlands. La Europa de la pueblos, de las naciones, la Europa diversa, plural, debe buscar el encaje de la convivencia desde el respeto a los derechos de autodeterminación, un ejercicio complejo que solo desde vías tan sutiles como eficaces pueden solventar enfrentamientos baldíos. Hasta aquí el proceso político escocés con toda su crispación en el debate está dando lecciones a otras situaciones vividas en el Reino Unido como el caso de Irlanda del Norte, donde tras miles de víctimas los avances soberanistas han alcanzado escasas conquistas de autonomía respecto a Londres. Estados como el español, el francés, el belga o el italiano, solo por citar los que en su seno cuentan con millones de ciudadanos con fuertes sentimientos plurinacionales, deberían tomar buena nota de los planteamientos de los nacionalistas escoceses.

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¿Cómo acabar con el miedo al miedo? Las agencias de rating, el coco que asusta a los Estados

El pasado viernes 13 de febrero, muy a la americana, la agencia de ratingStandard and Poor’s, decidió sacar la motosierra y realizar su particular versión de la matanza en Texas en el escenario del mercado de la deuda de los Estados europeos. Estandar y de los pobres – la traducción al castellano del nombre y apellido de la agencia no tiene desperdicio – decidió rebajar la categoría a 9 de los 17 Estados de la eurozona, con ejemplos tan llamativos como el de Francia yAustria que dejaron por el camino su Triple A, pasando de AAA a  (AA+). Mientras que España, Italia y Portugal, le rebajaron dos escalones sus notas. Con lo que los títulos de deuda de Portugal y España quedan en la categoría especulativa. ”Las acciones de hoy son fruto de nuestra creencia de que las iniciativas políticas tomadas por los líderes europeos en las últimas semanas pueden ser insuficientes para atajar totalmente el estrés sistemático en la zona euro”, señaló como justificación a tal medida la agencia de calificación en el comunicado.

Con esta decisión S&P concluía el proceso de revisión para una posible rebaja iniciado el pasado mes de diciembre en torno a la solvencia de quince de los diecisiete países de la zona euro, y que finalmente ha mantenido la triple “A” aAlemania,  además de a FinlandiaLuxemburgoPaíses Bajos. Mientras que degradaba en dos escalones la deuda de España, Italia, Portugal y Chipre, y en un escalón la calificación de la de Francia, Austria, MaltaEslovaquia yEslovenia. Bonita escabechina de la zona euro, que curiosamente no fue ratificada por la hermana gemela en calificaciones, la agencia Moody´s que el lunes mantuvo la nota de Francia aunque dejando claro los graves riesgos de la deuda entorno al euro. Formalmente una vez más la batalla la ganado Angela Merkel y además de seguir haciendo pingues beneficios en la colocación de la deuda, vuelve a remarcar la necesidad de medidas de ajuste como única medicación para recuperar los equilibrios presupuestarios. O sea que si no querías aceite de ricino, dos cucharadas.

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Ante tal asalto a Europa en forma de malas notas en los mercados financieros, a uno le pide el cuerpo soltar cinco boutades, que espero tratan de ser ingeniosas y espero que lo consigan:

1.- El propio concepto de calificación resulta esencialmente perverso, pues, lo primero que deberíamos de preguntarnos es ¿quién es quién para calificarnos? y ¿con qué criterios nos califica?. Su propiedad e intereses son demasiado oscuros como para que legitimemos a las agencias de rating y les concedamos el valor y la carga de la prueba cuando lo que se está juzgando es la capacidad que tenemos cientos de millones de ciudadanos para hacer frente a nuestras deudas. ¿Pretenden hacernos creer que el mayor espacio de libertad y desarrollo del mundo civilizado es incapaz de pagar a sus acreedores? Eso seria como admitir que tenemos que echar el cierre del sistema y reinventarnos todos, empezando por ellos.

2.- Cabe hacerse una segunda pregunta más inocente aún pero relevante a efectos de inventario de la situación: ¿a quién afecta la calificación, es decir, quién gana y quién pierde en este juego? Tal vez si analizamos el resultado entenderíamos a favor de quién pitan estos árbitros que se han convertido en auténticos dictadores de la política europea.

3.- El mercado de la deuda de la eurozona se ha convertido en un chollo sin riesgo para sus inversores. Invierten en valores que saben seguros porque Europa acudirá al rescate a cualquier precio de sus partes en peligro, pero para aumentar sus intereses tienen que sumir a los Estados en una campaña de desprestigio y descrédito que encarezca su salvación.

4.- El origen de esta broma perversa en que se está convirtiendo la crisis no es otro que la especulación financiera y sus principales causantes las entidades financieras privadas, esto es, la banca. Para sarcasmo general son los bancos los más beneficiados con la situación de la deuda soberana de países con siglos y siglos a sus espaldas. Ellos van saneando sus chapuzas en balance, las que nos llevaron hasta aquí y el que paga no es otro que el ciudadano que ve recortados tras realizar cuantiosas aportaciones a los fondos de rescate de la banca, sus derechos de prestaciones sociales – educación, sanidad, pensiones… -, incrementados sus impuestos para pagar intereses de la deuda y, finalmente, mermado su poder adquisitivo y su nivel de vida.

5.- En la línea de posibles soluciones a la trampa en la que nos hallamos sumidos solo habría que tener valor suficiente o de otra forma dicho, perder el miedo al miedo y ser capaz de poner en marcha tres mecanismos que depende tan solo, pero nada más y nada menos, que de la decisión de nuestros políticos:

  • Creación de una agencia pública europea de rating como organismo calificador oficial utilizado por el Banco Central Europeo.
  • Creación de entidades públicas de créditos en los países de la eurozona para fomentar la inversión en la economía productiva, la consiguiente creación de empleo y fomento de la innovación europea. El BCE prestaría a estas entidades al 0,01% y estas al mercado al 0,1% para financiar deuda y posteriormente a tipos del 3% muy inferiores a los 6% y 9% con que los Estados están colocando su deuda.
  • Puesta en marcha de la tasa o impuesto sobre transacciones financieras de base especulativa, tal y como proponen varios países de la UE con Francia a la cabeza. Algo que no es otra cosa que la resurrección y puesta al día de la vieja tasa Tobin.

Quizá si una mañana nuestros mandatarios se levantaran como si hubiera acabado la pesadilla, se miraran al espejo y se dieran cuenta que fuera en la calle está su gente, la que está esperando que decidan por ellos, por sus derechos y por sus libertades, se verían con fuerza para encarar el futuro y mandar a las agencias de rating exactamente al lugar que se merecen …

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Por una Unión Europea federal: buscando al Alexander Hamilton europeo

Si en algo debería servirnos a los europeos la historia de los Estados Unidos de América en el proceso de construcción económica y política que vivimos es para no reproducir sus errores y para emular sus virtudes. Y si buscamos similitudes de la situación que vive nuestra Unión con la crónica del nacimiento de la gran nación norteamericana, hallamos un momento y un personaje en el que mirarnos. Si nos situamos en la última década del siglo XVIII, pasados los años revolucionarios de los Padres Fundadores, pasada la euforia de la independencia, corrían días de intenso debate y de encarnizadas batallas dialécticas en el desafío por afianzar un Estado federal que diera satisfacción identitaria y práctica eficaz a los anhelos del nuevo pueblo americano. Un panorama tan complejo como el que se dibuja en cada cumbre europea que en plena crisis económica trata de diseñar un modelo de gobernanza económica como mejor defensa de nuestra moneda común, el euro. Aquellos hombres al otro lado del Atlántico habían desafiado al Rey de Inglaterra, habían ganado una guerra y habían redactado una Constitución que sacralizaba los derechos y libertades de los hombres. Una proeza que, sin embargo, no les garantizaba el futuro que todos ellos pretendían. Les quedaba la ingrata pero imprescindible tarea de construir un Estado de Estados y con ello la arquitectura del mayor edificio de la democracia que los hombres han sido capaces de construir. El sueño americano no había hecho más que empezar y se enfrentaba a sus propias paradojas y a sus internas disensiones. ¿A que nos suena a presente esta coyuntura en Europa?.

Y en esa circunstancia toma especial valor la figura de Alexander Hamilton, un economista, político, escritor, abogado y soldado estadounidense. Secretario y amigo íntimo de George Washington, era ya considerado uno de los padres de la patria por su participación en la guerra y en la redacción de la Constitución, así como por haber fundado el primer partido político norteamericano, el Partido Federal. Pero será con su nombramiento de primer Secretario del Tesoro (1789 – 1795) cuando su figura cobra especial relevancia en la historia de los Estados Unidos. Desde ese cargo organizó la banca, estableciendo el primer Banco de los Estados Unidos, el origen de la Reserva Federal y, siguiendo con el paralelismo, el Banco Central Europeo made in USA. Su impronta proteccionista con gravámenes a los productos de importación llegó a desatar la guerra del whiskey convencido como estaba de la necesidad de preservar la industria y comercio propios para dar estabilidad a las finanzas estatales.  En esa línea tuvo numerosos enfrentamientos con Thomas Jefferson y con James Madison al apostar por dotar al Gobierno interestatal de mayores competencias, mientras que su rivales se inclinaba a darle mayor poder a los gobiernos estatales. En este contexto, se produce también uno de los primeros debates sobre economía política de los Estados Unidos, en el que Hamilton se muestra partidario de fomentar la industria con medidas proteccionistas (en su Report on Manufactures), como contrapartida a la idea de fomentar la agricultura dejando al comercio al servicio de ella, postura adoptada por Thomas Jefferson; a pesar del triunfo político del último, los hamiltonianos vieron triunfar sus ideas.

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Alexander Hamilton es considerado a menudo el «santo patrón» de la Escuela económica Americana que, según algunos historiadores, dominó la política económica norteamericana a partir de 1861. Apoyó firmemente la intervención gubernamental en favor de la industria y el comercio nacionales, oponiéndose a los postulados británicos de libre comercio, que consideraba que favorecían los intereses de las potencias colonialistas e imperialistas, en favor del proteccionismo norteamericano, que en cambio favorecerían el desarrollo industrial y la economía de su nación emergente. Curiosa paradoja una vez más que su política se enfrentara conceptualmente a las corrientes liberales británicas, de la misma forma en que en estos momentos el Reino Unido ha optado por apartarse de las políticas comunitarias que pretenden defender el euro. Sin embargo, la realidad es bien distinta en las intenciones de los actuales protagonistas europeos, pues, en el seno de la Unión triunfan las posiciones estatales sobre los planteamientos unionistas. Merkel Sarkozy en su pretendida defensa de la moneda común han abandonado la construcción por consenso de la UE y lo que verdaderamente defienden son sus posiciones nacionales, la fortaleza francoalemana. Nuestro modelo de unión camina por senderos contrarios a los que Hamilton propugnó e impulsó, mientras en Estados Unidos finalmente triunfaron sus tesis federales, en nuestra vieja Europa seguimos viviendo enrocados en posiciones nacionales sin dotarnos de un verdadero gobierno económico común.

Europa vive hoy aterrorizada por el volumen de la deuda pública de sus Estados. Si bien es cierto que el origen de estos desequilibrios presupuestarios se deben a excesos de gastos públicos, no es menos cierto que el laberinto en que han situado los mercados a la UE tiene mucho que ver en nuestra incapacidad para asumir la deuda de nuestras naciones como la deuda de todos, la deuda federal que hubiera dicho Hamilton. “La deuda, siempre que no sea excesiva, es una bendición para la Unión”, manifestó Hamilton en una de sus frases históricas. Y plasmaba la bendición en cuatro virtudes que reconocía en ella: su capacidad para fortalecer las herramientas del gobierno federal al asumir entre todos las deudas de los Estados de la Unión, su facilidad para cohesionar un sentido de identidad nacional federal, su idoneidad para controlar el individualismo ciudadano y el apoyo que recibe de la propiedad privada sobre los valores públicos. Lejos que causarle temor alguno, veía Hamilton en la deuda una suerte de problema común que obligaba a trabajar codo con codo para sacar la nación adelante, por supuesto, siempre que la medida de deudora tuviera una relación razonable con los recursos propios. De alguna manera en una economía federal como la que puso en pie, la deuda se convierte en un elemento motriz y así ha sido en la historia económica de los Estados Unidos cuyos déficits públicos han generado cíclicamente riqueza.

Es evidente que los hombres sacados de su contexto histórico resultan ridículos y que Hamilton sirvió a su sociedad para poner en marcha mecanismos imprescindibles para entender hoy los mimbres que han hecho posible a la primera potencia mundial. Su vehemencia y su forma de entender el orden y la justicia chocaban con el concepto profundamente democrático que vivía a la sociedad norteamericana y de ahí que su trayectoria fuera polémica y relativamente corta. Tanto es así que si vida se vio dramáticamente truncada al alba del 11 de julio de 1804 al ser abatido en duelo por Aaron Burr a la afueras de Weehawken (Nueva Jersey). Una muerte a manos de uno de sus acérrimos enemigos políticos, que fuera vicepresidente de los Estados Unidos con Jefferson pero que acabó sus días arruinado y en el peor de los olvidos, mientras Hamilton engrandeció con el paso del tiempo su leyenda de prócer de la patria. La historia de aquellos días trascendentales para construir una gran nación que cambiaría el mundo está teñida de fechas, gestas y héroes. De la misma forma que en sus discursos y en sus ideas se plasmaba el anhelo por prosperar y buscar un futuro común. Exactamente lo contrario que exhalan hoy las discusiones de las cumbres europeas.

Sirvan la vida y las ideas de Hamilton para ilustrar hoy una de las principales necesidades de nuestra vieja Europa empeñada en un proceso de construcción unitario aún joven y relativamente indeciso. Es evidente que necesitamos liderazgos que crean en nuestra capacidad de unión, que antepongan los valores federales sobre los intereses particulares de los Estados nación. Alguien que sepa ver en el problema de Grecia, la oportunidad de todos, que mire menos hacia atrás para tomar decisiones en el presente y, sobre todo, que ponga rumbo al futuro desde premisas de protección de los valores que nos hacen el mayor espacio del mundo de democracia y libertad desde bases sociales. Ante tanta incertidumbre y desconfianza en nosotros mismos, bien haríamos en buscar al Alexander Hamilton europeo.

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Unión Europea 2012: perspectivas políticas y económicas

PERSPECTIVAS POLÍTICAS:

El calendario electoral de la Unión Europea el año 2012 vendrá marcado por tres comicios:

  • 15 de enero, elecciones presidenciales en Finlandia.
  • 22 de abril, elecciones presidenciales en Francia.
  • Finales de abril, elecciones legislativas en Grecia.

Queda por saber si el gobierno provisional de Mario Monti en Italia alargará su mandato para efectuar las reformas solicitadas desde Bruselas todo el año 2012 o si por el contrario, concluida su misión especial se convocarán elecciones legislativas para retomar la normalidad política en el país transalpino.

Y sobre todas ellas tendrá enorme significación la contienda electoral en Rusiapara elegir su presidente el 4 de marzo.

Previsiones electorales:

  • Finlandia: Las elecciones presidenciales del próximo 15 de enero se producen a menos de un año de las elecciones legislativas que dieron como resultado la conformación de un gobierno de coalición que tardó dos meses en alcanzarse e integrado por seis partidos políticos. De ahí que la elección del nuevo presidente, que sustituirá a la presidente Tarja Halonense convierta en una auténtica segunda vuelta de los comicios generales. El presidente finlandés constitucionalmente tiene poderes reforzados para materias de Estado, por lo que no resultan en absoluto unas elecciones testimoniales. Será también importante evaluar la capacidad de movilización de la ultraderecha de los Verdaderos Finladeses, cuyo líder Timo Soini fue la gran sorpresa de las legislativas y ahora se presenta a la presidencia para competir con el principal favorito, el ex presidente del gobierno y líder del Partido de Coalición Nacional, Sauli Niinisto, con el permiso del socialdemócrata Paavo Väyrynen.
  • Francia: La principal cita electoral de la Unión tendrá lugar entre abril y mayo – lo normal es que sea precisa la segunda vuelta – para definir el presidente de la República. Una batalla que se dirimirá casi con total seguridad entre Nicolás Sarkozy y Francois Hollande. Los socialistas acaban de llevar a cabo su proceso de primarias, en el que votaron nada menos que 2 millones de personas del que saliço ungido Hollande (ex marido de la anterior candidata socialista Ségolène Royale). Enfrente un sarkozy cuya imagen se ha desgastado estos años de mandato notablemente pero que en los últimos meses, fruto de su protagonismo ante la situación del euro y de la UE ha remontado posiciones en las encuestas. Los sondeos actualmente señalan que Hollande obtendría un 32% de los votos en primera vuelta por un 25,5% de Sarkozy. La clave una vez más estará en las opciones de hacerse con los votos de otros candidatos de cara a la segunda vuelta. En este sentido, parece claro que Hollande contaría con el voto de la izquierda y los del centro que pueda obtener Francois Bayrou (las encuestas le dan un 7%). Por contra Sarkozy podría contar con los votos de los ultraderechistas del Frente Nacional representados por Marine Le Pen (con un 17% en los sondeos).
  • Grecia: Sin fecha aún fijada pero con el escenario de adelanto ya pactado, el país heleno celebrará sus comicios generales a finales de abril o principios de mayo. Todo depende de las negociaciones que el gobierno de Lukás Papademos lleva a cabo sobre la quita de la deuda que obligó a dos rescates de las finanzas públicas griegas. El ejecutivo de unidad conformado por los tres principales partidos deberá concluir su trabajo para lograr la condonación de la mitad de la deuda en manos de banca privada y grandes fondos de inversión. Los sondeos últimos dan una clara ventaja al partido de centro derecha de Antonis Samarás, Nueva Democracia, aunque lejana aún a una mayoría absoluta por lo que lo más previsible es que Grecia deba acudir a fórmulas de coalición o incluso de gobiernos de unidad como el actual.
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PERSPECTIVAS ECONÓMICAS:

Según el último informe de previsiones de la Unión Europea hecho público el pasado 10 de noviembre en Bruselas, el crecimiento de la UE permanecerá prácticamente estancado durante 2012 para empezar a recuperarse lentamente en 2013,  por lo que se prevé que el desempleo se mantenga en los actuales niveles elevados. Los principales indicadores apuntan al estancamiento de la recuperación con posibles riesgos de contracción. En consecuencia, se espera que en 2012 el PIB crezca a un ritmo de tan solo un 0,5% en la UE y la eurozona.

La prolongada incertidumbre en los mercados financieros con respecto a la sostenibilidad de las finanzas públicas en algunas economías de la zona euro y los temores de contagio que afectan a los países de su núcleo duro contribuirán a un crecimiento débil. La debilidad de la economía mundial, y de las economías de algunos de los socios más importantes de la UE, reforzará esta tendencia. El pronóstico asume una recuperación gradual de la confianza en el segundo semestre de 2012, respaldada por la aplicación de medidas políticas que reconduzcan la crisis de la deuda soberana.

Sus principales conclusiones son:

  • Estancamiento de los mercados laborales. Es probable que el desempleo se mantenga en su elevado nivel actual del 9,5%, aunque, también en este caso, la situación variará mucho de un país a otro.
  • Las finanzas públicas en vías de una mejora gradual. Está previsto que en 2012 los déficits se reduzcan hasta situarse justo por debajo del 4% y el 3,5% del PIB en la UE y la eurozona, respectivamente. Según las previsiones, la ratio deuda-PIB alcanzará su nivel máximo en la UE en 2012 (en torno al 85%) para estabilizarse en 2013. En la zona euro, sin embargo, la ratio de la deuda seguirá aumentando ligeramente y rebasará el 90% del PIB en 2012.
  • Inflación por debajo del 2%. El pronóstico indica un descenso de la inflación por debajo del 2% en 2012 debido a la reducción de la presión de los precios de la energía. Está previsto que la debilidad de la actividad económica y la moderación salarial mantengan la inflación bajo control durante el periodo examinado en las previsiones.
  • Se mantiene el riesgo de contracción.Son tres los principales riesgos que pesan sobre la economía de la UE y la eurozona: la prolongada incertidumbre generada por la deuda soberana, la debilidad del sector financiero y la ralentización del comercio mundial. Existe la posibilidad de entrar en una dinámica negativa: la desaceleración del crecimiento podría afectar a los emisores de deuda pública, lo que, a su vez, podría deteriorar la situación del sector financiero, que sería incapaz de apoyar el crecimiento.

En sentido más positivo las previsiones también señalan que si por el contrario, el hecho de que la recuperación de la confianza se produjese antes de lo previsto podría potenciar la inversión y el consumo privado. Es más, la mejora del entorno internacional, si se reanudase por ejemplo el crecimiento mundial, podría dar un nuevo ímpetu a las exportaciones de la UE. Del mismo modo, la bajada de precios de los productos de consumo contribuiría a un consumo más dinámico.

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Motivos para oponerse a la refundación francoalemana de Europa sin acento inglés

El riesgo que corre uno en estos días posteriores la cumbre de invierno de la UEcelebrada en Bruselas los pasados 8 y 9 de diciembre si se muestra contrario a las decisiones alcanzadas en ella, es que le tilden de anglófilo y le alineen con las posiciones británicas aislacionistas. De ahí que vaya por delante que estas humildes opiniones no coinciden con los motivos que llevaron al premier DavidCameron a ser el único representante de los 27 que no firmará el acuerdo intergubermental anunciado. Mi claro y rotundo rechazo a esta refundación impuesta por Alemia Francia al resto de socios comunitarios se sustenta en motivos profundamente europeista frente a los exclusivos intereses particulares defendidos por un Reino Unido que desde siempre ha mirado al continente con desdén y cuya relación nunca se ha basado en un compromiso leal sino más bien en una suerte de obligación descreída.

A mi entender lo acordado vulnera al menos tres de las reglas de oro de la construcción europea, ese complejo edificio basado en la diversidad que llevamos desarrollando hace más de cinco décadas. Un espacio común que no debiéramos olvidar que nos ha granjeado a los europeos una de las épocas más dilatadas de convivecia en paz y progreso. A saber:

El marco institucional. No se puede llevar a cabo la pretendida refundación de Europa sin contar con las instituciones que nos hemos dado a base de costosas negociaciones de los tratados de la Unión, el último y plenamente vigente el de Lisboa de 2009. ¿Dónde queda la labor ejecutiva y legislativa de la Comisión Europea? ¿Qué va a ser de su poder de cesión de soberanía que los Estados le han concedido para dirigir buena parte de nuestras políticas que nos afectan en el quehacer diario de nuestras vidas? ¿Para qué nos sirve un Parlamento Europeo – el más costoso del mundo – al que en el tratado acabamos de reforzar sus poderes tanto legislativos como de fiscalización de la Comisión si a la hora de tomar las grandes decisiones su voz no se escucha y su voto no cuenta? ¿Para qué no hacen votar cada cuatro años un circo estable? Y, por último ¿necesitamos un Consejo Europeo, órgano indefinido en tierra de nadie y sin iniciativa política, que solo sirve para agendar reuniones y cumbres o hacer de socorrido correveidile al duo Merkozy? Demasiadas preguntas sin respuesta satisfactoria como para afontar el futuro institucional de la Unión.

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El acervo comunitario. Palabro genuinamente bruselense ha sido la clave del desarrollo europeo. Esa mecánica de movimiento basada en la negociación continua entre instituciones europeas y gobiernos a la búsqueda de consensos, ha sido violada por una precipitada toma de decisiones en una madrugada sin tiempo de reflexión ni debate adecuado de la propuesta francoalemana entre los socios. Como colmo de la esperpéntica situación creada sirva el ejemplo de la delegación española presidida por un Zapatero en funciones y su futuro sucesor Mariano Rajoy acudiendo a la reunión de Marsella del Partido Popular Europeopara ver si sus colegas conservadores MerkelSarkozy le contaban de qué iba a ir la película. Ante las urgencias económicas de la crisis, adorando el sagrado becerro del euro en riesgo, no hemos olvidado de las garantías de procedimiento y con ello de las reglas del juego. Así se han saltado a la torera la última regla de oro:

La democracia representativa. Más allá de haber escenificado un sainete de democracia formal -nadie niega que los jefes de gobierno reunidos en la cumbre han sido elegidos en las urnas – su comportamiento ha sido el de hurtar a sus ciudadanos su capacidad soberana de decisión sobre asuntos que afectan a derechos fundamentales. El directorio germano galo atemorizado ante la posibilidad de verse obligado a un nuevo proceso de via crucis por los parlamentos nacionales – como sucediera con el abortado proyecto de Constitución europea – recurrió a la firma de un simple acuerdo intergubernamental para evadirse de la legalidad de una reforma del Tratado de Lisboa y el consecuente trámite legislativo nacional. El resultado un trágala en 24 horas de impredecibles consecuencias.

No sé si el camino tomado es el adecuado para calmar los mercadosy y reducir la presión de los intereses de la deuda de los países de la zona euro. Creo que ni los que han tomado la decisión están convencidos de su bondad. Pero de lo que si estoy seguro es de que hemos cogido un atajo muy peligroso que nos aboca a una Europa menos transparente ante sus ciudadanos y menos democrática en sus decisiones. La pérdida del consenso, pues además del no británico hay muchos países que tienen la sensación de no haber tenido elección ante el imperativo francoalemán, nunca pasa factura a corto plazo, es una herida que sangra lentamente pero que socaba poco a poco la base de la convivencia: la confianza entre unos y otros.
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El euro, ¿una trampa para pobres?

En un reportaje publicado en el diario El País recientemente, realizado por el periodista Miguel Mora y fechado en París, una emigrante de origen argelino expresaba con toda crudeza su desencanto con la moneda única: “El euro fue una trampa para los pobres, hizo más dura la vida a mucha gente, todo se hizo más caro de un día para otro”, aseveraba la señora Chatti. Se podría decir más alto, tal vez gritando de rabia, pero dudo que más claro que con la sencillez del que padece y sufre las consecuencias de una política monetaria hecha a la medida de un país, bajo el patrón de Alemania. Es evidente, que si esto es así, culpables de caer en el engaño somos todos, de nada sirve ahora rasgarse las vestiduras cuando en la puesta en marcha del euro todos lo bendecimos como la panacea universal. Y el mal no están en tener una moneda en un mercado común, sino en haber aceptado una reglas del juego unilaterales.

Siguiendo con la paradoja, tras más de una década de funcionamiento del euro, alguien me tendrá que explicar las increíbles diferencias de precios que un mercado único vivimos. Hace unos días viajé por trabajo a Hamburgo y me tomé la molestia de comparar todos los precios de los consumos y gastos que en la ciudad nórdica germánica tuve en relación a lo que por lo mismo tengo que pagar en Madrid. Lo primero el taxi de Hamburgo al hotel, 8 kilómetros de trayecto, al igual que de Barajas a mi oficina situada en el centro e Madrid. El taxista alemán me cobró 20 euros, el madrileño a la vuelta 35. Y pague con la misma moneda. Me alojé en un hotel cinco estrellas porque su precio, 145 euros, en Madrid lo pagaría en uno de cuatro estrellas, es decir, de una categoría inferior. Y pague con la misma moneda. Cené en uno de los mejores restaurantes de Hamburgo acompañado por mi buen amigo Jorge Valdez, Director Ejecutivo de la EULAC Fundation – Funcación Europa América Latina Caribe -. La nota final 66 euros, incluido un razonable vino blanco alemán. En Madrid ese hubiera sido el precio de un comensal. Y pague con la misma moneda. Por último, en el escaso tiempo libre que tuve en la ciudad del Elba, me fijé en los escaparates de las principales calles comerciales y comprobé sin mucho esfuerzo que tanto la ropa como los artículos de lujo estaban al menos un 30% más baratos que en la llamada milla de oro de Madrid. Y hubiera pagado con la misma moneda.

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Si a esta mínima muestra comparativa le añadimos el nada anecdótico dato de que el salario medio español es la mitad del salario medio alemán y que la renta per cápita alemana se sitúa en el 118 % en el conjunto de la UE frente al 101% de la renta per cápita española, nos enfrentamos a la tormenta perfecta. El huracán de un pobre venido a más tratando de comportarse como rico, mientras éste que maneja las reglas de la moneda juega con los precios a su antojo dentro y fuera de su país para favorecer sus exportaciones y encarecer la vida de unos países pobres obligados a comprar. Y para colmo de trampas, las economías estatales pobres obligadas también a endeudarse deben financiar sus bonos con altos tipos de interés mientras a los teutones les sale prácticamente gratis. Solo así se explica que la economía alemana haya sido capaz de crecer mientras los demás entrabamos en estanflación – estancamiento e inflación – .

Y ahora que parece evidente que esta política se está volviendo contra su creador – el Banco Central Europeo hecho a la medida de la férrea doctrina monetaria del viejo Bundesbank -, ahora lemania puede verse abocada a entrar en recesión porque nadie tiene un euro para comprar sus productos en Europa y porque empieza a caer en su propia trampa de financiación de la deuda. Tal vez estos primeros indicios que señalan que Alemania puede haberse pasado de frenada obliguen a un replanteamiento de sus posiciones en política económica y monetaria de la Unión, pero la realidad actual es que mientras sigamos produciendo y vendiendo a niveles de mínimo superiores un 30% por ciento a los que lo hace Alemania y con Estados y economías privadas endeudas, es imposible competir con la potencia germana.

¿Cómo se puede deflacionar una economía sin contar con la herramienta principal para ello que es la política monetaria? Las únicas vías de solución tienen que ver con profundas reformas estructurales que abaraten los costes de producción, sean laborales, fiscales o de infraestructuras. Políticas todas ellas de medio largo plazo, alejadas de las premuras de emergencia que precisan las economías emprobrecidas europeas. Es por eso que el debate casi monotemático se centre en la salud del euro. ¿Debemos permanecer en él, seremos expulsados por un núcleo duro de nueva creación o serán los alemanes los que se salgan para recuperar la histórica buena salud de su marco? Caben todos los escenarios pero todos son apocalíticos para una Europa que camina como un pollo sin cabeza, dando vueltas alocadamente sobre su propio eje.

Seguramente estamos más cerca que nunca en estos últimos tres años del borde del precipicio , tanto que ya hablan las empresas abiertamente de prepararse para la ruptura del euro. Lo cierto es que el peor síntoma que puede abocarnos a un destino tan trágico en la UE tiene que ver con el deterioro señalado de las posiciones alemanas en las últimas semanas. Mientras el euro fue una moneda al servicio de la economía exportadora alemana y mantuvo el equilibrio inflacionista bajo el modelo germano, Alemania apostó firmemente por nuestra moneda única. Ahora que puede volverse contra ellos, se han empezado a alzar las voces que preconizan la salida de Alemania de la eurozona, la reinstauración del marco en libre competencia con el dólar al estilo de la libra esterlina. Solo el temor a una fuerte revalorización del marco en su refundación frena estos deseos aislacionistas germanos, ante la terrible hipótesis del encarecimiento de sus exportaciones, el auténtico motor de su economía. Como todo en la vida, nos hallamos ante la paradoja del euro: la moneda que un día fue una trampa para pobres, puede acabar siendo la tumba de los ricos. Vivo sin vivir en mí, con el euro muero y sin él no vivo.

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